Hay que imaginarse la situación de un profesor universitario con gran parte de su vida dedicada a la enseñanza, a compartir con sus alumnos, y que de repente, en la mañana, en la tarde o en la noche, según el caso, tiene que imponerse al llamado de su costumbre, porque sabe que no hay que prepararse para salir a dar su clase
Humberto Contreras
Que ya no hay aula, ni están los queridos educandos que le esperan a diario. No hay el saludo, el intercambio, ni la apreciación del grupo integrado con él, lo cual, aunque pareciera una rutina diaria, en el fondo no lo es, porque cada día es distinto. Cada clase es algo nuevo. Es el giro de la interacción profesor-alumnos.
Edeira Ramírez de Sánchez vive esa situación cada día, desde que empezó la cuarentena. Maestra de Preescolar egresada de la Upel Táchira, pedagoga y magíster en Orientación, ya es jubilada del Ministerio de Educación, luego de 21 años de trabajo en once distintas instituciones educacionales del estado.
Amante, creadora y especialista en artes manuales, le quedó tiempo para realizar una especie de diplomado en una institución de Promoción de la Artesanía en Valencia, de la Fundación Polar, donde su proceso de formación duró tres años. Su participación fue tan especial que “todas mis obras, que eran las tareas, así como mis cuadernos que diseñé especialmente para eso, están en el museo de la Fundación.
Con ese nutrido bagaje, Edeira está integrada al cuerpo de docentes del área de Formación Permanente de la Unet, dictando los cursos de tejido, bordado a mano, y pintura sobre madera, que ofrece la Universidad, y los cuales están suspendidos porque, por ser de carácter presencial, no pueden hacerse vía internet, pues se requiere contacto personal en muchos aspectos de la enseñanza.
Un docente sin alumnos…
“El profesor universitario tiene una gran responsabilidad, y es tan importante su labor en la formación del país futuro, que no se justifica que tengamos un sueldo que no valora su trascendencia, porque en realidad, hasta ahora, vivimos en un país en el que no estamos valorados”, dice Edeira con propiedad.
— Pero la situación actual del profesor universitario da depresión, agrega. Si usted ha sido toda la vida docente, su trabajo diario es su aporte en la formación de la muchachada de hoy día para el futuro del país. Y sucede que ahora está en casa, no por gusto, y sin poder cumplir su esencia de vida. Eso da pánico, enfatiza la profesora. ¡Estrés! Un docente sin alumnos no es docente. No se siente docente.
Uno a veces se siente enfermo, pero al llegar a la clase, ve los alumnos, y listo, ¡se mejoró! Le pasan los malestares. Eso es la vida del docente de corazón, y es la responsabilidad del educador que ama su labor. ¿Ud. se imagina un docente en su casa, sin sus alumnos, sin su actividad diaria? ¡Se deprime!, porque eso es su vida.
— Yo creo que eso es depresivo. Conozco colegas, dice la educadora, que están en su casa medio enfermas por la situación. Hay que buscar una solución al problema, en forma pacífica, sin enfermarnos. En tiempos de crisis salen muchas cosas buenas, pero hay que crearlas, hay que buscarlas, con empeño. En forma positiva y asertiva, porque esto de verdad es terrible. En Orientación nos enseñan eso, y como orientadores, lo transmitimos. Pero para contrarrestar esa situación, hay que reinventarse, pensar en qué hacer.
Algunos profesores han intentado hacer cursos, aprender cosas nuevas, o mejorar su formación, pero resulta que, con esto de la pandemia, no se puede andar en grupos sociales, y entonces desestiman esa posibilidad. Si de cursos online se trata, pues ya se sabe cómo es la situación en el país con este servicio, junto con el de la electricidad.
Aparte de eso, los costos, que ahora todo es en pesos o en dólares. Y los ingresos de un profesor, hoy día no dan para tanto. El sueldo mío es en bolívares, así que uno tiene que amoldarse. Eso no alcanza. Hay unos profesores, por ejemplo, que están ofreciendo cursos de inglés por internet. Se pagan en pesos o en dólares.
Pero en mi caso, un curso de tejido no es práctico por internet, porque es necesario estar al lado del alumno para corregirlo en el acto y mostrarle cómo se hace.
A tejer y a cantar
La pandemia, y sus consecuencias en el trabajo y en el hogar, le llegó a Edeira, como nos llegó a todos. Así como a cada quien afectó en su área laboral, igual a ella la tocó. Por eso, responde con rapidez y seguridad a la pregunta:
— ¡Por supuesto que eso perjudicó mis ingresos!
Pero ella no se entregó. Entonces, dice, me puse a pensar cómo y qué hacer para superar la situación, que lo afecta a uno, no solo en lo económico, sino en la salud, en las emociones, y hasta en las relaciones interpersonales, razones todas por las cuales hay que reinventarse para buscar una solución. Primero, pensar en positivo, con calma.
Por ejemplo, explica, como yo también estudié Música y soy docente en esa área, ahora soy la asistente en las clases privadas de música que dicta mi esposo Woldemar Sánchez. Y, por si fuera poco, Edeira también canta. Ahora, dice, estoy grabando un video, cantando con el mejor músico que me acompaña, mi esposo, para editar un CD con música que alegre la vida a todos.
—También hace quince días inicié clases de tejido, los días sábado, en mi casa. Con la precaución sanitaria, claro. Yo tejo todos los días. Siempre tengo ocupado mi tiempo, no estoy sin hacer nada, porque eso también enferma, afecta emotivamente a las personas. Mi tiempo libre lo dedico a mis plantas. Y, además, estoy mejorando mi arte, dice.
Por ejemplo, yo soy zurda de nacimiento, pero mi abuela, quien me crio, me obligó a ser derecha. Me llegó una alumna zurda, y me dispuse a enseñarle, pero a través de un espejo: Yo trabajo a lo derecho, y la alumna me ve a lo zurdo. Luego pensé que, si soy zurda, podía aprender fácil a tejer, y lo logré. Ya no tengo problemas para enseñarles. Ya hice el muestrario de los puntos básicos de tejido a lo zurdo.
¿Me compensa económicamente ese trabajo? No, no compensa. Pero es satisfactorio elaborar una pieza, y que te la compren. Las piezas que hago son originales, mías. Quiero que sean únicas. Yo tengo un punto de venta, una mesita, en la oficina de Intercable, por facilidades que me da una amiga. Ahí tengo las muestras de lo que hago y periódicamente estoy cambiando el stock. Ahora tengo bolsos y gorros. Luego cambio por bufandas, zapatos, adornos. Yo tejo de todo, y diseñado por mí.
—Esta pandemia no solo afecta el país, sino todo el mundo. Nos afectó a todos. Y de ella tenemos que derivar enseñanzas, para un futuro mejor, en todos los sentidos. Y, para terminar, su visión: Tengo fe en Dios de que esto pasará, y en un futuro muy cercano ganaré el sueldo que merezco. Espero que se valore la importancia del docente, universitario, en la formación de todos, para un país mejor.