El día que entregó la banda presidencial, el 1° de marzo de 2015, a su sucesor, el presidente de Uruguay, José “Pepe” Mujica dijo estas palabras: “No me voy, apenas estoy llegando, me iré con el último suspiro”, que efectivamente dio a una semana de cumplir sus noventa años, este político singular, quien fuera miembro del Movimiento de Liberación Nacional Tupamaro, en medio de la feroz dictadura que duró en Uruguay de 1973 a 1985, y que le diera ocasión de reiniciar su actividad política.
Para muchos historiadores, este hombre se ha convertido en todo un ejemplo para América Latina, cuyos regímenes muchas veces terminan empantanados en medio de la corrupción, la demagogia y el abuso de poder.
Durante su gestión de cinco años, despenalizó el aborto, aprobó el matrimonio igualitario, legalizó la marihuana y trató de hacer olvidar a la “generación de la ilusión” de las promesas incumplidas del socialismo.
Ha sido equiparada su gestión a las realizadas por los grandes humanistas como Mahatma Gandhi, de la India; Martin Luther King, de los Estados Unidos o el propio Nelson Mandela, de Sudáfrica.
José Pepe Mujica se manejó en su quinquenio en medio de una austeridad impresionante, señalando que los pobres son los que quieren más, los que no les alcanza nada en una carrera infinita de necesidades.
“Soy un viejo medio loco, porque filosóficamente soy un estoico fiel a mis valores” decía, mientras recordaba los años de soledad vividos en la cárcel que le sirvieron para poner en práctica muchas de sus enseñanzas.
“En mi jardín hace décadas que no cultivo el odio, pasión que termina estupidizando al hombre” para criticar a quienes van a envejecer y tener arrugas, preguntándose si traicionaron al niño que tenían por dentro.
Señalaba que triunfar en la vida no es ganar, sino levantarse y volver a empezar cada vez que se cae y que había descubierto como Presidente que el Estado es como una caja de herramientas en donde muchas veces quienes han fallado han sido los hombres al frente del mismo.
“Todas las cosas vivas están hechas como para pelear por vivir”, señalaba este hombre que se convirtió en un símbolo impactante al fortalecer unos principios que dejaron atrás su pasado guerrillero tras pasar catorce años en la cárcel, y convertirse en un referente de la honestidad, la honradez y el prestigio permanente para sus pares latinoamericanos.
De él se dice que no fue un salvador ni un mito sino simplemente un hombre que se mantuvo fiel a sí mismo y a sus convicciones que defendió dentro del marco democrático que siempre cristalizó hasta el último hálito de su vida, ponderada por políticos de todas las tendencias en el mundo.
Emergió con una figura presidencial sin paralelo, rechazando las bondades del poder, refugiado en su humilde fundo en donde sembraba sus propias hortalizas, y manejaba su pequeño automóvil, sin la parafernalia de escoltas y unidades blindadas para ser resguardado. Sin lugar a dudas, ha dejado marcado un antes y un después de su paso por el máximo cargo de una nación, con una conducta que servirá de ejemplo para las nuevas generaciones.
Prefirió su humilde fundo a vivir en la casa presidencial
Tanto por la televisión nacional e internacional, llamaba la atención ver el desplazamiento en el quinquenio de la presidencia de José Pepe Mujica, que hacía manejando su pequeño vehículo Volskwagen escarabajo color azul con el que se movilizaba desde Palacio de Gobierno ubicado en Montevideo, la capital uruguaya, hasta su pequeña chacra, conocido aquí como fundo, en donde lo esperaba su mujer, y que le sirvió de hogar todo el tiempo.
Su austeridad no era una postura, muchos menos un invento, sino una realidad, hasta donde fueron a visitarlo dignatarios de la talla del rey Juan Carlos I de España o el del presidente Obama de los Estados Unidos.
Allí, los fines de semana atendía la siembra de sus hortalizas, la cría de algunas reses, pasarla bien con su perra mascota, y despachar cuestiones de Estado para la semana siguiente.
Una grave enfermedad no le permitió que siguiera entre nosotros, pero hasta el último momento fue motivo de entrevistas y hasta de la filmación de un documental sobre su trayectoria, siendo recibido como un ejemplo de entrega política en bien de su pueblo al que sirvió antes de su mandato y después del mismo, y que ahora es aplaudido mundialmente.
Víctor Matos