Con cierta resignación –por no decir impotencia- en muchos hogares se escucha el lema suspirado de “nos tocó cocinar a leña”, en vista de que el gas no aparece, y por donde lo “hacen aparecer”, el milagro obra a cambio de por lo menos 60 mil pesos.
Después de ir un incontable número de veces a la oficina y la planta de la empresa de gas; luego de lanzarse a la calle a protestar, e incluso cerrarle el paso a muchos camiones que transportaban bombonas; luego de llamar a los medios de comunicación para ser solventados en su necesidad, al tachirense parece que no le queda otra sino volver a los métodos de los abuelos para cocinar, ya que los frecuentes apagones le ponen dramatismo a la situación.
De otra parte, no son pocas las casas cuyo sistema eléctrico pueden colapsar, si se instalan dispositivos que generen mucho calor, y hoy en día pocos se pueden dar el lujo de pagar por tales daños a técnicos especializados que cobran en divisa extranjera, y menos recurrir al personal de Corpoelect, en desbandada y más enfocado en contrarrestar una supuesta guerra tecnológica.
Pero cocinar a leña tiene su arte, y también su dosis de paciencia; y solo aplica en los hogares donde una persona asume las funciones de la cocina, pues por ese medio no puede andarse uno de apurado.
Y no es solo el factor tiempo lo que va en contra de cocinar a leña, también hay que contar con un espacio amplio y seguro para esos oficios, por eso para nada se recomienda hacerlo en apartamentos, o en habitaciones de escasa ventilación.
El colmo de los males actualmente es que estamos en una intensa temporada de lluvias, por lo que se necesita que nuestra cocina a leña, además de estar bien ventilada, cuente con un techo, y sea protegida de ráfagas de viento y lluvia que la puedan apagar.
Para aquellos amigos del “desarrollo endógeno”, la idea de cocinar con leña les parecerá genial porque nos acerca más a nuestros orígenes, nos lleva a compartir lo que vivieron nuestros abuelos y se convierte en un símbolo digno de la “resistencia” –aguante dirían otros- del pueblo venezolano.
Igualmente las cocinas a leña tienen entre sus defensores a expertos de la gastronomía que alaban el sabor de carnes, pizzas, sancochos que adquieren al ser sometidos a este tipo de preparación.
Pero más allá del aspecto folclórico, cocinar con leña no se puede considerar ninguna bendición, pues trae como una de sus consecuencias de que las familias vean menos satisfechos sus requerimientos nutricionales, más de lo que ya lo están por la crisis económica. Sin alimentos cocidos, niños y ancianos a veces se tienen que conformar con agua y pan, y si hay otros productos de consumo inmediato, con el agravante que no necesiten de mucha refrigeración.
Otro riesgo relacionado con la salud, asocia las emisiones de humo con las enfermedades respiratorias, y según un informe de la Organización Mundial de la Salud, con las enfermedades cardiovasculares. Más aún el organismo internacional desaconseja la utilización de estufas a leñas ya que se liberan muchas partículas nocivas en el aire que inhalamos, como dióxido de azufre. Los daños que puede traer al organismo, continúa el informe, pueden ser crónicos y agudos.
Dos males se tomaron de la mano para este retroceso de casi un siglo: el despacho casi –un casi que unos pesos puede convertir en virtual- inexistente de gas, y una crisis eléctrica que pone en riesgo las otras alternativas de cocción. Por momentos en los hogares tachirenses las siete plagas de Egipto se dan cita: falta de agua, de luz, de gas, de comunicaciones en general.
Sea como sea, no son muchos los alimentos que simultáneamente se pueden cocer a leña, por tal motivo, la mejor opción es preparar una buena sopa que contenga todas las verduras y carnes al gusto del comensal. Esto significaría alimentar a muchas personas a punta de sopa, algo que nutricionalmente tendría sus falencias.
Con un pote o unos ladrillos
Hay muchas maneras de armar una estufa a leña desde las más sencillas con unos ladrillos y un viejo pote de aluminio, hasta la construcción de chimeneas que requieren cierto conocimiento de albañilería. Lo ideal es que la hornilla cuente con un espacio donde se quemará el combustible vegetal, sea este carbón o leña, y que además cuente con respiraderos para la entrada y salida del humo, evitando que se ahogue la llama. También se requiere una base para las ollas lo suficientemente firme para evitar que las ollas se volteen, o se sufra otro tipo de accidente. Al contrario de las cocinas de gas o eléctricas hay que estar siempre pendientes de alimentar con un abanico las brasas.
Pero si no se quiere construir una, se pueden comprar ya hechas, más seguras y efectivas, en material metálico, que normalmente se han usado para parrillas. De hecho a razón del aumento de su demanda, son más los inventores aficionados que han armado sus propios prototipos, y los ofrecen por los grupos de redes sociales y páginas de ventas por internet.
Para alimentarlas el mejor combustible sería el carbón; pero sus costos lo alejan de las consideraciones en muchos hogares, es la leña que se comprar en varios establecimientos por fardos, o la que se consigue en el momento, lo que conlleva un impacto ecológico negativo.
Consejos de seguridad
Son varios los consejos que se pudieran dar para el buen uso de las concinas a leña. En la página web de Directo al Paladar, podemos leer lo siguiente
El mayor peligro de los hornos de leña son las quemaduras. Dentro se genera una gran cantidad de calor y hay que tener mucho cuidado. Las puertas suelen ser metálicas, de hierro o latón, y se calientan mucho y muy rápidamente. Por tanto mucho, pero mucho ojo con tocarlas sin un paño, y que los niños estén controlados. Les encanta el fuego, pero que miren desde lejos.
Al abrir la puerta tened todavía más cuidado con el golpe de calor que puede salir. A diferencia de un horno doméstico, en el que el golpe de calor se produce nada más abrir la puerta, aquí es posible que abráis la puerta y no notéis nada. En ese momento metéis la cabeza, y los flujos de convección del aire de dentro cambian y zas, os chamuscáis el pelo (os lo digo por experiencia propia). Así que al abrir la puerta, y no os asoméis demasiado.
Luego, a la hora de manipular los recipientes, dejadlos en el borde, y empujarlos con una herramienta, hasta que queden colocados en el fondo.
Freddy Omar Durán