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Obispo Moronta, 21 años en el Táchira: “Aquí encontré el tesoro de la fe de la gente”

18 de junio de 2020

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Daniel Pabón


En alguna oportunidad el papa Francisco expresó que un obispo es un pastor, un padre, sin demasiadas barreras entre él y la gente. Mario Moronta cumple hoy 21 años de ejercicio en el obispado de San Cristóbal. Con el tiempo en perspectiva, el pastor y padre de la Iglesia del Táchira valora que en estas tierras se encontró con dos grandes tesoros: la fe de la gente y toda la vocación del presbiterio diocesano.

Aquel 18 de junio de 1999, cuando de manera formal y solemne tomó posesión de la Diócesis de San Cristóbal, Mario del Valle Moronta Rodríguez (Caracas, 1949) proclamó que llegaba con la conciencia del sacerdote pastor que debe conocer a sus ovejas y, ante todo, dejarse conocer por ellas. O, dicho de otro modo, con el propósito de pastorear sin demasiadas barreras entre él y la gente.

Hace 21 años, el día de la toma de posesión de la Diócesis, acompañado por el ahora Cardenal Porras, que entonces se encargó de la administración apostólica luego del fallecimiento del obispo Ramírez Roa | Archivo Prensa Diócesis de SC

“Nunca tuve ni miedo ni aprehensión de estar aquí en el Táchira; todo lo contrario”, expresa Moronta, al rememorar que se trajo de la capital sus únicos tesoros: su papá, su mamá, sus libros, su ilusión y sobre todo su sacerdocio y su fe.

Al Táchira llegó por entonces un hombre de Dios próximo a cumplir su primera década como portador de la mitra, o la toca alta y apuntada con que se cubren la cabeza los arzobispos y obispos. Venía impulsado por la experiencia de haber sido obispo auxiliar de Caracas (1990) y el tercer obispo de Los Teques (1995).

Peregrinación por los caminos del páramo, hace 21 años, hasta llegar al atrio de la catedral | Archivo Prensa Diócesis de SC

Cuando entró a tierra tachirense -recuerda ahora junto a Diario La Nación- lo hizo con una gran ilusión y con la idea de impulsar un proyecto diocesano de pastoral que, considera, se ha ido cumpliendo de forma progresiva. Un proyecto que se concentró, a su modo de ver, en ese gran evento que fue el II Sínodo Diocesano.

Se llama sínodo a la junta del clero de una diócesis, convocada y presidida por el obispo para tratar de asuntos eclesiásticos. Bajo el lema “La Iglesia del Táchira se renueva en espíritu y verdad”, Moronta lo hizo posible durante la década pasada.

Impulsor de las grandes peregrinaciones hacia el Santo Cristo de La Grita y Nuestra Señora de la Consolación de Táriba y conocedor de todos los caminos locales en sus frecuentes visitas pastorales, pero también estudioso de la Teología, profesor de seminario, lector crítico, evangelizador, miembro de la Congregación para la Doctrina de la Fe y directivo de la Conferencia Episcopal Venezolana.

En Moronta coexisten desde el alto prelado que arranca aplausos por sus homilías escritas, que interpretan el Evangelio sin dejar de denunciar los sentimientos de un pueblo sufriente por la crisis, hasta el hombre de carne y hueso que se puede disfrazar de payaso para acercar a niños y bebés a la casa de Jesús.

En un encuentro con el Santo Padre en el Vaticano | Archivo Prensa Diócesis de SC

Muchos hitos destacan en su perfil biográfico en 45 años de vida sacerdotal, pero, como él mismo evocó en una homilía reciente, antes de enumerar títulos y logros materiales, todo cristiano católico debería presentarse diciendo, primeramente que es hijo de Dios. “Podemos tener dones, pero los dones no son para lucirnos, ni para que la gente diga ‘esa persona sí es buena’; los dones son para edificar el Reino, para edificar la Palabra de Dios. Y en esto tenemos que hacer un gran camino”, predicó en Pentecostés.

Al completar 21 años de ministerio episcopal en la Iglesia de San Cristóbal, Moronta comenta que ha tratado de dar lo mejor de su vida, ha aprendido mucho y ha recibido muchísimo más de la gente. Sobre todo se siente, con la ayuda de Dios, tratando de cumplir la misión.

Inaugurada en 1922 por monseñor Tomás Antonio Sanmiguel, hoy reconocido por la Iglesia como Siervo de Dios, faltan poco más de dos años para que la Diócesis de San Cristóbal cumpla su primer siglo. Con 91 parroquias y 7 rectorías, con más de un millón de tachirenses que se reconocen católicos y que lo siguen como su pastor diocesano, Mario Moronta, el quinto obispo de San Cristóbal, proyecta seguir aplicando el que mantiene como su lema: “Servidor y testigo”. Con sencillez y con cariño.

A sus 71 años, una de sus normas en la vida es ver hacia adelante, caminar hacia adelante, y todo en el nombre del Señor. “Soy un pecador, soy un hombre de muchos defectos, pero he aprendido a amar al Táchira y creo que lo he conseguido”.

Cercano a los niños | Foto Archivo Daniel Pabón
Acompañante de las vocaciones sacerdotales y religiosas, aquí, durante la celebración de las bodas de oro de la madre María de Cristo, priora del Monasterio de las Carmelitas Descalzas en San Cristóbal | Archivo La Nación

Cerca espiritualmente, en pleno distanciamiento

Decisión difícil pero necesaria, histórica por demás, la de cerrar las iglesias en el ámbito mundial para evitar la propagación del COVID-19. Desde la Iglesia del Táchira, el obispo Moronta se ha valido de los medios de comunicación, las nuevas tecnologías y las redes sociales para igualmente cumplir su labor.

El canal de YouTube de la Diócesis de San Cristóbal publica desde que empezó la emergencia sanitaria, en marzo pasado, la santa misa diaria y también dominical oficiada por monseñor, quien también impartió en Cuaresma un primer curso virtual sobre la Biblia, y ahora en la Pascua otra capacitación en línea sobre la Eucaristía.

Así también, fue retomado el programa ‘Conversando con el Obispo’, un espacio de entrevistas conducido por el propio Mario Moronta en el cual durante las últimas semanas y meses han sido abordados distintos temas de interés social, desde la misión de las madres hasta el rol de los comunicadores sociales, pasando por testimonios de seminaristas.

Ha explicado el obispo que son acciones enmarcadas en el concepto papal de una «Iglesia en salida», que va al encuentro del prójimo.

La celebración de los 20 años, en 2019, fue a los pies de la Consolación en Táriba | Archivo Prensa Diócesis de SC

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