Regional

Un plato de sopa para calmar el hambre en tiempos de pandemia

17 de mayo de 2020

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José Luis Guerrero


El plato de sopa de verduras recibido en horas del medio día, a un lado de la plaza Bolívar de San Cristóbal, es quizá el único alimento que José Francisco y María Lorena comen durante el día.

Ambos, dicen que se lo pasan en la calle. No son mendigos, son jubilados de sus trabajos, pero no tienen el dinero mínimo necesario para comer y se acercan todos los lunes, miércoles y viernes a recibir la caridad de Miguel y su hijo Alberto quienes llevan alimento a los más necesitados.

La olla está en el portamaletas del carro de Miguel. La cantidad de sopa crece por la generosidad de quienes la preparan. Las verduras y las porciones de carne mezcladas se multiplican y logran servir unos cien platos de comida cada día que emprenden la labor.

Fue una iniciativa de caridad que nació en el seno de la familia en El Valle, Capacho Nuevo, donde él, su esposa y su hijo, pican las verduras y se encargan de preparar el alimento que es cocinado en leña. La jornada comienza bien temprano para salir a servirla entre las 11:30 de la mañana y 12:30 del mediodía.

La familia no quiere nada de publicidad. Tampoco Miguel y su hijo aceptan ser fotografiados.

“Es una obra de amor que hacemos con la bendición de Dios para los más necesitados y cada día que pasa veo que son muchos más los que tienen hambre”, dijo en breves palabras mientras servía una tasa de sopa para un hombre que se acercó con timidez.

La jornada comienza en El Valle, donde en promedio regalan 30 sopas, luego se dirigen al Hospital Central de San Cristóbal donde parientes de enfermos son los beneficiados, y terminan por la plaza Bolívar, en pleno centro de la ciudad.

“En este punto de la ciudad hay muchas personas con hambre. Sus rostros dejan ver que están pasando mucha hambre. No tienen dinero para comer. Escucho historias muy tristes y uno quisiera poder ayudar a más gente pero no podemos”, narra mientras revisa que la sopa se acaba. Quedan dos platos.

Miguel quien quiso identificarse como “el agradecido” anhela tener una fundación para multiplicar las ayudas, especialmente a los adultos mayores, muchos de ellos todos los días sentados en las bancas de la plaza principal de la ciudad adonde ven transcurrir las horas de día.

José Francisco y María Lorena agradecen el alimento. Lo comen con mucho gusto. Aplauden el gesto de Miguel y su familia y piden a Dios porque se multiplique su labor con mucha salud. Tampoco quieren ser fotografiados. Les da pena. “Vivimos de la pensión que representan 400 mil bolívares, se suman los bonos del Gobierno y algo de la jubilación donde trabajamos toda la vida, pero la plata no nos alcanza. Tenemos que recibir un plato de comida de gente generosa que se acuerda de los más necesitados”, precisa José, cuyo rostro refleja que han sido testigos de muchas necesidades.

Los dos últimos platos fueron servidos. La tarea de la semana se ha concluido. Padre e hijo se despiden de los comensales y emprenden camino a casa. Otro capítulo de caridad se ha cumplido. Aplausos y bendiciones por su generosidad.(JLG)

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