Un pueblo que pese a la crisis se viste de fe. Como cada 15 de agosto. Hoy no le pesa al pueblo de Dios caminar, se ha vuelto costumbre, pero hoy, particularmente,la caminata adquiere un sentido espiritual que trasciende el problema social que no deja de ser importante.
Ella es María, la madre de Jesús y del pueblo tachirense. La madre de la humanidad rescatada por Cristo hace dos mil años.
Ella es María, un bálsamo para los hijos que hoy salen de su rutina habitual para encontrarse con el amor. El amor de una madre, de una hermana, de una amiga. El amor que se reencuentra, pero sobre todo el amor que consuela.
Y es que la Santa Virgen María bajo la advocación de Nuestra Señora de la Consolación, patrona del Táchira, abre sus brazos de amor para consolar a los hijos que hoy –como ríos humanos– recorrerán la geografía regional para llevar a la casa de la Reina sus plegarias y oraciones por diversos motivos. Aunque la mayoría tendrá un ruego especial en su corazón: Venezuela.
¿Qué le pediría a la Virgen este año?
—¡Qué Venezuela mejore! Así mi hija y los hijos de tantas madres regresarán a su tierra. A trabajar, a crecer profesionalmente aquí.
Es la expresión de Beatriz Quiroz. Una madre, nativa de Cordero, municipio Andrés Bello que hoy desde temprano caminará desde el portal de su casa hacia la Basílica de Táriba, enclavada en la Perla del Torbes. Su ruego: una Venezuela nueva, llena de paz, de posibilidades, una Venezuela donde la esperanza no muera haciendo cola.
Por su parte, Alejandra Vélez, rezará a los pies de la patrona este miércoles para que ella, a quien los católicos consideran una poderosa intercesora ante Jesucristo, su hijo amado, haga que los gobernantes de este país “trabajen realmente por el bien común, se enfoquen de verdad en resolver los problemas de hambre, escasez de medicamentos y las fallas en el suministro eléctrico. Pues tienen a Venezuela sumida en un caos como nunca en la historia se había vivido. Mi plegaria es por Venezuela”, dijo.
El padre José Leónidas Camargo, párroco de la parroquia San Rafael Arcángel y Santa Teresa de Calcuta, en San Rafael de Táriba, coincide en pedir a la “madre del cielo una Venezuela libre. Libre del comunismo que oprime a nuestro país, de la extorsión, del secuestro, la violencia. Le pedimos a la madre buena la paz para esta nación grande. Que el consuelo más grande de nosotros en la tierra que es el fruto del vientre de María, Jesús Sacramentado, pan de fuertes, pan de vida eterna, nos haga perseverar en esta lucha”, puntualiza.
Como pequeños que corren a los brazos de su madre en busca de refugio, así son los fieles de la Consolación: niños, jóvenes, adultos, ancianos que encuentran en el hermoso templo -declarado Basílica menor por el papa Juan XXIII- la casa de todos.
Cada 15 de agosto, desde hace 458 años cuando los padres Agustinos trajeron a Táriba –en 1560– la tablita con la imagen de la Virgen María, el pueblo se encuentra en un mismo sentir: la fe y devoción a la Madre de Dios. Aquí convergen todas las ideologías, conviven las diferencias, se mezclan los colores, porque todos apuntan a una misma dirección: el encuentro con la madre que con su hijo en brazos quiere presentarle al mundo la salvación resumida en una persona, Jesús.
Hoy, vuelve el pueblo a entonar el himno a la mujer del sí valiente. Letras surgidas de la inspiración del reverendo padre Serafín Prado. Volverá la madre buena a escuchar que “El Táchira te aclama por Madre y Soberana”, por estar allí, en la ciudad del río Torbes, “en el valle de encanto sin fin”, acogiendo a los fieles que este año hacen un esfuerzo sobrehumano por llevar por lo menos una rosa para adornar la casa de la Reina, pues la crisis económica en el país impide a mucha feligresía de bajos recursos comprar ramos majestuosos para pagarle a la Madre tanta vehemencia y amor a los suyos.
Y ella, María del Consuelo, allí, en el relicario que parte hoy muy temprano en la mañana desde la Catedral de San Cristóbal, en solemne procesión encabezada como todos los años por el obispo de la Diócesis, monseñor Mario Moronta Rodríguez, acompañado del presbiterio y miles de fieles, vuelve a Táriba, a la misa pontifical presidida por el obispo local, en punto de las 10:00 am, en la que se espera una homilía de Moronta que desnude la realidad del creyente en medio de la sociedad de caos actual.
Venezuela, sumida en una profunda crisis social, económica y política, no olvida sus raíces cristianas. El Táchira, estado fronterizo repleto de problemáticas, tampoco pierde su sentido de espiritualidad que se ve reforzado en medio de la situación de abandono y desidia que su sociedad vive cada día.
¿Es acaso la fe una forma de escapar del abatimiento diario? Es más bien una demostración del fervor de los hijos que trabajan por un mejor país, ese que acoja de vuelta a los que se fueron y junto a los que quedaron reconstruyan desde las ruinas una nación donde quepan todos sin distingo alguno y enfocados en mejorar el presente para garantizar el futuro promisorio. Y allí seguirá ella, la Consolación, dando la cara por su gente. Ella, María, desde Táriba, siendo la perla más hermosa que corona el cielo azul.
Moisés Sánchez