Protagonista de un significativo acto de fe, el pueblo rubiense vivió la tradición del Domingo de Ramos
Por: Norma Pérez
Bajo un sol resplandeciente, cientos de palmas ondearon al viento a la espera de recibir la sagrada bendición. Desde el atrio de la iglesia Santa Bárbara de Rubio, el párroco Julián García roció con agua los ramos, mantenidos en alto por sus dueños.
A las misas del Domingo de Ramos asistieron los feligreses masivamente. La primera celebración eucarística comenzó poco después de las ocho de la mañana y fue oficiada por el presbítero Martín Contreras. A él le correspondió la bendición dentro del templo.
Al finalizar, se hizo la bendición al aire libre. El silencio precedió el mensaje del padre García, quien agradeció por el hermoso día y pidió a los asistentes participar con alegría y con fe, recordando la entrada de Jesús en Jerusalén.
“Hoy, cercana la noche santa de la Pascua, nos disponemos a inaugurar en comunión con toda la Iglesia, la celebración anual de los misterios de la pasión y resurrección de Jesucristo, misterios que empezaron con la solemne entrada del Señor a Jerusalén”.
Los presentes siguieron con devoción las palabras del sacerdote y elevaron sus plegarias por sus necesidades, para agradecer, o por el ser querido que ya partió de este mundo.
“Jesús viene a liberarnos de todo aquello que nos empequeñece, para no estar esclavizados. Es lo que vamos a recordar, que viene nuestro salvador para sacarnos de todo aquello que nos ata”.
Una oración fue la antesala de la procesión, ya próxima a iniciar su recorrido. Las personas repitieron cada frase:
“Vamos a decir con fe, como el pueblo de Jerusalén, esta oración: Bendito el que viene como rey, en nombre del Señor, paz en el cielo y gloria en lo alto”.
Entre vítores y cánticos comenzó la procesión, la cual se realizó en un corto trayecto, alrededor de la iglesia y la plaza Bolívar. El verdor se impuso en el paisaje.
Día de tradición
Casi antes que amaneciera, ya se encontraban en sus puestos los vendedores de las palmas. Una gran variedad, para complacer el gusto de las personas que se acercaban a observar.
Desde el simple atado de hojas lisas para hacer los nudos que se usarán el Viernes Santo para rezar los 33 credos, o la cruz que se pondrá en la ventana o detrás de la puerta a manera de protección, hasta elaborados adornos de gran tamaño, se ofrecían en la plaza.
En una esquina se encontraban Gonzalo Suárez y su sobrina Nataly, procedentes de Cerro Negro, sector ubicado cerca de Pata de Gallina. Sus dedos hábiles trenzaban la palma para hacer algunas figuras que llamaran la atención de quienes comenzaban a llegar a la misa.
Ataviado con un sombrero que delataba sus raíces de hombre de campo, narró que desde hace doce años acude cada domingo a ofrecer las palmas:
“Vengo siempre, la gente me compra y para mí es muy bonito ver que cumplen con su devoción con el ramo. En la pandemia no pudimos trabajar, pero nuevamente estamos aquí”.
Las palmas las buscan en la montaña de Sardina y, una vez que las cortan, les quitan las venas y preparan para que queden suaves y moldeables. Una tradición religiosa afianzada en el corazón del pueblo venezolano.
Puertas abiertas
La iglesia Santa Bárbara abrió sus puertas para recibir a los devotos que asistieron a las misas programadas a lo largo del día. Aun cuando el ingreso no era controlado, se mantuvieron las medidas de bioseguridad.
Para entrar se requería usar el tapaboca, y no hubo aglomeración en bancos ni pasillos. Dentro del recinto, las personas guardaron la compostura y no se generaron inconvenientes.
El Domingo de Ramos marca el inicio de la Semana Mayor, tiempo de reflexión y de recordar a quien amó tanto a sus semejantes que dio la vida por ellos.