Regional

Morir y ser sepultados en soledad

13 de marzo de 2021

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En los 12 meses de cuarentena, en el Cementerio Municipal de San Cristóbal se han sepultado 118 personas con protocolo covid-19. La mayoría hombres. El primero fue a principio de julio


Omaira Labrador M.


 

El ritual de la muerte cambió.  La última despedida al ser querido se transformó en un acto solitario. Y esto ha dolido en el Táchira, donde los acompañamientos hasta la última morada, además de numerosos, eran de hasta dos días.

Morir casi en solitario en un hospital, clínica o casa, y ser enterrados o cremados en soledad, en tiempos de covid-19, han sido como saetazos para quienes han despedido a un ser querido, desde la distancia, pese a pasar una vida juntos, en la misma casa, en la misma ciudad y estado.

En el Táchira, las últimas cifras oficiales publicadas reportan 168 fallecidos, y el total en Venezuela lo ubican en 1.407 familias que debieron hacer sepelios, bien sea por inhumaciones o cremaciones, además de exprés, en solitario.

Son 168 familias afectadas. Familias con el dolor de un fallecimiento acentuado porque la última despedida a la madre, padre, hermano o hijo, fue tan rápida como el mismo virus.

Son tiempos de pandemia que han trastocado todas o casi todas las ahora viejas rutinas de la sociedad.

¡A cambiar rutinas, llegó el covid-19!

Y si a la familia le ha afectado la forma de morir y sepultar a un ser querido, las instituciones y empresas que prestan el servicio también han experimentado notables cambios. Los  parámetros de años se modificaron en semanas, hace un año exactamente.

Los cementerios y sitios de cremación, desde hace 365 días, se vieron obligados a cambiar hábitos. El covid-19 y el aumento de decesos así lo requerían.

El 04 de julio del 2020, en el estado Táchira, el representante del Gobierno nacional, Freddy Bernal, dio públicamente los lineamientos a seguir con los fallecidos por el virus, entre ellos se prohibieron los velorios y los traslados de cadáveres a otros municipios.

En el camposanto municipal de San Cristóbal, el más grande del estado, ubicado en su municipio capital, debieron adaptarse a nuevos horarios durante los tres primeros meses de pandemia. El público solo podía ingresar de 8 a 12 m., y a los sepelios pasaban a un máximo de 4 familiares presentes, si el muerto no era parte de las cifras de la pandemia; si lo era, nadie asistía, solo quienes lo enterraban.

Rene Pérez, administrador del Cementerio Municipal desde hace tres años, 12 meses después de las transformaciones en el modo de sepultar los cuerpos, recuerda los primeros cambios.

––En un principio de la pandemia, cuando eran muertes naturales, solo se permitía el ingreso de los familiares más directos, 4 o 5, ya que las puertas del cementerio permanecían cerradas las 24 horas. Después el alcalde, Gustavo Delgado, firmó un decreto donde autorizó que el cementerio permanecería abierto de 8 a 12 m.  Hoy en día funciona, en semana radical, de 8 a 1 p.m., y en la flexible hasta las 4 de la tarde. Lo que no ha variado es el horario para sepultar a los fallecidos por covid-19, hasta la 1 de la tarde.

La cuarentena, oficialmente, se inició en Venezuela el 16 de marzo. En el Táchira, por ser frontera y por el alto volumen de personas ingresando al país, se adoptaron medidas especiales el 12 de marzo. El 14 de marzo, Colombia cerró todas sus fronteras, entre ellas la de Venezuela.

Para esa fecha, en el cementerio Jardín Metropolitano El Mirador, el camposanto privado más grande y de más vieja data en el Táchira, ya se  habían preparado.

“A finales de 2019, cuando conocimos la expansión de la pandemia en otras partes del mundo, comenzamos a tomar previsiones. En la parte logística y  psicológica, tanto a niveles gerenciales de la compañía, como a niveles operativos. En ese momento comienza a incrementarse la mortalidad a nivel del municipio; veníamos manejando un sistema de servicios de inhumación en razón a la tasa poblacional, etc., es decir, normal, pero cuando entramos en el proceso ya estábamos preparados”, dijo Sabrina Omaña, gerente general de la empresa, con 21 años de servicio.

Tanto el Cementerio Municipal, que depende de la alcaldía de San Cristóbal, como el Jardín Metropolitano El Mirador, por ser los más grandes, tenían conocimiento de la situación y se preparaban, ante lo visto en países cercanos y lejanos, para los días complejos que llegarían, así como llegaron.

Lo más difícil: no dejar entrar a  familiares

Los fallecidos por covid-19, en el Cementerio Municipal se entierran hasta la 1 de la tarde. Así ha sido durante los 365 días de pandemia. El protocolo se maneja directamente con las funerarias, que se encargan de hacer toda la documentación y traslado del cadáver desde las morgues o salas de aislamiento hasta el Cementerio Municipal.

René Pérez, administrador del Cementerio Municipal.

Rene Pérez, en su condición de administrador, recalca que además de los sepultureros, en la inhumación interviene Protección Civil, todos con los debidos trajes de bioseguridad, protección que provee la alcaldía de San Cristóbal a su personal.

