San Cristóbal despide una semana más de cuarentena radical, con la mayoría de comercios cerrados y otros abiertos a media puerta.
Freddy Omar Durán
Aunque parecía una zona segura y tranquila para transitar durante el día, en la noche, según reportes dado a conocer por redes sociales, el centro de San Cristóbal ha acentuado su alta peligrosidad.
Los informales no se resignaban, y sobre todo los verduleros, una actividad a la que cada día acuden más personas hallando la supervivencia; manteniéndose cerca de los vendedores de chucherías, cigarrillos, repuestos y cuanta cosa se pueda empacar fácilmente para emprender la huida por si aparece los funcionarios policiales exigiéndoles el retiro.
Gabriela Tovar, vendedora de películas, afirmó que no han podido pues las autoridades han sido estrictas con el cumplimiento.
–Aquí esperamos a que venga la semana flexible para medio parapetear. Esta no hemos podido porque la policía no deja. Hay mucho movimiento de gente, pero igualito no hay ventas. Nos persiguen; pero nadie nos platea una solución al hambre en nuestras casas.
Una sinfonía citadina en la mañana hasta la hora permitida cuyo estruendo producido por cierto tráfico vehicular y peatonal, que disimulaban el profundo silencio de locales, que esperan recuperarse para la próxima semana. Una ciudad donde los rumores de casos de covid-19, y de que en tal y cual casa ya se ha puesto el cartel “familia en cuarentena”; pero igual eso no parece angustiar el paso de los transeúntes.
Otra ciudad en radical
La animada actividad mañanera en las zonas comerciales de San Cristóbal de este comienzo de septiembre la caracteriza la incesante búsqueda de los compradores del mejor precio en víveres y verduras.
Porque en los demás rubros que le son naturales como ropa, ferretería, juguetería, y demás artículos no considerados de primera necesidad, permanecieron vedados en una semana más de cuarentena rígida.
Para obtener alguno de estos productos, muchos recurrían a una reconocida tienda por departamentos frente a la cual los vehículos, entre ellos taxis y mototaxis, se aglomeraban a la espera de los clientes que en el interior formaban largas colas en las que el distanciamiento social se obligaba.
Una semana en la que varias verduras como la cebolla junca, la de cabeza, la papa, y el tomate disminuían en pesos, en razón de ser más atractivos a una clientela reacia a soltar el efectivo, al menos la que cuentan con ellos. Sin embargo, todo dependía de la pericia del cliente para conseguir lo más ajustado a sus presupuestos. En bolívares, moneda en indetenible devaluación, los precios de las verduras oscilaban entre los 100 mil y los 300 mil. Es decir, un salario integral mínimo no aguanta una compra semanal en verduras; y menos la carne que ya superó en un solo kilo el ingreso básico de un trabajador venezolano.
Ese replegarse del mercado de compradores se vio reflejado en la muy floja actividad este fin de semana en la Villa de Los Buhoneros.