Regional

Se agudizan los cortes de electricidad

19 de septiembre de 2019

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Las suspensiones del servicio, en algunas zonas, han durado hasta 12 horas

El reloj marcaba las 6:00 a.m. cuando la mitad de la frontera de San Antonio del Táchira se quedó sin electricidad, este miércoles. Muchos, a esa hora, estaban preparando sus desayunos, y otros encendiendo la radio para informarse; también  hubo quienes, en ese instante, salían de sus hogares, rumbo al lugar de trabajo.

Mientras eso pasaba en una parte de la jurisdicción, otras comunidades, a esa hora, apenas estaban recibiendo el servicio. Había transcurrido la madrugada sin luz, lo que se traduce en una «noche en vela», pues los intensos calores, comunes en la localidad, le dan un matiz más sombrío y desgastante al escenario.

Al día, hasta tres cortes suelen contabilizarse. Las horas no están establecidas y el tiempo de duración, tampoco. Algunas comunidades han pasado cerca de 12 horas bajo el amparo de una vela. En Pedro María Ureña, la situación es igual o más precaria. No hay tregua ni pronunciamientos que aplaquen la incertidumbre.

Los vecinos, al ser consultados, asomaron su descontento. No dudaron en expresar ese malestar, que se refleja en una mirada que no pudo conciliar su sueño. A esto, se suma la perenne escasez de agua potable, la falta de gas en los hogares y las frecuentes caídas del servicio de Internet, ABA.

«Ya parecemos zombis»

Franklin Monsalve, de 35 años, vive en Tienditas, en Ureña, y trabaja en un estacionamiento en San Antonio del Táchira. En las últimas noches, cuando ha arribado a su casa, además de la oscuridad de la hora, se imponen los cortes eléctricos. «Es fastidioso. No se puede descansar, el calor no deja. Al otro día toca ir a trabajar como un zombi», aseguró.

«Es difícil hallar una palabra para definir lo que estamos viviendo. Es caótico», lamentó el padre de dos niñas. Recordó el riesgo que corren los electrodomésticos; «si se llegan a dañar, es imposible recuperarlos.  Ahorita solo se gana para medio comer», indicó.

Entretanto, a Rosalba de Rojas, de 56 años, ya se le dañó la nevera. Cuando va a comprar carne, adquiere solo el pedazo del día, pues no tiene dónde refrigerarlo. «Se me hace cuesta arriba comprar aunque sea una de segunda mano. Los bolívares no dan para eso, ni siquiera para comer. Lo que llega de pensión lo invierto en una paca de harina y de arroz», puntualizó la dama.

«Estamos muy mal. Nos tienen ponchados con esa luz. La quitan por cinco horas, y cuando la restablecen, solo dura una hora. Así no se puede vivir, ya que en la madrugada también la quitan y nos obligan a estar despiertos. El calor es insoportable, más en estos días», contó.

El caso de Daniela Gutiérrez, de 19 años, también reconstruye el drama que se padece a diario en la otrora frontera más viva de Latinoamérica. «Tengo una hija de dos años y cuando se va la luz, en la madrugada, me toca compartir con mi esposo para echarle aire con un pedazo de cartón. La idea es que, aunque sea ella, logre dormir», describió.

En su zona, hacia el barrio Simón Bolívar, los cortes han sido de hasta 12 horas. «Esto nos impide cocinar, ya que por la falta de gas decidimos comprar una cocina eléctrica, pero los apagones tampoco nos ayudan. A veces, solo desayunamos pan y agua», aseguró la joven progenitora.

Gloria Andrea Betancur, de 41 años, se rebusca vendiendo pasteles y chucherías en su casa. Ya logró armar una minitienda que le permite ganar en pesos. «Los clientes están conscientes de los cortes y se comen los pasteles fríos. Hoy se fue a las 6:00 a.m. y no pude conectar el calentador para mantenerlos a esa temperatura», precisó.

Betancur, para sortear los obstáculos, acude a quienes revenden el gas con el propósito de no parar la producción de desayunos. «La bombona de 18 la compro en 60 mil pesos», detalló, para luego hacer énfasis en la necesidad de que exista una programación para los cortes.

«Si uno supiera la hora en que se va ir la luz, uno pudiera distribuir su tiempo, pero ni eso sabemos. La cortan cuando quieren y la ponen cuando quieren también. Hasta cinco horas he pasado sin luz. Al día se registran, mínimo, tres suspensiones del servicio», recalcó.

 

Jonathan Maldonado

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