“Hay que acomodarse como en la escuelita”, dijo la funcionaria de uno de los bancos al momento que intentaba organizar a sus clientes para que ingresaran a la institución; mientras que otra, cual azafata en pleno comienzo de vuelo, daba instrucciones de cómo deben exponer la palma de sus manos y la suela de sus zapatos, para la respectiva desinfección.
Los vigilantes cuidan especialmente de descongestionar las largas colas en las afueras, que se forman en los dos únicos días en que prestarán atención, así como en el interior, de que el distanciamiento se cumpla, en un ambiente higiénico y lo más alejado de posibles contagios del covid-19.
Como hace quince días, en la anterior semana de flexibilización, los tarjetahabientes asumían pacientes la espera; pero esta vez con la mejor expectativa de recibir más efectivo, pues en un banco oficial se estaban entregando hasta 400 mil bolívares, mientras que otros privados cedían 200 miln con un plus en los cajeros automáticos de 50 mil. Por supuesto, no era el efectivo la única razón de gastar gran parte de una mañana que pasa volando y pronto daría paso, alrededor de la una, a la desolación general del espacio urbano: muchos acudían por problemas con sus tarjetas de débito, algunas pérdidas, otras con claves vencidas o bloqueadas, y el resto con desperfectos en el chip.
Para Isidro Omaña, fue alentador recibir más efectivo, y que no le ocurriera lo de la vez anterior, donde en su concepto, “hizo la gracia del bobo”.
––Fui al banco para sacar 50 mil bolívares, nada más -afirmó Omaña-, y solo para trasladarme allá ya había gastado 15 y para devolverme me tocó dar otros 15. La mañana en que a uno le permiten salir a hacer sus diligencias pasa muy rápido, y los bancos trabajan de nueve a una, y para llegar a tiempo hay que desplazarse en buseta. Pero yo prefiero hacer esto, a darles gusto a los conductores, que encima que te están cobrando entre mil y 500 pesos, a veces ni te dan vuelto. No entiendo por qué tantas humillaciones, para contar con una plata que es nuestra y podríamos hacer con ella lo que quisiéramos.
Pero no pocos querían desaprovechar esa breve tregua mañanera que te da la cuarentena, y el primero que ingresó al banco oficial, un señor de la tercera edad, estaba frente a sus puertas a las 4 de la mañana. En tal institución, previamente debió pasar por un control de temperatura con un termómetro infrarrojo. Ya adentro, se le pedía que se ubicara sobre la respectiva marca en el suelo, de tal manera que respete la distancia entre clientes, mientras se imprimía gran celeridad a la entrega de una cantidad, que ya los cajeros tenían debidamente apartada.
Con días estipulados de acuerdo al terminal de cédula, mientras siga el experimento 7+7, apenas si cada 15 días, y uno solo en la semana correspondiente, se puede acceder a la atención persona a persona que brindan las instituciones bancarias, especialmente por el anhelado efectivo, cuyo destino prácticamente es la cancelación del pasaje urbano, y si algo queda, para uno u otro kilo de verduras.
Sin embargo, en otra entidad oficial, sus clientes no contaron con la suerte de recibir efectivo y apenas acudieron allí para diversas gestiones.
Freddy Omar Durán