Regional

Víctor Manuel Galvis y su vivencia centenaria

22 de julio de 2020

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Norma Pérez


El día de la boda, con Rosalba.

Cumplir cien años de edad no es solo construir una vida y una familia. Es tener la oportunidad de ver evolucionar una ciudad, un estado, un país. Adaptarse a sus cambios y crecimiento. Dejar atrás costumbres y afectos. Despedirse de seres queridos que partieron antes.

El catorce de julio de este año, Víctor Manuel Galvis Castrellón apagó las velitas de su cumpleaños número cien. Sus recuerdos intactos dan fe de una memoria lúcida y un estado físico que no resiente las diez décadas acumuladas.

En su casa de San Cristóbal, festejó junto a sus familiares, no solo un año más de existencia, sino sus muchas vivencias a lo largo de un siglo. Por todas ellas, las buenas y las no tanto, agradece a Dios y sonríe con el corazón alegre. Él es el hombre centenario.

Desde Colombia

Víctor Manuel Galvis nació en San José de Cúcuta, el 14 de julio de 1920. Su padre fue Anteportán Galvis, y su mamá Filomena Castrellón, quien fallece cuando él tenía nueve años de edad. Tuvo tres hermanos: Guillermo, quien murió a los 18 años de edad; Alfonso, que falleció a los 94 años, y Margarita, quien vivió hasta la avanzada edad de 103 años. Él es el más pequeño.

Su papá era carnicero, de fuerte carácter, y solo le permitió estudiar hasta tercer grado en la escuela “Gremios Unidos” de Cúcuta, donde destacó como el mejor alumno de su clase; aun así, tuvo que dejar los estudios para ponerse a trabajar.

A los dieciséis años comenzó a trazarse lo que sería su futuro laboral, cuando ingresa a trabajar en un taller tipográfico en Cúcuta, donde aprendió a manejar una máquina que hacía las rayas a los cuadernos.

En busca de mejores alternativas se traslada a San Cristóbal en 1950 y lo contratan en una tipografía llamada “Latinco”, como rayador. Lo respaldaba la experiencia adquirida en su ciudad natal y  en la capital tachirense empieza a perfeccionarse en este oficio.

Una vez establecido, se casa con Rosalba Urbina en la iglesia San José de Cúcuta y se instala con su esposa en San Cristóbal. El tenía treinta años y Rosalba 15. De su unión nacen dos hijos: Ana Luisa y Víctor Manuel.

Un año después adquiere unos equipos tipográficos modestos y comienza a hacer trabajos por su cuenta. En su casa montó el pequeño taller, se trae de Cúcuta a su mejor amigo, Leonidas Ruiz, para que se encargara de hacer los trabajos que conseguían.

Una anécdota que no olvida es que en una ocasión fue a Casa Serizawa y vio un tocadiscos muy moderno para la época, pero costoso para sus ingresos. A él siempre le ha gustado escuchar radio y la música. Se animó y habló con el propietario del local, Luis Serizawa, para pagarlo a plazos y cuando terminara lo retiraba, pero este no solo permitió que se lo llevara de una vez, sino que le encargó todos sus trabajos tipográficos. Esto ocasionó que lo despidieran de “Latinco”.

Sin amilanarse. decidió que era momento de  independizarse y puso todo su empeño en su taller de tipografía. Algún tiempo después logra adquirir una casona; la mitad la usó para el taller y la otra mitad como vivienda.

Su espíritu acucioso lo llevó a perfeccionarse e innovar en este arte. Creció bajo el eslogan de “Tipografía Galvis Impresiones Nítidas”, pues en esa época las impresiones resultaban manchadas si no se tenía el cuidado adecuado. y su trabajo gozaba de prestigio por ser impecable.

La prosperidad de su negocio y la solvencia económica le permitieron ampliar las perspectivas y al lado de la tipografía abrió una papelería que administraba su esposa Rosalba. Era ella quien además hacía las entregas de los trabajos en empresas y casas. Fungía como repartidora y cobradora. Dice que hacían un gran equipo.

De eso se trata la vida

Ana Luisa y Víctor, junto a su padre centenario.

Víctor Manuel Galvis estuvo casado sesenta y dos años con su amada compañera Rosalba. Pero ella se adelantó en el camino y se despidió de este mundo en 2016. Una pérdida difícil de superar.

Motivo de felicidad, la graduación de sus dos hijos; Ana Luisa se graduó de ingeniero en computación en la Universidad Simón Bolívar, y Víctor Manuel egresó del Instituto Universitario Politécnico de Barquisimeto, como ingeniero electrónico.

Comenta que su estilo de vida siempre ha sido sencillo, sin excesos de ningún tipo. Se levantaba todas las mañanas a las 6, se ejercitaba y comenzaba a trabajar una hora después, algunas veces hasta las ocho o nueve de la noche, porque el trabajo lo ameritaba.

Mientras estuvo activo laboralmente fue prioritario ser responsable y entregar los trabajos a tiempo. Sus amigos y familiares cercanos lo recuerdan como un hombre correcto, honesto y con sólidos principios morales. Apegado a la fe católica y a sus seres queridos.

Sus empleados siempre lo apreciaron por su buen trato y la mayoría trabajó junto a él durante muchos años. Le gustaba jugar bolas criollas y billar, lo que hacía con su amigo  Alejandro Guerrero cada martes y viernes al final de la tarde.

Otro recuerdo que salta a su memoria es que cuando trabajaba en” Latinco” eran siete empleados, los viernes salían y cada uno pagaba una ronda de cerveza, pero él solo participaba hasta la segunda ronda y se iba, porque prefería cumplir con sus obligaciones en su pequeño taller.

A pesar de su corta incursión por la educación primaria, siempre se esforzó por aprender, fue un estudioso de la caligrafía y aficionado a la lectura. Además de la música, le gusta cantar y entona sus tonadas preferidas para beneplácito de quienes lo escuchan.

Considera que lo más bonito que ha tenido en la vida es la familia, sus hijos, sus seis nietos y los tres bisnietos.  Actualmente vive con su hijo Víctor, quien lo cuida y acompaña. De su padre habla con admiración, cariño y orgullo por un progenitor que siempre le ha dado el mejor de los ejemplos.

Con voz pausada, Víctor Manuel Galvis Castrellón revela lo que considera el secreto de llegar a tan prolongada edad con buena salud física y mental: “ser muy tranquilo, sosegado. No desesperar ante las contingencias que se nos presentan y asumir todo con calma”.

Manifiesta sentirse feliz porque cumplió metas y misión. Ahora desde su retiro hace un recuento tanto de tristezas como de alegrías. De eso se trata la vida.

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