Regional

Música, fuego y el avance trepidante de ayuda humanitaria conmocionaron a 2 países y sus sellados puentes fronterizos

25 de febrero de 2019

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A excepción de Almagro, los altos dignatarios junto a Guidó, no subieron al escenario, pese a la insistencia al final de Nacho. No se mezclaron tal vez por cuestión de seguridad, o tal vez por la “distancia” que los separaba.

 

El reto fue soportar por más de siete horas temperaturas de hasta 40 grados centígrados, y quienes no pudieron se tuvieron que retirar incluso desmayados: fuera de este y otros incidentes aislados no hubo mayores novedades de alteración del orden público que lamentar.

 

 

 

Mientras Alejandro Sanz cantaba su famosa “corazón partío”,  de modo sigiloso en una  camioneta de vidrios polarizados propia de funcionarios de alto rango o personal diplomático, sin mayor escolta, Juan Guaidó llegaba por un costado del concierto que acaparaba la atención mundial mientras la tarde iba en declive en Villa del Rosario, población nortesantandereana a la que Cúcuta le robó la fama como localidad del Live Aid Venezuela sobre el puente Tienditas.

Dos ambientes distintos se respiraron en las más de seis horas que duró el show maratónico, en el que apenas si se permitió el receso pues cuando no eran los músicos invitados los que mantenían en alto el jolgorio de la concurrencia, eran los animadores como Luis Chataing, Nelson Bustmante, Marcos Music, Caterina Valentino, Erika de la Vega y Camilla Canabal, muchos de ellos incluso muy conocidos por los habitantes colombianos fronterizos que seguían en los noventa y los ochenta la señal abierta de RCTV y Venevisión.

El primer ambiente fue propiamente el del esplendor artístico, el del despliegue de última tecnología en sonido e imagen; el cientos de cámaras y unidades móviles venidos de todas partes del mundo al apoyo de reporteros que en múltiples lenguas daban detalles de lo que acontecía, y por supuesto alrededor de 300 mil espíritus alborozados soportando casi 40 grados centígrados; rigor climático que se olvidaba cuando sus estrellas favoritas, sin haber tenido que cancelar una entrada, se presentaba ante ellos, a cierta distancia, en una tarima de 16 metros de alto en la que se dispuso una plataforma móvil.

El segundo ambiente se iba poco a poco dilucidando entre la zona de prensa e invitados especiales, pegada a la tarima, y que involucraba al adjunto galpón oeste en el mencionado emplazamiento, el cual se mantenía separado por vallas que formaban un laberinto de corredores, pensados para la protección de los artistas y las personalidades internacionales, y un pequeño monte. Dicho ambiente se comenzaba a calentar con las entrevistas a venezolanos en el exilio declarados perseguidos y presos políticos, y figuras públicas que  han apoyado al presidente interino designado por la AN Juan Guaidó, el cual era eminentemente político y su cariz se fue haciendo más visible mientras Carlos Vives ofrecía una meritoria intervención.

Desde entonces ya cada vez periodistas y camarógrafos iban desentendiéndose de las estrellas –a pesar de que se estaba sirviendo el “plato fuerte” de la jornada- para concentrar su atención a los galpones; acción que repetían algunos voluntarios que a viva voz declaraban que de un momento a otro Guaidó iba a dar la sorpresa.

En vez de ellos fueron apareciendo el diputado David Smolansky, la vicepresidenta de Colombia Martha Lucia Ramírez, el canciller de Colombia, Carlos Holmes Trujillo, y por supuesto Luis Almagro, Secretario General de la OEA, quienes tuvieron su tiempo de acercase al improvisado palco de prensa mezclados con curiosos. Especialmente Almagro fue bañado de agradecimientos por parte de muchos espontáneos, y ante esto se mostró visiblemente entusiasmado para incluso aceptar ser parte de una que otra selfie, o posteriormente subir al escenario por invitación de Camilla Canabal con una gorra tricolor, símbolo característico de las marchas en contra del gobierno bajo la dirección de Nicolás Maduro, de quien recibiría un abrazo rompe huesos. Sobre la presencia del presidente colombiano Iván Duque y sus homólogos, el chileno Sebastián Piñera y el paraguayo Mario Abdo se sospechaba que ya hace rato se había concretado, pues incluso se había hablado de una posible rueda prensa para la tarde.

