Raúl Márquez
Además de seguir ejerciendo como docente, se dedica a una parcela, con la que se ayuda económicamente para sacar adelante a su familia
La parcela del profesor José Herrera está ubicada en la Isla de Betancourt, un sector agrícola del municipio Fernández Feo, muy conocido por constituir una zona de tierras fértiles para la siembra y el cultivo de algunos de los principales rubros agrícolas consumidos por los venezolanos, como la yuca, el plátano, el guineo, el maíz, entre otros.
Además, es conocido porque durante los largos periodos de lluvias, las unidades de producción ubicadas en las riberas del río Uribante, suelen resultar afectadas por las crecidas de su afluente.
Desde el inicio de la pandemia, este lugar constituye el entorno en el que cifra su día a día el licenciado en Educación y especialista en el área agrícola, quien contabiliza 13 años de labores pedagógicas en la Escuela Técnica Agropecuaria «Pbro. Rubén Darío Mora», perteneciente al Movimiento de Educación Popular Integral Fe y Alegría, ubicado en Naranjales, parroquia Alberto Adriani.
—Antes de la pandemia trabajaba los días libres y fines de semana, actualmente, debido al método 7 + 7, me he dedicado a tiempo completo a la parcela: asisto al colegio dos días de la semana flexible, y sigo atendiendo a los estudiantes de manera virtual, vía telefónica—comenta José Herrera.
Llevar a la práctica sus conocimientos
Cuando inició sus labores pedagógicas en la institución en la que años atrás se había graduado de Técnico Medio en Agropecuaria, sintió un regocijo indescriptible. Era como devolverle a aquel colegio todo lo que sus docentes habían hecho por él, por su formación integral, y por enseñarle la importancia de la agricultura para el desarrollo del país.
—Para mí fue un paso crucial volver al colegio Fe y Alegría Naranjales, luego de estudiar educación en la Universidad Pedagógica Experimental Libertador —Upel— de Rubio. Era como saldar una deuda de vida. Y a pesar de la crisis, mientras Dios quiera y tenga salud, seguiré allí, porque me formé, profesionalmente, como educador y seguiré contribuyendo en la formación de los estudiantes, con aprendizajes significativos en el área agropecuaria—, subraya el docente agricultor.
El sueldo es una cifra simbólica
El gris panorama de los últimos años, en el ámbito socioeconómico, lo ha tentado en más de una ocasión, a tomar la determinación de darle punto final a su ciclo como docente y dedicarse de lleno a su parcela. Sin embargo, la vocación y la esperanza de que la situación cambie para mejor, algún día, lo mantiene anclado al puerto educativo.
—Es cierto que he pensado alguna vez en renunciar al colegio. Lo he pensado, debido a que, para nadie es un secreto, que la situación económica del país ha hecho que nuestros salarios no alcancen para adquirir ni siquiera la mínima parte de los alimentos y cubrir los gastos básicos para sostener el hogar y la familia. Pero sigo con la convicción de que estoy aportando algo para que las condiciones de mis alumnos sean menos difíciles—, sostiene.
Los agricultores requieren más apoyo
Aunque tiene su casa y su familia en Naranjales, suele pernoctar en la parcela, que ya es segundo hogar. Antes del amanecer, está de pie, dispuesto a ejecutar lo que le imponga el ciclo de cada cultivo.
—En la parcela me dedico, principalmente, al cultivo y producción de musáceas, es decir, plátano y guineo; además, de yuca, ocumo, maíz y cacao. Ha sido un trabajo gratificante, porque coloco en práctica mis conocimientos y, a su vez, aprendo nuevas técnicas, además de confirmar las que ya conozco y he desarrollado durante años, como docente y agricultor—apunta Herrera.
Pero no todo ha sido color de rosa para este docente del sur del Táchira. En su labor agrícola, José Herrera ha debido lidiar con las dificultades y limitaciones que enfrentan a diario los productores del campo en nuestro país. Pese a ser considerados un motor esencial del desarrollo, en muchos casos, la falta de apoyo, de insumos y combustible, son obstáculos del día a día para él y sus vecinos de otros predios.
—Hay momentos en que ejercer la agricultura se torna en una experiencia difícil, ya que no se cuenta con los recursos para invertir en herramientas e insumos, los cuales son necesarios para mejorar y aumentar la producción, aspecto que incrementa el trabajo y disminuye el tiempo que pudiera dedicar para otras actividades—reflexiona.
Una quincena apenas alcanza para dos productos. Apenas alcanza para cuatro o cinco pasajes. Hace diez años, en estas mismas fechas, muchos educadores habían comprado al menos una muda de ropa, tres pantalones, dos pares de zapatos. Podían ahorrar y adquirir sus vehículos, aunque fuesen de segunda. Hasta se daban el lujo de vacacionar.
Esto permitía que se dedicaran, a tiempo completo, a su invalorable misión. Hoy luchan no solo por llevar el sustento a sus hogares, sino por seguir adelante, apoyar a sus alumnos, e, incluso, aportar para el acondicionamiento de sus instituciones educativas.