Para el regente de los espacios municipales, uno de los aspectos más difíciles ha sido el de lidiar con los familiares. “Algunos llegan y no aceptan que  su familiar falleció por covid-19 y no quiere que se le aplique el protocolo de inhumación y protestan. Quieren entrar al sepelio y eso no se puede permitir”.

Cuando una persona muere por covid-19 solo entra un familiar, si compra el debido traje de bioseguridad, de lo contrario no puede ingresar. En un momento hubo cierta algarabía, ya que una persona rebasó la seguridad e ingresó. Muchas familias insisten en que su pariente no murió por la pandemia, pero el certificado dice lo contrario.

Los parientes del fallecido por covid-19 se quedan en el sitio conocido como La Alameda, dentro del cementerio, pero lejos del lugar del sepelio.

En los 12 meses de cuarentena, en el Cementerio Municipal de San Cristóbal se han sepultado 118 personas con protocolo covid-19. La mayoría hombres. El primero fue a principios de julio.

El mes de enero de 2021 fue el más fuerte, el de mayor trabajo, con el mayor número de entierros. Sepultaron en el Municipal de San Cristóbal a 30 personas por covid-19.  En un día llegaron a inhumar tres personas. En febrero fueron 8 y en marzo, hasta el miércoles 10, iban 5 personas sepultadas.

La más joven de las inhumadas es una muchacha de 22 años, quien estaba en Santa Ana, presa. También han enterrado a dos personas sin familia, las llevaron en las bolsas mortuorias.

En el año, tres trabajadores resultaron con covid-19, una secretaria y dos sepultureros, además de un contratista. Todos ya están bien, lo que sin duda alguna aplaude su administrador, René Pérez.

Trabajar a presión y manejar mucho dolor

En el Jardín Metropolitano El Mirador, las rutinas cambiaron en el 2020.

75 trabajadores maneja directamente Sabrina Omaña, gerente general del Jardín Metropolitano El Mirador. La mejor satisfacción para ella, en 12 meses, es que el 98 por ciento del personal no resultó contagiado, pese al excedente de trabajo, lo que para ella indica la precisión y rigurosidad en la aplicación de las normas de bioseguridad.

En este camposanto se inhuman las personas y se creman. Por el incremento de fallecidos, laboraron 24 por 24, pues si bien no hacían el proceso de entierro ni cremación en horario nocturno, sí debían afinar detalles. En la labor de campo, la empresa aumentó el personal.

––Tuvimos días de mucha tensión. Hubo meses más difíciles, como agosto, septiembre y octubre. Igualmente, el mes de diciembre fue muy difícil, igual que los primeros días de enero. El 24 de diciembre se trabajó como cualquier día, ni nos dimos cuenta de que era una fecha especial, para compartir en familia. La eventualidad fue muy grande, no ha tenido comparaciones con situaciones del pasado–– sostiene Omaña, con la satisfacción del trabajo en equipo cumplido.

Aunque al inicio de la pandemia se manejó la tesis de que las personas que murieran por covid-19 no podían ser inhumadas, solo cremadas, luego se hicieron consultas y se determinó que sí se podían enterrar, esto para la tranquilidad de muchas personas que preferían la opción del entierro.

“A muchos les producía dolor tener que cremar, pues querían enterrar a su familiar; sabían que no podían hacer el acto de velación, pero se sentían aliviadas cuando sabían que las podían inhumar”, dice la gerente general del Jardín Metropolitano, quien se excusa en no tener autorización para dar cifras de los cadáveres que allí han procesado por covid-19, ante la pregunta de cuántos muertos han manejado ellos en un año.

El lema empresarial en la empresa que dirige la abogada Sabrina Omaña es   “no contagies a tu familiar y no nos contagies”, que piensa que ha funcionado por el estricto apego a las normas de bioseguridad por parte del personal y de quienes van a hacer los trámites de los difuntos, además de la inversión en todos los mecanismos de prevención, como los trajes de seguridad, que son desechables.

En los meses críticos, por el alto volumen de muertos, hubo lapsos de espera. “Se organizaban horarios, y se daban las horas a los familiares para el proceso de cremación e inhumación”.

Recuerda con precisión Omaña que en diciembre del 2020, solo en un día, hicieron 12 inhumaciones, y hasta 6 u 8 cremaciones… fueron los días más fuertes de las muertes por covid-19.

El crematorio del Jardín Metropolitano, en algunos meses del año 2020 tuvo mucho trabajo.

Enseñanzas en un año

“Este año nos ha dejado la enseñanza de que somos frágiles como humanos. Que vemos las cosas y pensamos que no son verdad. No nos cuidamos. No tomamos las cosas como debe ser.  Son muchos los casos de personas que decían no, a mí no me agarra, pero no fue así”, es una de las lecciones aprendidas por Rene Pérez.

“Manejamos muchísimo dolor. Momentos de mucha tensión por parte de familias bastante afectadas, desorientadas en el momento, por venir de 8 a 15 días en un hospital. Lo que más les dolía a las personas era no poder estar con el paciente, pues decían que les llamaban para decirles que había fallecido, luego de dejarlos allí. Escuchar eso fue muy triste”, recalca Sabrina Omaña.

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