La integración fronteriza, destacó el obispo de San Cristóbal, va desde lo geográfico hasta lo familiar, desde lo religioso hasta lo educativo, desde lo comercial hasta el turismo, desde los frutos del trabajo hasta el contrabando…
Daniel Pabón
Investido con toga y birrete, distinguido con botón de oro y recubierto por el simbólico vuelo de la muceta (capa) azul, el obispo de San Cristóbal, Mario del Valle Moronta Rodríguez, recibió del rector Raúl Casanova Ostos y de la secretaria Elcy Núñez la máxima distinción honorífica Doctor Honoris Causa, que le ha conferido el viernes la Universidad Nacional Experimental del Táchira (UNET).
Entre sonoros aplausos, Moronta se hace con esta distinción a 37 años de haber recibido el título de doctor en Sagrada Teología, tras culminar estudios en la Pontificia Universidad Gregoriana, en Roma; 39 años después de coronar la licenciatura en Ciencias Bíblicas del Pontificio Instituto Bíblico, también en Italia; 49 años más tarde de haberse convertido en bachiller en Teología por la misma Universidad Gregoriana, y 52 años luego de haberse recibido de licenciado en Filosofía en la Universidad Católica Andrés Bello, en Caracas, la ciudad que lo vio nacer hace 73 años.
El obispo y la universidad de los tachirenses cumplen años el mismo mes: el prelado los celebró el pasado jueves 10, mientras que la casa de estudios completará 48 años de enseñanza este próximo domingo 27. En el contexto de esta conmemoración, la UNET honra a Moronta, aunque la decisión del Consejo Universitario (CU) ya estaba tomada desde el pasado noviembre.
Así consta en la resolución del CU, cuya lectura abrió el orden del acto celebrado bajo los debidos protocolos de bioseguridad en el Teatro Principal de la universidad. Como segundo punto, el obispo emérito de Mérida, monseñor Luis Alfonso Márquez, exaltó las virtudes del homenajeado, que en otro tiempo fue su alumno de Castellano en el bachillerato.
El honoris causa es una locución latina que significa ‘por razón o causa de honor’. Se aplica a la máxima distinción o título, generalmente un doctorado, que las universidades conceden como reconocimiento a los méritos de una persona. El obispo Moronta lo interpreta no tanto como un honor para él, sino para la instancia que representa: la Iglesia local de San Cristóbal que está por conmemorar sus primeros 100 años en octubre próximo. “Así es como personalmente lo acepto y agradezco de todo corazón”, confesó.
“Entonces”, compartió su mérito, “se puede entender este doctorado como una dignificación del trabajo realizado por tantos hombres y mujeres, quienes han hecho posible un caminar juntos en espíritu y verdad”, dijo. “Al detenerse en la pequeña figura del actual obispo, estoy seguro (de) que han pretendido otear, en los caminos de ayer y de hoy, la obra de quienes, en nombre del Señor Jesús, han actuado en servicio de los pobladores de este Táchira querido”.
Con estas ideas empezó monseñor su discurso de orden. O, más que eso, una reflexión y una propuesta enraizada en el caminar desde hace más de 100 años de presencia eclesial y que busca reafirmar el ser y el quehacer de esta tierra de “frontera”. Una clase magistral que invita a pensar, desde la experiencia e historia, el futuro de la región.
“Somos una nación”
Monseñor Moronta empezó rememorando que hace 22 años un joven alcalde de Cúcuta hizo un planteamiento sin gran repercusión ni mayor aceptación: considerar el espacio abarcado por todo el Norte de Santander, Táchira y parte del Cesar como del Zulia como una “Nación”. Altamente criticado, en su momento esto fue considerado como un acto de locura.
Al repasar diversas pinceladas, el obispo teorizó que “Nación” no es un concepto cerrado ni anclado en una historia que pareciera nunca cambiar. Es, más bien, una realidad en la que se articulan los distintos componentes y no se cierra al encuentro de otros. “Así, la ‘Nación’, por ejemplo, es capaz de un diálogo cultural y no se transculturiza, sino que es capaz de inculturar e inculturizarse en otras ‘Naciones’”, diferenció.
Al levantar una descripción propia de esta visión dinámica de “Nación”, dejó asentado que algo importante e irrenunciable es precisamente el protagonismo de la gente; por eso siempre será “humanista”.
En el cenit de su disertación, monseñor propuso al auditorio responder a una pregunta clave, necesaria y desafiante, aun cuando pueda hasta llegar a ser considerada “subversiva”: “¿Podemos llegar a pensar que el Táchira y Norte de Santander, junto con otros espacios del Cesar y Zulia, puedan ser considerados como una ‘Nación’?”.
Tras argumentar acerca del contexto geográfico muy peculiar, de la característica de la integración observada desde lo social-económico hasta lo familiar-cultural, el también primer vicepresidente de la Conferencia Episcopal Venezolana (CEV) sostuvo que la respuesta es desafiante ante la osadía de la pregunta.
