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19 de abril de 2024
460 años hace, treinta personas decidieron quedarse en estas tierras, y empezaron la construcción de un gentilicio muy especial. Hoy, el sancristobalense simplemente se acomoda a las presentes circunstancias sociales, políticas, económicas y de salud. Pero, aun así…
Humberto Contreras
El capitán español, avistó el panorama que le ofrecía esta tierra de gracia. Tomó un descanso de su extrema jornada, además, en recogimiento por la Semana Santa que recién se iniciaba, y luego de internalizar el ambiente que podía apreciar con todos sus sentidos, decidió que el sitio era adecuado para asentar allí, para la historia, la huella de su paso.
Entonces, con la autoridad que le otorgaba el ser encargado de la expedición ordenada por el Cabildo de Pamplona y autorizada por la Real Audiencia de Santa Fe de Bogotá, Juan Maldonado Ordoñez y Villaquirán decidió fundar allí un poblado con el nombre de San Cristóbal, en recuerdo y homenaje a su terruño de infancia.
La expedición continuó a los días, pero treinta personas se quedaron. Acomodaron las escasas pertenencias, y decidieron hacer aquí su vida. Treinta personas que emprendieron entonces la jornada de construir el futuro, a base de trabajo en el campo, que se ofrecía generoso y fértil; de emprendimientos fabriles, y también de compartir de corazón, la amistad y la espiritual sensación de disfrutar el entorno natural del que disponían.
Así nació la cordialidad de los habitantes de San Cristóbal reconocida, por demostrada, internacionalmente.
San Cristóbal cumple hoy, 460 años de aquellos acontecimientos. Sus más de 300 mil habitantes, diez mil veces más que cuantos iniciaron el gentilicio sancristobalense, aunque la ciudad es el centro motor de un conglomerado metropolitano cercano a las 750 mil personas.
Cada año, la ciudad hacía festejo de su aniversario. Incluso, pese a las circunstancias adversas que nos acompañan desde hace unos 20 años, la ciudad no se amilanó en ese lapso, para conmemorar su “venida al mundo”. Y los sancristobalenses compartían orgullosos.
La ciudad ya no es la misma
desidia no solo del gobierno, sino de los ciudadanos. (Foto Tulia Buriticá)
San Cristóbal recibe cognomentos, por cada cual, más orgullo de sus hijos. Se le llama Ciudad Señora de los Andes, y se le llama la Capital de la Cordialidad. Y los sancristobalenses hacíamos lo posible, por demostrarlo.
La ciudad llegó a ser una de las más limpias de Venezuela. Limpias no solo de ausencia de basura pública en sus calles y sus parques, sino en la presentación de sus fachadas, en el cuido de sus edificios.
Pero al conmemorar sus 460 años, la ciudad no ofrece la estampa de jovialidad y alegría que le caracterizaba. Sus principales calles y avenidas están bordeadas de edificaciones abandonadas, con sus puertas cerradas a la vida, algunas en ruinas, y carcomidas por la despreocupación de sus propietarios.
El abandono de la buena presencia que caracterizaba las fachadas de casas y locales comerciales, se convierte en epidemia, en la que nadie parece interesarse. La imagen de una ciudad descuidada, que poco importa a quienes a diario transitan por sus calles y avenidas, se va guardando en la mente de los sancristobalenses, que así van acostumbrándose a ella.
Aparte de ello, su cumpleaños llega en un momento en que la crisis pandémica y el descuido de gobierno y ciudadanos, ha hecho necesaria la aplicación de medidas de cuarentena obligatoria, lo que hace que sus calles permanezcan solitarias, profundizando aún más, los síntomas de abandono y desinterés.
Abandono y desinterés que no es exclusivo de la conducta y del sentimiento de sus habitantes, sino que, también, de la acción de gobierno, tanto nacional como municipal. La soledad y la tristeza que ventean sus calles, son el mejor testimonio, y la consecuencia.
Nos cabe la esperanza, que es lo último que se pierde según la sabiduría popular, de que pronto empecemos a recoger nuestro disipado amor por la ciudad, y a ponerlo en práctica por la pronta recuperación de la cara citadina, alegre, entusiasmada, cordial y bienaventurada que siempre tuvo para con nosotros mismos y para quienes nos visitan.
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