Sin embargo el más deseado por muchos era Juan Guaidó; pero tal cuchicheo no rompía la algarabía contigua. Incluso por un momento, una algarabía invocaba su nombre, creyendo que le correspondía a la personalidad que bajaba de una camioneta, quien no era más que Fher y su banda Maná, merecedores de una ovación que no aplacó la decepción inicial No faltaron quienes ya negaban esa posibilidad pues el concierto estaba en su etapa final y se sopesaban las consecuencias jurídicas para el que esto iba a traer; pero muchos no perdían la fe, y la misma fue premiada alrededor de las cinco de la tarde hora colombiana, cuando en compañía de mandatarios de tres países y el Secretario General de la OEA volcó toda la atención hacia el otra ala, que opacaba ya en la parte final de alguna manera los grandes esfuerzos humanos del magnate Richard Brason, y el  equipo técnico, logístico, de limpieza, de seguridad y emergencia colombiano, que sin dudas dio la talla y el ejemplo. Fueron momentos de confusión: incluso el cantantes Juanes, desconocedor de lo que pasaba y aprehensivo por malas experiencias con hechos negativos de orden público en el pasado, regañó el histerismo de quienes no daban crédito a lo que sus ojos veían.

Entre el humanitarismo y la política

Pero a la larga los dos escenarios, no se mezclaron porque, a excepción de Almagro, los altos dignatarios junto a Guidó, no subieron al escenario, pese a la insistencia al final de Nacho. No se mezclaron tal vez por cuestión de seguridad, o tal vez por la “distancia” que los separaba. El canto grupal, con Brason incluido, de Imagine de Jhon Lennon cerró el multitudinario espectáculo pero otro que ni las más grande inversión hollywodense pudiera reproducir, estaba a punto de suceder.

Ni la reaparición del Puma ante una inmensa audiencia, ni la reconciliación de Chino y Nacho, ni las destacadas actuaciones de Celedón, Maluma, Carlos Vives, Juan Luis Guerra, Maluma, quien estaba más consciente de las posibilidades publicitarias de ser visto por millones de personas alrededor del mundo ofreciendo un bien preparado “en íntimo”, pudieron robarle el momentum a Juan Guidó, quien le ponía el sello histórico al Live Aid Venezuela, aunque ya sin este acontecimiento se lo había ganado.

Cabe acotar que el discurso político en las intervenciones de los artistas no se ocultó, desde el mismo momento de la intervención inicial de El Puma, José Luis Rodríguez, aunque muchos cuidaron sus palabras, otros hicieron mención atenuada a la situación política y social de Venezuela haciendo alusión a la libertad, a la crisis humanitaria,  la democracia, los derechos humanos, la diáspora venezolana, o usando pronombres en vez de apelativos; otros no dudaron en referirse a Nicolás Maduro. Así lo hicieron Carlos Baute, Chino, Nacho, Silvestre Dangong, Alejandro Sanz, Miguel Bosé, en términos que van de la diplomacia y las buenas al ataque fuerte. En este sentido la intervención de Miguel Bosé fue la más polémica pues involucró a la mismísima Michelle  Bachelet, como Alta Comisionada de los Derechos Humanos de la ONU, algo que no fue del agrado del presidente chileno. Maná si fue explicitó al desenmarcarse del asunto político, recalcando que su intervención era ante todo humanitaria; otros artistas prefirieron limitarse a la promoción del recaudo de fondos para la población venezolana de un dólar a través de transferencias vía internet.

Aunque las comparaciones entre Woodstock con Live Aid Venezuela puedan sonar forzadas; el ver un multitudinario público apostado sobre el inmenso terreno de una finca privada, no dejaba de incitar cierto deja vu, amén de que el histórico concierto de hace medio siglo se enmarcó en las protestas contra la guerra del Vietman, es decir, en un hecho político.

Desde la madrugada ya el público se apostó en el inmenso lote que le correspondía caminado más de hora y media desde la redoma vial hasta donde los vehículos podían llegar, cerca del lugar denominado Villa Silvania. El reto fue soportar por más de siete horas temperaturas de hasta 40 grados centígrados, y quienes no pudieron se tuvieron que retirar incluso desmayados: fuera de este y otros incidentes aislados no hubo mayores novedades de alteración del orden público que lamentar. La afluencia de personas fue aprovechada por una gran cantidad de vendedores ambulantes de vestuarios alusivos a Venezuela y la ayuda humanitaria,

 

Freddy Omar Durán

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