Muy sentida la muerte del doctor José Maximiliano Alvarado Ramos, quien dejó de existir el pasado vienes, en horas de la tarde.
Insigne médico de la salud pública y epidemiólogo, profesional que formó parte activa de la salud pública entre las décadas del 50 y 80, caracterizado siempre por su buen humor y amor al prójimo.
Fue jefe de los servicios cooperativos de salud pública en el estado Táchira, entre 1968 y 1974, y fundador de la Oficina Central de Epidemiología, donde se mantuvo hasta el momento de su jubilación.
Los cambios estructurales y organizativos de la salud en el Táchira se deben en gran parte a un equipo de sanitaristas del cual formaba parte el doctor Alvarado, como fue conocido por sus pacientes.
Este grupo de médicos plasmó las bases políticas de salud, incrementando y mejorando la atención primaria en salud en la red asistencial, la cual en sus momentos fue ejemplo para Latinoamérica.
El doctor Alvarado falleció a los 98 años, “dejando un legado de historia de soldado de la salud pública”, resaltaron sus colegas.
Le encantaba la montaña, su verdor y el frío. Enamorado de los pueblos andinos, de manera especial Palmira, lugar que fue su terruño por años y donde se convirtió en el mejor amigo y médico de sus habitantes, recordó el doctor Ismael Marquina.
Quienes lo conocieron y compartieron con él sus últimos años, aseguran que nunca se olvidó de Palmira, siempre estuvo en sus mejores recuerdos.
—Defensor social, cristiano, amigo y servidor de todos; simplote, de hablar característico y dado a la risa y la amistad, teniendo por delante su sencillez, así lo describió Marquina.
Hoy los médicos están sentidos, pero tienen la certeza que Dios sabe compensar a los hombres buenos. (Nancy Porras)