Regional
Se agravan daños en la carretera entre Puente Real y El Mirador
19 de julio de 2021
A pesar de ser vías imprescindibles para comunicar a San Cristóbal con los municipios fronterizos, lo que representa un enorme significado para la economía tachirense, su estado deja mucho que desear.
En la salida entre el área urbana de San Cristóbal, luego de pasar Puente Real y tomar vía a Mata de Guadua, lo más temido está a punto de suceder, y lo peor es que si este tramo vial colapsa, las alternativas para los conductores, para ir o venir desde los mencionados municipios, serían nulas.
Hacia Rubio, por ejemplo, con mayor gravedad en el sector Santa Elena, abundan los puntos críticos, y tomar por el Jardín Metropolitano, rumbo a Zorca-San Isidro, sobre una estrecha y accidentada senda, es una audacia.
Marcos Moncada, un vecino de Puente Real, declaró que “la crisis del combustible, la suspensión del transporte durante gran parte de la cuarentena, y otras circunstancias críticas del país, nos obligan a pensar en esas vías, no solo como aptas para automotores, pues también los caminantes hacen uso de ellas. Y si la zona asfaltada deja mucho que desear, las aceras ya casi están extintas o han sido devoradas por los elementos de la naturaleza”.
Un hecho, que no puede pasar desapercibido, es el asentamiento a lo largo de la autopista de diversidad de tarantines –improvisados en vehículos o quioscos fijos- que si bien se han dedicado especialmente a los víveres, también algunos ofertan combustible y aceites para motor.
En los tiempos de mayor restricción del transporte público en la cuarentena, mototaxis y taxis “piratas” completaban el cuadro de economía de supervivencia instalado en la zona.
Comenzando el kilómetro 1
Apenas se ingresa a San Cristóbal, la convaleciente vía muestra los primeros síntomas de una enfermedad: dos fallas de borde localizadas en Industrias San Cristóbal, sobre el kilómetro uno, constituyen trampas perfectas sobre un terreno empinado.
“La pared que ha servido de división a una propiedad privada en esta brecha, de aproximadamente 13 metros de largo por cinco en su punto más ancho, abruptamente aquí se cercenó, quedando incompleto el mural de una institución oficial, que ya no puede dar la bienvenida a los visitantes ni proclamar publicitariamente a los locales de su existencia”, recordó Luis Labrador, un conductor que transita todos los días por esta arteria vial.
Mostró que al otro lado, muy cerca de una montaña devastada, al ser cantera de tierra greda, un hueco se ensancha, de tal manera que tarde o temprano terminará juntándose con su similar, complicando más las cosas.
Mientras tanto, bajar la velocidad, sobre todo si se va de bajada, es lo que le corresponde al conductor precavido, en un tramo reducido prácticamente a un canal, compartido entre los que vienen de un sentido u otro.
En sus cercanías, las ventas de frutas y verduras se han mantenido; no obstante, cierta informalidad en este rubro está últimamente en desbandada. Quienes los atienden han pasado más de un susto al escuchar el frenazo de dos vehículos a punto de colisionar, o cuando los ocupantes de las motocicletas terminan en el suelo al tratar de esquivar la tremenda tronera.
Sin víctimas fatales en estos últimos meses, ya las autoridades han dado por sentado que esa falla de borde es una de las tantas cosas a las que ya debimos habernos acostumbrado; sin embargo, ha cobrado otras víctimas, las silenciosas, las que han tenido que escarbar en sus bolsillos el pago de los daños cobrados a sus vehículos.
Otro conductor se acercó al equipo de Diario La Nación para informar que “el relleno que se le ha aplicado a la tronera habla de un intento de contrarrestar un hundimiento que sigue vivito y coleando”.
“Cierto es que emparejar con tierra y asfaltar no sería un remedio satisfactorio, pues un problema a más profundidad debe arreglarse, lo que implicaría inhabilitar la vía un buen tiempo, y sin por dónde desviar el tráfico, siendo esa autopista vital, la solución definitiva implicaría varias decisiones en las que deberían trabajar en conjunto organismos municipales, regionales y nacionales”, dijo.
Casi que aceptando la derrota, cierta señalización trata de advertir la presencia de un hueco muy traicionero, pues casi se hace visible ya encima de él, y solo los frecuentes usuarios de la ruta saben que deben bajar la velocidad y esquivarlo.
Otra solución, tan provisional como improvisada, ha sido levantar un montículo de tierra para contención de vehículos y así evitar que se despeñen por el barranco, o estén alertados de un viraje oportuno.
Unos cien metros más allá del puesto de la Guardia Nacional Bolivariana, en El Mirador, un viejo dolor de cabeza está a punto de resucitar, pues los huecos y los quiebres pululan, y lo que se pretendió haber aplanado durante un buen tiempo va obteniendo un preocupante aspecto ondulante.
Freddy Omar Durán