“Sencillamente, la respuesta es clara: podemos decir que sí formamos o constituimos una ‘Nación’. Aunque descubramos y reafirmemos lo propio de la colombianidad y la venezolanidad, la pertenencia al país de origen, los acuerdos geopolíticos hechos en el pasado y definitorios de las líneas de demarcación fronteriza, en el fondo, existe una ‘Nación’”, zanjó.
“Es muy probable que no se tenga conciencia de esto. Pero, aun así, existe el ‘alma’ propia de una ‘Nación’ que compone Venezuela con Colombia y da inicio a la integración latinoamericana, el gran sueño de los forjadores de nuestra Independencia”, expresó quien este viernes habló claramente como tachirense, pero que en el pasado se desempeñó como obispo auxiliar de Caracas (1990-1995) y obispo de Los Teques (1996-1999).
Al identificar al sujeto constructor y sostenedor de esta “Nación”, monseñor acotó la noción de geomentalidad. Refirió entonces la “comunión de existencias que nacen del encuentro en lo geográfico de herencia histórica, cultural, humana, religiosa, social…”. Al respecto, dejó como asignatura pendiente el estudio y la profundización acerca de este tema de la identidad a partir de un concepto geomental.
Las propuestas y desafíos
La necesidad de dar un paso, el del diálogo entre los que componen la “Nación” fronteriza de este eje Cúcuta-San Antonio-Ureña, fue el siguiente punto abordado. El obispo apuntó a una propuesta de integración. Según él, no es algo extraño a los hombres y mujeres de la frontera que en su discurso presentó como “Nación”; es algo que les resulta propio.
Monseñor lanzó esta propuesta, dijo, para la reflexión de todos y, por qué no, para el inicio de un diálogo interdisciplinar que permita diseñar un proyecto de futuro que beneficiaría tanto a la “Nación” como a toda Venezuela y Colombia. Aclaró, sí, de entrada, que no se debe proponer ni pensar en separatismos, ni en falsos conceptos de autonomía, ni en divisionismos.
Lo que sí propone es, en primer término, la reflexión sobre algo real, que hay que retomar enfatizando en los elementos comunes: “Esto hará necesario que se dé un hecho obligante antes de cualquier diálogo y negociación: el encuentro”. En ese diálogo, ve necesario “comprobar los elementos que nos unen y que son comunes”. Por último, invitó a “asumir el riesgo de ‘soñar’ el presente y el futuro”. Asomó, incluso, lo que podría ser un “estatuto especial de nación de frontera”.
“Integrar no significa ni eliminar ni sobreponer. Es una actitud y una vocación. Como actitud nos permitirá, entonces, saber que sí podemos hacerlo, que somos herederos de un riquísimo legado”, manifestó ante un auditorio parcialmente lleno por la coyuntura sanitaria.
El pastor diocesano dijo estar consciente de que su propuesta “puede ser un sueño, es verdad. Pero un sueño posible”. Advirtió que se toparán con enemigos y adversarios, pero animó a no temerles. “Tener la conciencia de ser un ‘nosotros’ protagonista será el mejor antídoto frente al veneno que pretenden inocularnos los adversarios del desarrollo y del futuro humanizante de nuestra región ‘Nación’”, señaló Moronta, quien continúa vinculado al ámbito académico al ejercer también como Gran Canciller de la Universidad Católica del Táchira (UCAT).
Una carrera académica que lo ha llevado a ser profesor de pregrado y posgrado de seminarios, centros de estudios religiosos, centros bíblicos y universidades, entre ellas la UNET, donde hace dos décadas sirvió como docente invitado en el Seminario de Historia de las Ideas.
Autor de 28 investigaciones y publicaciones durante casi medio siglo, la obra editorial de Moronta empezó con “Comprometerse es servir” (Trípode, 1976) y huele a tinta fresca en las páginas de “José… ¡con corazón de padre!” (San Pablo, 2021), mientras se termina de editar su próximo título, un manual sobre el laicado, que próximamente estará disponible.
Al cierre del acto el rector de la UNET, Raúl Casanova, valoró la “prudencia, tacto e inteligencia” del prelado, así como su posición a favor de consensos lo cual, enlazó, hace paralelismo con los valores unetenses. La autoridad académica consideró que la honestidad intelectual de la que goza Moronta, junto a su esfuerzo, transparencia, disciplina y amor por la ciencia, serán requisitos fundamentales para la reconstrucción de Venezuela.
Este es el segundo doctorado honoris causa que se confiere durante la gestión rectoral de Casanova y aproximadamente el número 12 en casi medio siglo de historia de la UNET. Fruto Vivas, Juan Galeazzi y Jacinto Convit son algunos de los distinguidos. Quienes lo reciben pasan a formar parte de la comunidad universitaria con todos sus derechos.
El coro de la UNET tuvo participación especial para cantarle piezas típicas al nuevo doctor por causa de honor. Con la entrega de reconocimientos por parte de la hermana Universidad de Los Andes – Táchira, con agradecimientos a Dios por la cita y con vivas a la UNET y a la Diócesis, terminó el acto. Pero empezó, en simultáneo, el tiempo para saber quiénes toman y hacen suya la propuesta del doctor Moronta.