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Inicio/Regional/Plaza Bolívar de San Cristóbal entre el abandono y desidia colectiva

Regional
Plaza Bolívar de San Cristóbal entre el abandono y desidia colectiva

miércoles 11 junio, 2025

La fauna también se ha perdido. En años anteriores, la plaza se caracterizaba por tener perezas, ardillas e iguanas. Las perezas no están allí desde hace muchos años, quedan pocas ardillas, y las iguanas se dice que se las robaron para freírlas

En el corazón de San Cristóbal, la plaza Bolívar aún intenta cumplir su rol de espacio público, de punto de encuentro, de respiro colectivo, pero hoy lo hace a duras penas. Basta un paseo breve para encontrarse con la evidencia de su deterioro: Papeles sueltos, empaques de comida, vasos de café vacíos, restos de chucherías que se mezclan con la tierra seca de unas jardineras donde ya no crece la grama, además de muchas hojas secas.

En uno de sus costados, el que conecta con el sótano del Centro Cívico, un olor nauseabundo a heces humanas advierte que aquí se ha perdido algo más que la higiene: se ha perdido la conciencia del espacio común. Es una escena que habla del descuido gubernamental, pero también de una ciudad que ha ido perdiendo la civilidad.

—Esta plaza, uno de los pocos espacios públicos que quedan abiertos y transitables, se ha convertido en espejo de la descomposición social- dijo Luis Salazar, un adulto mayor que conoce el lugar desde hace muchos años.

A plena luz del día, en medio de entrevistas, dos personas se fueron a los golpes, al punto de llegar al piso y agredirse con un casco para moto. Nadie intervino. Nadie pareció sorprendido. Como si la violencia ya formara parte del paisaje y ya fuera cotidiana, evidenciando que el deterioro social va más allá de la basura.

Quienes viven o trabajan cerca tienen una mirada larga del deterioro.

—En ocho años que llevo aquí, nunca he visto un arreglo más allá que una cuadrilla de mantenimiento. Solo vienen cuando hay algún acto, alguna actividad importante, a hacer mantenimiento, de resto está en ‘primera base’. Prácticamente el mantenimiento es como Semana Santa, una vez a la cuaresma— expresó un trabajador de la zona que no se identificó.

Otros culpan, no sin razón, a los propios usuarios. “En las mañanas vienen las cuadrillas de la alcaldía, pero ya en la tarde, los que toman café, ese mugre como tal, todo se acumula en la tarde porque la gente no usa las papeleras. La gente tira en el piso y no le importa”, expresó uno de los concurrentes en la zona, con el tono de quien ve repetirse la historia cada tarde.

Entre el abandono y la indiferencia

A pesar de todo, hay excepciones. “El señor que cuida los baños no cobra. Los tiene impecables. Hay que pagarle, más bien, por mantenerlos así”, dice uno de los presentes. Pero esas acciones aisladas no compensan el abandono colectivo ni la falta de autoridad.

—La fauna también se ha perdido. En años anteriores, la plaza se caracterizaba por tener perezas, ardillas e iguanas. Las perezas no están allí desde hace muchos años, quedan pocas ardillas y las iguanas, se dice que se las robaron para freírlas, los maracuchos, unos maracuchos que llegaron por ahí— precisó otro de los consultados, quien igual se negó a dar datos personales. Otro vendedor aseguró que aún quedan unas pocas.

— ¿Qué queda de lo público cuando el ciudadano renuncia a cuidarlo?

—Debemos entender que la plaza Bolívar no es solo una plazoleta más, es uno de los pocos espacios públicos que le quedan a la ciudad. Está en pleno centro, en un punto neurálgico donde transitan cientos de personas cada día. Aquí confluyen estudiantes, vendedores, jubilados, turistas. Es, en teoría, un lugar para compartir, para encontrarse, para convivir, pero ese espíritu se va apagando cuando lo común ya no se cuida, cuando nadie se hace cargo- respondió un educador de apellido Pérez, quien tomaba un café y estaba sentado en los espacios de cemento.

— ¿Falta interés de las autoridades por mantener las áreas verdes?

— Sí, falta mantenimiento institucional, pero también falta educación cívica. Falta sensibilidad. Falta comprender que lo público no es tierra de nadie, sino terreno de todos. La plaza puede ser un espacio vivo, digno, seguro, limpio, pero para eso se necesita algo más que una escoba cada mañana o las acciones de la Alcaldía. Se necesita conciencia… Y eso, por ahora, es lo que más escasea. (Haromi Contreras/Pasante UBA)

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