Norma Pérez
Leyna Leal caminaba por el puente sobre el río Carapo en dirección hacia La Palmita. Comenzaba a llover, levantó la mirada y se le notó la angustia al percibir el cielo encapotado. Ella y ocho miembros de su familia quedaron a la intemperie.
El miedo la embarga cuando empieza a llover. La casa de dos pisos en la que habitaba hasta el sábado 7 de noviembre quedó destruida, se rompieron las paredes y el primer piso se inundó completamente.
La vivienda albergaba tres familias que hoy están alojadas donde algunos parientes de buen corazón.”. Esa casa la compró mi abuelo hace más de medio siglo, mi papá está ahí desde que era un niño, y ya tiene 64 años. Ahora, mi tío se queda a cuidarla, porque allí también hay un negocio que es el sustento de todos nosotros”.
La noche del desbordamiento del río Carapo, esta joven de 18 años de edad, estudiante de idiomas extranjeros en la Universidad de Los Andes, compartía con sus amigas. Para ella fue impactante recibir la noticia, pero lo peor fue ver el estado en que quedó su hogar.
“Siento una nostalgia inmensa por tantos recuerdos. Las vecinas fallecidas, eran como una familia para nosotros, la señora Marina, una abuelita de toda la vida que nos vio y nos cuidó”. La mirada se nubla. También llueve en su corazón.
Dice que sus parientes se salvaron porque a su mamá le molesta dormir con la luz encendida. Esa noche no había energía eléctrica y cuando se restableció, se levantó a apagar el bombillo que había quedado prendido; cuando buscó sus zapatos, los vio flotando.
A sus tíos la fuerza de la corriente les empujó la puerta de la habitación y los despertó. Buscaron a los niños de 6 y 7 años para ponerlos a salvo; intentaron refugiarse en el segundo piso pero el agua alcanzaba los dos metros y no fue posible. Lograron salir a la calle y corrieron hacia el cerro.
“Gracias a Dios todos estamos vivos, perdimos mucho pero lo importante es que estamos bien y vamos a salir adelante. Tenemos familiares y amigos que nos brindan su apoyo. A pesar del alma acongojada, en la voz de Leyna Leal hay un dejo de esperanza.