Regional

“Se necesita de Dios para sanar”

15 de enero de 2021

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Freddy Durán


“A los 22 días, después de ser diagnosticada con covid-19 y de realizarme el último examen, cuando me dijeron que salí negativa, mire hacia el cielo, me hice la cruz y le di gracias a Dios porque me había concedido vivir, porque volvía a nacer”.

Para la sexagenaria Arsenia del Carmen Mora Cárdenas, la enfermedad le significó la reafirmación de su fe católica. La incorporó como parte de su recuperación, a la cual en su concepto también contribuyeron las oraciones de sus familiares, y de quienes la han acompañado en su trayecto religioso.

Para ella, antes que nada estaba la voluntad de Dios, y si se hubiese dispuesto estar ante su presencia, no habría tenido problema en aceptarlo; pero en el fondo razones tiene para no partir de este mundo: sus hijos y nietos, que se han hecho vida en otros países buscando un futuro mejor.

—Yo en esos momentos me aferré a Dios, más que nunca. Tuve mis ratos de tristeza, pues tengo a dos  de mis cuatro hijos en el exterior, así como algunos de mis nietos y bisnietos. Sufría por ellos, porque ellos me aman y yo los amo. Quería verlos, y sabía que estaban sufriendo a causa de mi enfermedad –afirmó entre sollozos la señora Mora.

Lucha de dos meses

Fue una lucha de dos meses, que le restaron 7 kilos, y durante los cuales hubo malestar general, decaimiento, fiebre, diarrea, dolores de cabeza.

Afortunadamente, los episodios de asfixia fueron leves y todo evolucionó, de tal manera que no ameritó ser internada de emergencia y pudo guardar reposo en el hogar. Para ella, una buena alimentación, y el consumo de los “té de las abuelas”, así el desgano a ratos se imponga, repercuten en la cura definitiva, antes, durante y después de la enfermedad

—Me dieron el tratamiento. ¡A Dios Gracias!, en el CDI me lo dieron todo. Lo cumplí al pie de la letra. Me quedé en casa y me hacía inhalaciones de eucalipto con mentol, que sentía me llegaba hasta los pulmones. Me dio muy mínimo de asfixia, tal vez por todas las previsiones que había tenido antes de contagiarme –narró.

— Es una recuperación muy lenta, para lo cual uno necesita alimentarse bien, aunque al ingerir, era como si estuviera comiendo un trapo, Me decía a mí misma que tenía que comer. No se podía dejar de comer, sobre todo frutas: son muy necesarias, vitaminas, porque las defensas se bajan completamente. Estuve cuatro días completamente en la cama. Me levantaba muy poco, y también me daban mareos — agregó.

Estar entregada a la voluntad de Dios, para la señora Mora no equivalía a estar entregada a la enfermedad, y desde que cundió la alerta en la población, se cuidó lo más que pudo, hasta era muy asidua a prepararse cuanta “matica” podía. No obstante, en el cumplimiento del deber cristiano de asistir con oraciones al alma del difunto, piensa que probablemente el encuentro con una persona en un velorio, de la que se enteraría posteriormente que padecía covid-19.

—Antes de que en el CDI me entregaran los resultados, yo ya sabía mi condición porque había perdido el gusto y el olfato. Lo más difícil fue decirles a mis hijos en el exterior. No quería alarmarlos, y que se apenaran porque no tenían la manera de venir de tan lejos a atenderme. Pasaron muchos días antes de comunicarles la noticia, y al final me decidí, ya que si pasaba algo más grave, no fueran tomados por sorpresa. Al principio se desesperaron allá, pero traté de ser delicada, y todo el tiempo les decía que estaba bien.

Afirmó que sus hijos están en los caminos de Dios, pertenecen a la comunidad de los Testigos de Emaús, y les pidieron a sus hermanos que la pusieran en oración, así como lo hicieron sus hermanos catecúmenos.

— Fue maravilloso. Estoy muy agradecida de todos aquellos que estuvieron pendientes de mí, que me mandaban mensajes alentadores, que preguntaban por mi salud. Eso me animó mucho, me dio mucha fuerza— dijo.

Fe ante todo

Recibir el afecto, la solidaridad y la atención, no solo de su familia sino de otras personas, lo tomó como un caldo del alma, sobre todo cuando se requiere obligatorio aislamiento. De similar forma, no sentirse inútil constituyó otro soporte moral.

—No necesitaba ni me que me cocinaran, yo misma hacía la comida, a excepción de 4 días en los que ni podía levantarme de la cama. Es necesario, cuando se puede, estar activo. Traté de mantener la distancia de todos en la casa, e incluso en ella usaba tapabocas. Yo recomiendo que no se encierre al familiar afectado completamente, y que no se comunique con nadie; no, porque se deprime, y eso puede traer peores consecuencias.

Una comunicación que la señora Cárdenas sobre todo establecía con Dios y la Santísima Virgen

—Lo que nunca deje de hacer fue la oración. Yo sabía que ahora, más que nunca, tenía la muerte cerca. Hacía mis santos laudes en la mañana, escuchaba la misa por televisión o por audio, que me llegaban por wasap. En las tardes rezaba el santo rosario. Uno siente miedo, pero con la oración uno se reestablece, se tranquiliza, porque, sea como sea, se cumplen los mandatos de Dios.

 

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