Por el desespero, la molestia y la impotencia, estuvo marcada la vida de los habitantes de Palmira, municipio Guásimos, porque no hubo electricidad prácticamente durante todo el día del jueves y este viernes siguen los apagones.
“No puede ser que estemos llegando al colmo de los colmos, desde el miércoles en la noche, prácticamente no se ha tenido electricidad. La cortaron a las siete de la noche y llegó a las once, luego de nuevo el pueblo se quedó sin electricidad a la dos de la mañana, creen que porque estamos durmiendo no nos damos cuenta”, narró una señora que tiene un negocio en las inmediaciones de la plaza Bolívar.
Continuó la historia una profesora jubilada, ama de casa, quien hizo planes de levantarse temprano, creyendo que como la electricidad se había ido en la madrugada y regresó a las seis de la mañana, seguramente podía lavar y hacer otros trabajos en el hogar, durante la mañana, aprovechando que de acuerdo con el plan de racionamiento, iba a tener agua.
Pero, la sorpresa fue que la electricidad se fue a las nueve de la mañana y debió esperar hasta la una de la tarde. Procuró levantarse el ánimo, no obstante a las 2:39 minutos de la tarde fue interrumpido otra vez el servicio eléctrico y debió esperar hasta las siete de la noche, es decir, perdió el día de trabajo, de planes modificado ya hace doce meses por la falta de agua.
Confiada Ana Colmenares, explicó, que tratando de mantener la calma, decidió hacer la cena, a las siete de la noche aprovechando que había electricidad, pero transcurridos veinte minutos nuevamente se quedó a oscuras. No lo podía creer, siendo optimista, gritó: “Eso vuelve en un ratico”. Llegó a las ocho de la noche.
No podía creer la señora Ismelda Cárdenas que después de más de cinco cortes, la electricidad fallara a las ocho y veinte de la noche, mientras escuchaba que bajaban la Santamaría de un negocio, que siempre cierra a las nueve, cuyos dueños cansados de este día acosados por la fallas eléctricas, decidieron dejar de atender a sus clientes antes de lo previsto.
Dejen trabajar, exclamó el dueño de una venta de víveres, ya está bueno, no fueron cuatro horas, fueron más de doce horas, así no se pude vivir.
Nancy Porras