Regional

 “Toche”: Una expresión que tiene su historia

13 de enero de 2025

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Freddy Omar Durán

Más allá de los hechos pretéritos, la preocupación del historiador se centra en los orígenes, cuyas marcas han signado nuestras manifestaciones culturales, siendo el lenguaje un valioso objeto a investigar.

A pesar de estar radicado en Israel, el historiador Bernardo Zinguer no ha perdido el rastro a su estado natal y sigue en la indagación en sus raíces, como lo demuestra su más reciente libro dedicado a un término de nuestra jerga que no solo constituye parte de nuestra identidad, sino que de alguna manera compartimos con los departamentos hermanos de Norte de Santander y Santander.

Dicho texto se encuentra disponible de forma gratuita en el grupo de Facebook “Retazos históricos del Táchira” y en la página Venezuela Inmortal.

Se dice que “toche” es el nombre de un ave que prolifera en el ecosistema andino, mientras que para otros alude una vulgaridad, o en el mejor de los casos un “insulto de bajo tono”, en tanto que otros en su transformación a “tochada” aparece como la típica palabra que sin significar nada, está en capacidad de ser adjudicada a todo.

Los resultados de esa investigación fueron presentados en el desarrollo del evento “El Táchira frente a la Historia” organizado por la Fundación Venezuela Inmortal con el aporte intelectual de importantes investigadores de la región.

“Siempre he sentido una fascinación por las palabras que no solo nombran cosas, sino que encapsulan historias. El toche, más que un simple vocablo, es un símbolo que refleja el mestizaje y la identidad compartida de esta región binacional. De origen chibcha, el término no solo designa al turpial montañero, su significado más conocido, sino que también se utilizó para nombrar pueblos indígenas y regiones, cuya memoria persiste en topónimos actuales. A lo largo de la historia, este término se mestizó con palabras análogas traídas por las huestes españolas, enriqueciéndose y adaptándose a las particularidades culturales de esta frontera”.

En cuanto a la especie de ave, la misma llamaría la atención incluso a los primeros cronistas, que referían las novedades propias del Nuevo Mundo.

“El toche llamó la atención de los cronistas por su canto melodioso, su plumaje aurinegro y su capacidad para convivir con las personas al ser domesticado. Su docilidad y el afecto que despertaba reflejan una relación única entre la fauna y las comunidades humanas, convirtiéndolo en un símbolo cultural destacado en las crónicas y la literatura del siglo XIX en Venezuela y Colombia”.

Para su mapeo filológico, el historiador considera necesario situarnos en el castellano antiguo, en la que ya aparece la palabra “tocho”.

BZ: El mestizaje no solo transformó la sociedad, sino también el lenguaje. En el caso del toche, su evolución como término polisémico podría ser fruto de una fusión entre raíces indígenas y palabras españolas de fonética similar. Por ejemplo, “tocho” originalmente se refería a un palo redondo usado para cerrar puertas, y “tochar”, derivado de esta acción, pronto adquirió el significado de «golpear», como se documenta en textos de 1483: «a tochadas lo sacaron». Con el tiempo, “tocho” también comenzó a describir a personas rudas o incultas. Incluso en Don Quijote aparece el término patochadas, que significaba «decir tonterías o comentarios sin sentido». Es interesante observar cómo un término puede adquirir nuevos significados sin perder los anteriores, siendo el contexto el que determina su uso.

Poco a poco dentro del idioma, el “toche” pasó a ser eufemismo, e insulto para las personas necias o tontas, y en este último caso más que la “apariencia” del pájaro, a su comportamiento biológico se debe la mudanza semántica.

“Comenzó a utilizarse como un eufemismo para el miembro viril. Durante décadas fue considerado una mala palabra y su uso estuvo vedado, aunque permaneció en el habla cotidiana, como lo reflejan las obras consultadas. Ya en el español antiguo, tocho o tocha se utilizaba en algunos contextos como sinónimo de necio, tonto o inculto. En nuestra región, la tradición oral sugiere que este significado pudo reforzarse a partir de observaciones sobre el turpial montañero. Los recolectores de café notaban que, al ser parasitado su nido, el pájaro no distinguía entre sus polluelos y los del pájaro negro. De ahí la exclamación: ¡Este sí es toche!, utilizada para describir a alguien que, engañado, cría hijos que no son suyos. Por extensión, la frase comenzó a aplicarse a situaciones donde alguien es excesivamente ingenuo.

Para Zinguer, esta continua alusión metafórica del turpial montañero debería ser merecedora para esta especie a ser considerada como el ave oficial del Táchira.

“El lenguaje no es solo una herramienta de comunicación, sino también un vehículo de identidad y pertenencia. En los Santanderes y el Táchira, el toche es un símbolo que conecta a las personas con su entorno cultural y geográfico. Institucionalizar al turpial toche como ave oficial, como ya se hizo en Cúcuta, significa reconocer esta conexión y reforzar la identidad local”.

El uso del toche también ha trascendido fronteras, siendo adoptado por nuestros emigrantes en otros países.

“Es una manera de llevar un pedazo de su tierra al extranjero. Cuando un migrante utiliza toche en su habla cotidiana o lo incorpora en nombres comerciales, reafirma su origen y comparte su cultura con el mundo. Esto demuestra que la identidad no se pierde, sino que se adapta y se enriquece con el tiempo y la distancia”.

Reconocer desde la cotidianeidad nuestros procesos de mestización que dieron origen a nuestra cultura tachirense, considera uno de los objetivos principales de su libro.

“Espero que entiendan que el toche es mucho más que una palabra o un ave: es un puente entre nuestro pasado mestizo y nuestro presente como zona de frontera, representa nuestra capacidad de transformar lo cotidiano en algo profundamente significativo. Y, sobre todo, que valoren el poder del lenguaje para contar nuestras historias compartidas”.

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