461 años cumple este jueves, 31 de marzo, San Cristóbal, la ciudad que todos transitamos y muchos desconocemos. Los cambios ejercidos por eventos económicos, políticos, y sociales –en los que se incluye una problemática relacionada con los servicios y espacios públicos-, nos la presentan muy distinta a lo que era 10 años atrás, pero, aun así, su esencia permanece y, como los investigadores de la urbe insisten, solo a ella podemos acceder por un honesto y profundo conocimiento de la misma.
Por Freddy Omar Durán
San Cristóbal no ha sido fundada una vez, ha sido refundada en múltiples oportunidades y no solo a través de proyectos político-administrativos, sino por los sueños y aspiraciones, que cubren lo social, cultural y económico, de parte de sus pobladores, especialmente los que no se arrepienten en estar atrapados por un encanto que ni el deterioro de sus espacios públicos, ni la fragilidad de sus normas de convivencia, ni la salvaje lucha por la supervivencia, han agotado.
Luego de la pandemia, otra ciudad ha nacido, y sus habitantes casi que la recorren como si fueran turistas, a falta de otros destinos para viajes vacacionales o de negocios, por motivos diversos. Otra ciudad en la que, los que han decidido quedarse, se dividen entre los que se refugian en esperanzas y recuerdos, y los que le imprimen ganas a sus emprendimientos y pregonan la convicción en lo local.
Pero ese afán de luchar día a día, y que pareciera traernos a la ciudad más presente que nunca, realmente la hunde más en el olvido, pues no nos deja tiempo para remontarnos a nuestros orígenes, ni a reconocer en ella sus valores, los hitos fundamentales de su construcción y las leyendas, anécdotas y costumbres que dan vida a lo que pensamos, como un ente sujeto a la inercia de la rutina y el afán.
Retomar el proyecto
Antropólogos, arquitectos y sociólogos la han mirado con más detenimiento, la han recorrido con otros ojos y se han sentado a escucharle un canto ignoto, coincidiendo en que, si bien ha perdido el rumbo, el mismo puede ser recuperado, aprovechando que una juventud ha tomado las riendas, y una veteranía que no acepta ser desplazada, convencida de que incluso sus recuerdos valen oro para cualquier proyecto de desarrollo.
Esos investigadores le han medido el pulso y, en los últimos años, le ha encontrado un ritmo diferente, marcado por una economía en la que prevalece el interés por ganar divisa extranjera, marcado por el paso de los servicios públicos, especialmente la energía eléctrica, que lo apaga o lo acelera, o el replanteamiento de nuestros referentes urbanos. Un ritmo que no todos pueden bailar, por el cual más de uno claudica, u otros terminan rendidos.
Una ciudad habitada por los ausentes, porque aunque si bien es cierto sancristobalenses han partido buscando oportunidades en otros países, el deseo de volver siempre ha estado latente, y a lo lejos preparan el terreno para su regreso, o hacen su aporte para que ella no se estanque. Pues casas y plazas, que a ratos se deshabitan, dan la bienvenida a nuevos moradores.
*Una ciudad para ellos
San Cristóbal, como proyecto colectivo, ha perdido su rumbo, hecho menos reciente de lo que se podría creer y, como nos dice el cronista de San Cristóbal, eso se puede notar en el descuido al patrimonio arquitectónico.
—La destrucción de la ciudad viene desde 1915, cuando Eustoquio Gómez destruye la casa donde pernoctó el Libertador en 1813. Y ese proceso de destrucción del patrimonio continuó con la destrucción de la vieja cárcel y el cuartel militar para construir el Edificio Nacional. Si hubiese sido por Pérez Jiménez, se hubiese destruido el Palacio de los Leones, porque eso se tenía previsto. Y todo eso no es más que un acto de ignorancia de parte de los gobernantes, y de indiferencia de parte de los propietarios de esos inmuebles, que les dieron la espalda. Siento que hay que establecer políticas sobre el patrimonio que no agredan ni destruyan lo poco que hay, porque a veces, de buena fe, también se puede tergiversar nuestra historia particular. Un ejemplo es el desconocimiento del significado de la Cuesta del Descanso de La Guacara, que los vecinos no saben que por allí pasaba el Libertador, en 1820, en otras partes hasta cobrarían por parar allí— afirmó el historiador Luis Hernández.
Hernández diferencia el pasivo y rutinario recorrer de una ciudad para el que siempre le parecerá lo mismo, del que amándola a través del mismo conocimiento que tiene de la misma, la sabe valorar y también sufrir al verla sometida a la indiferencia.
