Regional

Son los deslizamientos en Santa Elena una catástrofe que se repite y se repite

27 de julio de 2018

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Ya en reiteradas ocasiones la tragedia ha tocado a Santa Elena, y no teniendo más para donde trasladarse, solo les resta la piedad de la naturaleza y del Gobierno.

Un cráter de al menos seis metros de profundidad, y alrededor de 200 metros de largo nos dice que la solución a la vialidad del sector, sobre la ruta que une a San Cristóbal con Rubio, va a demorar un buen tiempo. Pero lo que si no podría demorar es la ayuda para los que sencillamente se quedaron allá rogando que el cerro socavado por aguas subterráneas no acabe cebándose con sus propiedades.

Desde lo que antes -¿y lo será después?- era una carretera, a unos cien metros hacia abajo aproximadamente,  se ven los restos de viviendas de quienes antes eran habitantes y hoy son refugiados, de quienes antes en medio de su pobreza al menos contaban con unos enseres, y hoy se quedaron prácticamente en la inopia.

Lo apocalíptico de la escena lo refuerza –en conjunto con el socavón donde pedazos de pavimento se alternan con la tierra cruda, y más allá una prominente falla- los pedazos de carrocerías, que antes ocupaban las chiveras que tradicionalmente operan por la zona.

No hay paso  de vehículos; pero no por ello la gente va a dejar de movilizarse de un lado a otro.

Por un terreno escarpado, resbaladizo, encharcado, embarrado, ancianos, hombres, mujeres y niños intentan pasar como pueden; algunos llevan en sus hombros mercancía –ya sean productos agrícolas o chatarra- en sus hombros.

A una orilla del boquete, un contingente de la Guardia Nacional vigila y presta apoyo a las personas que intentan el traslado, también está presente Protección Civil y funcionarios policiales; del otro lado se escucha reggaeton a todo volumen que tal vez anima la contemplación de un grupo de curiosos.

Entre los que se aventuran a pasar está la señora Sofía Ortega quien se vino de lejos para ayudar a su mamá que está un poco más allá del lugar del derrumbe pero igual es otra afectada por el mismo, y que requiere de manera constante atención médica.

A los de la zona que deseen salir a San Cristóbal solo les queda arrancar hacia El Valle, donde el estado de la carretera también es crítico, a La Petrolea, en un largo trayecto o por Rubio para ir a Peracal y luego de vuelta a San Cristóbal.

Dos sectores, dos problemas

Santa Elena es un gran sector que podríamos dividirlo en una parte superior y otra parte abajo a orillas de la quebrada La Zorquera.

Entre ambas partes  media una ladera montuosa, hoy en día baldía pero otrora habitada por gente, asentada en unas 20 casas,  que también sufrió los embates de la naturaleza, porque los deslizamientos en el lugar no son una novedad: desde ya hace varios años se viene denunciando, como se ha registrado en contadas ocasiones en la prensa regional, el socavamiento del terreno por filtraciones de agua, que los pobladores del lugar adjudican a una laguna artificial que se encuentra más arriba, en una alfarería que alguna vez perteneciera a la difunta “Doña Rosa”.

Desde hace varios años igualmente se ha hecho llegar la recomendación a esos mismos pobladores de que desalojen, algo no tan fácil de cumplir frente al grave problema de vivienda propio de nuestro estado.

El crujir de las viviendas

A la familia Manjarrez está a centímetros de perder su vivienda a orilla de la vía.

Ya están advertidos de que tienen que desalojar, al igual que 60 casas más ya reportadas en riesgo. Como afirma una de sus integrantes Joana Martín, solo se está a la espera de que las autoridades cuanto antes tomen cartas en el asunto.

En la madrugada no fue mucho lo que oyeron, solo en la mañana  vinieron a presenciar la dimensión del desastre natural. A los damnificados en esta ocasión y sus vecinos, más abajo, si les tocó ser testigos directos del avance arrollador del deslave: escuchar primero el estruendo aterrador, luego el crujir de ventanas y paredes al que siguieron los gritos de socorro.

Todo ocurrió alrededor de la una de la mañana, cuando los vecinos en plan de rescatistas tuvieron que romper ventanas y paredes para poder evacuar a los prisioneros  en propias casas sus casas por el talud. Afortunadamente no hubo pérdidas humanas; pero si materiales, y en este sentido, si se puede decir que los habitantes de nueve casas lo perdieron casi todo, y el resto a ser rescatado del lodazal.

Desde hace años  a las autoridades y a los dueños de la alfarería donde reposa de la laguna se les ha conminado a que tomen las acciones para su drenaje; pero infructuosos han resultado los esfuerzos.

En vez de eso se  ha optado por construir un muro que a larga también se vino abajo y desviar el camino, hoy a pique; se plantea el terraceo de los terrenos pero quién sabe cuan útil sea si las filtraciones persisten.

Lo cierto es que de no ponerse un freno a la acción de los elementos naturales, los próximos damnificados serán los otros  habitantes de la parte baja, quienes por un tiempo se creyeron más a salvo, y quienes, como mal adicional,  también están bajo la amenaza de la quebrada La Zorquera.

Allá el desarrollo urbanístico se dio de manera más intensiva, incluso una de sus calles resultó tapiada, así como una casa de tres pisos y un taller donde habían varias motocicletas, ya totalmente echadas a perder por el lodo, así como el resto de equipamiento de esos hogares.

“Como un terremoto”

Según el relato de Adán Colmenares “eso parecía como si hubiese sido un terremoto. Las casas revientan, suena cuando el cerro baja y las demuele. Salimos a ayudar a los vecinos, entre ellos el señor Joaquín que tuvo que dejar todo lo que pobremente pudo obtener a lo largo de su vida, y construyó su casita con ayuda de sus vecinos. Luchó con la naturaleza hasta donde pudo y apenas conservó unas cositas del barro”.

Jesús Torres, vecino y afectado por el desastre natural, hizo un llamado a las autoridades para que vean que además de todos los males que aquejan actualmente a muchos venezolanos, a ellos se le adiciona este que además de dejarlos incomunicados, amenaza con llevarse lo único que les queda. Para Torres alrededor de 5 mil familias sufrirán las consecuencias en los próximos días por el derrumbe.

“No tenemos agua –desesperadamente enumera Torres—no tenemos luz, no tenemos gas. En verdad le queremos pedir al gobierno regional, nacional y municipal que se aboquen a nuestros  problemas porque la comunicad de Santa Elena está pasando trabajos como ellos no se imaginan. Hasta los momentos quienes se han hecho presente son el alcalde Gustavo Delgado y el Jefe de la Zodi.

Freddy Omar Durán

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