Regional

Pedro María Morantes, héroe civil de las letras venezolanas

5 de febrero de 2024

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Víctor Matos

El 4 de febrero de 1918, en París, Francia, fallece el escritor, poeta, abogado y diplomático Pedro María Morantes, víctima de una pleuresía, ya exiliado en ese país europeo por su posición frente a la dictadura gomecista.

Tenía 53 años de edad y se había hecho famoso por la edición de una de sus obras más recordadas: “El Cabito”, que bajo el seudónimo de Pío Gil, logró introducir en el país, convirtiéndose la novela entre las más difundidas del momento.

Sobre este ilustre personaje de las letras venezolanas, ha escrito en diversas oportunidades el historiador, escritor y biógrafo Luis Hernández Contreras, actual Cronista de la Ciudad de San Cristóbal, revelando que había nacido en el sector La Sabana, actual parroquia de La Concordia, en donde se construiría un liceo que lleva su nombre actualmente, cercano a la Plaza Miranda.

Publicó el diplomático urticantes libros contra el régimen, luego de haber realizado estudios de Derecho en Mérida y Caracas, y al regresar a su tierra se distinguió por su radical oposición al régimen liberal amarillo.

Dejó unas reflexiones sobre “andinismo” en varios periódicos tachirenses a finales del siglo XIX, donde reclamaba la autonomía del Táchira, que para la época pertenecía al Gran Estado de los Andes, con su sede principal en Mérida. Ejerció el periodismo en La Idea Restauradora, fundado en 1900, en donde se destacó como escritor y poeta, participando luego como uno de los fundadores del Colegio de Abogados del Táchira, en el cual formó parte de su directiva como vicepresidente.

Fue director del Colegio Federal de Varones, precursor del Liceo Simón Bolívar y a su retorno a la capital de la República se desempeñó como juez de Primera Instancia en lo Civil del Distrito Federal.

Conoció por ello las intimidades palaciegas del régimen de Cipriano Castro, reuniendo buena cantidad de hechos en los que la adulancia y el relajamiento moral fueron los protagonistas de ese proceso revolucionario.

Fue nombrado cónsul en Amsterdam, Países Bajos, desde donde difundió sus primeros libelos. Y al ser descubierto que era el autor bajo el seudónimo de Pío Gil, le causó ser destituido y condenado prácticamente al ostracismo, pues solo volvieron sus restos a su Táchira natal, en donde reposan prácticamente bajo el manto del olvido.

Sin embargo, en homenaje a su trayectoria tanto política como intelectual, a partir de octubre de 1960 se abrieron las puertas del liceo que lleva su nombre en La Concordia, ubicado precisamente a pocos metros de donde había nacido este Hijo Ilustre del Táchira, quien gracias a la actividad literaria, tanto de Hernández Contreras como de Ramón J. Velásquez, se ha rescatado su heroico pasado civil en provecho de las libertades del pensamiento.

Pío Gil desenmascaró

a “El Cabito”

Cipriano Castro fue desnudado políticamente por Pedro María Morantes.

Pedro María Morantes, escudado bajo el seudónimo de Pío Gil, publicó a inicios del siglo pasado su novela “El Cabito”, en donde su protagonista pierde una oportunidad de asesinar al tirano que se había enquistado en la residencia de Misia Jacinta en Caracas, hoy Miraflores, el general andino Cipriano Castro.

En este trabajo literario su autor pone al descubierto la vida disipada del jefe de la Revolución Restauradora y hace una dura crítica contra los oportunistas políticos de siempre que operan entre el pueblo y el Presidente, enfocando alternativamente a grupos e individuos que hacían vida pública en el año de 1907.

El libro tuvo que ingresar clandestinamente al país para su difusión, pues fue considerado como un trabajo conspirador contra el régimen, y que le costó a Pedro María Morantes el cargo de diplomático al ser revelado quién era Pío Gil.

Con el tiempo, “El Cabito” se convirtió entre los libros más leídos en el país, y su contenido fue volcado a la producción de una película a finales del siglo pasado que ilustra la vida disipada de Castro, que terminó con el golpe de estado que le diera su compadre Juan Vicente Gómez y lo dejara en el exilio hasta su muerte.

Víctor Matos

 

 

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