—Somos proclives al olvido de las buenas cosas que los otros hicieron. Aquí no se recuerda dónde nació Manuel Felipe Rúgeles o Jóvito Amado, qué pasó en esta calle. Parece una maldición querer recordar gentes y hechos. Nosotros, que ´pateamos´ la ciudad, que viajamos en buseta, sabemos el valor que tienen todos esos espacios. Pero nadie puede querer lo que no conoce— recalcó.
Sondear el alma citadina
Por su parte, para el antropólogo Anderson Jaimes la recuperación de San Cristóbal va más allá de una rehabilitación de lo físico y/o una repotenciación de la infraestructura física.
—Es necesario recuperar esa memoria que nos conecta con el territorio y nos hace sentir como parte de un conglomerado. Debemos empoderarnos de la ciudad, sentirla como propia. En la medida en que la gente sienta como propias sus casas, sus plazas, en esa medida se van a salvar. La ley, por lo general se viola, pero el sentimiento que nos une a ella sí perdura, si se respeta. ¿Cómo se logra esto? Incrementando la necesidad de rescatar y conocer nuestra historia, podemos lograr que por voluntad propia la comunidad se aboque a defender lo que considera suyo. La ciudad va a florecer en el momento en que perdamos la ignorancia y la vergüenza por nuestros valores— declaró Jaimes.
Agregó el antropólogo que las actuales circunstancias han llevado a algunos sancristobalenses a un redescubrimiento del entorno, incluso a muchos que pudieran estar más orientados en otras ciudades.
—La gente desconoce que San Cristóbal funcionaba antes como un circuito independiente de las demás ciudades, y era una ciudad a la que le cantaban los poetas y los músicos. ¿Qué pasó con ella?, qué recordaban los abuelos antes de la irrupción de la modernidad. Esos lazos que han nutrido la ciudad, esas alianzas que ha construido el urbanismo, se han roto y en la medida en que las reconstruyamos, no solo desde la intelectualidad sino desde la sensibilidad, conoceremos cuál es la verdadera dinámica de la ciudad, a partir del reconocimiento de la vocación de nuestros espacios y de nuestra relación con la naturaleza, de las cosmogonías de nuestros habitantes, y sabremos cuál es la ciudad que queremos. Mientras sigamos en ese desconocimiento, seguiremos haciendo cajas en forma de cajas de zapato, que no dicen nada de identidad ni de memoria—.
Reformateo constante
En la misma línea, el arquitecto Henry Matheus Jugo ve necesario un retorno a la vocación por el saber y la educación del sancristobalense, especialmente en la formación de aquellos con perfil a ocupar posiciones de liderazgo.
—Necesitamos un liderazgo culto para que entienda cuál es su verdadera misión, al asumir un rol en la conducción de San Cristóbal, para administrarla con respeto y admiración, no considerarse autosuficiente para terminar tomando determinaciones fundamentales. Yo considero que lo más importante es la educación de nuestros políticos y nuestra sociedad—sostiene Jugo.
En concepto del planificador, el urbanismo no debe ser un criterio manejado a puerta cerrada dentro de oficina municipal, pues sus principios y directrices merecen el público manejo.
—El urbanismo atañe a todo ciudadano, a todo profesional, no es un asunto exclusivo de arquitectos, de planificadores, de urbanistas. A mí me parece urgente sentar a los alcaldes en una sola mesa para discutir el destino del Táchira, pues muchos creen que su gestión es autónoma e independiente de otros municipios. Todo debe operar bajo el principio de la mancomunidad— agregó Jugo.
Lo que para muchos es un ocaso, para otros es un amanecer, e independientemente de estos pareceres, San Cristóbal, está condenada o destinada a cumplir el ciclo del ave Fénix, y esto ha sido especialmente observado por el arquitecto Walter Durán.
—San Cristóbal siempre se reinicia en su propia identidad. Nunca, como en este momento, San Cristóbal ha sido una ciudad de paso, con esta migración hacia la frontera, una condición que le ha caracterizado. Hay una necesidad de reinventar o incluso rediseñar al político ciudadano. En los estamentos administradores del municipio debería crearse una escuela de gerencia y gestión urbana, para que todo el personal pase por allí. A veces lo que prevalece es un ejercicio arbitrario de las capacidades de hacer, sin ningún tipo de reflexión, ni responsabilidad— sostuvo Durán.