Allí está, se mantiene erguida e intacta, apostada a un lado de la carretera Trasandina, en la vía que va hacia Cordero. Pequeña y acogedora. Entrar en ella es llenar el alma de paz. Su interior es la voz de miles de creyentes que hablan a través de tantas placas que, en testimonios de favores recibidos, los fieles del Divino Niño Jesús han dejado en sus paredes desde hace 50 años.
A diferencia de los grandes templos católicos, la pequeña capilla del Niño Jesús solo posee 10 metros de fondo por seis de ancho. Una edificación que no resalta por estar sujeta a ningún movimiento arquitectónico, mas sí por la humildad y sencillez con la que fue construida.
Una imagen de la Virgen María y otra de San José están ubicadas al fondo del pequeño templo, a la derecha e izquierda, de cara al altar, respectivamente, y en el centro, en un nicho con forma de capilla –resguardado a través de un cristal–, la pequeña y venerada imagen del Divino Niño Jesús de Llanitos.
En los laterales, por fuera de la capilla, imágenes, fotografías, carros de plástico, de madera, de metal, motos, rostros, casitas, cuadros y tantos objetos más que son las expresiones con las que los fieles agradecen a Jesús los favores recibidos.
“Doy gracias al Divino Niño por el favor recibido. España. 2001”, se puede leer en una de las placas en el interior de la ermita, dejando ver que la devoción no es solo a nivel regional. Es una fe extendida por muchos rincones de la geografía venezolana, exportada a Colombia y a otras partes del mundo. Algo que tiene la fe de la Iglesia es que es precisamente católica, es decir, universal.
Llanitos es una comunidad de no más de tres mil habitantes que pasaría desapercibida en la región, a no ser porque en ella una humilde mujer, dedicada a la costura y a fabricar bloques de adobe, levantó este santuario en honor a los méritos de la infancia de Jesús, el Salvador de la humanidad.
¿Cómo llegó una milagrosa imagen a este lugar del Táchira?
Jueves, 16 de septiembre de 1971. Un hospital, el Central de San Cristóbal; una mujer que despertaba de un sueño en el que había estado sumida desde junio de ese mismo año. Un hombre vestido de doctor, con el rostro más hermoso que ella había visto jamás.
— Edita, ¿estás mejor? –preguntó el hombre, esbozando una sonrisa–.
— Sí, señor, doctor, –contestó ella con el rostro iluminado, con un ímpetu que no tenía hacía mucho tiempo–.
Ese fue el día en que todo cambió para Edita Sánchez. Allí, en la habitación de aquel hospital –el primer centro asistencial del estado– ocurrió una de las manifestaciones milagrosas más trascendentales en la historia del Táchira. Una mujer que “pesaba cinco kilos en hueso” y que había estado con “la sangre a cero”, como ella misma contaba en vida, recibió una revelación:
— Dile a tus hijos que el lunes, a las diez de la mañana, te vengan a buscar, estás dada de alta. El Niño Jesús ha aparecido en tus manos.
Edita, señalando con su dedo índice, le contestó: ¡Ese es mi muñeco querido!
—¡En tus manos haré milagros! –concluyó el apuesto médico, y se perdió, ante el estupor del momento–.
Estas palabras resonaron en el corazón de esta mujer enferma, en quien se cumplió tal revelación: “en tus manos haré milagros”. Fue dada de alta y sus síntomas de mejoría eran cada vez más visibles; atribuidos a la misteriosa presencia de un médico que nunca más volvió a ver en el hospital y a quien, tiempo después, reconoció como el “mismísimo Señor Jesucristo, en cuerpo y alma, Dios y hombre verdadero”, señalaba la guardiana en vida.
¿Por qué Edita Sánchez? O… ¿para qué?
Edita nació el 10 de noviembre de 1920, murió a la edad de 95 años, de una afección pulmonar, en el Hospital Central de San Cristóbal, en el año 2015. Durante sus últimos 44 años de vida (1971-2015), propagó la fe en la Divina Infancia de Jesús, y para ello, no necesitó hacer grandes esfuerzos para que las personas conocieran este lugar.
Una mística mujer dedicada a la oración y a sus hijos. Un testimonio de vida y entrega a los demás. Una catequista fiel por cuyas manos pasaron cientos de niños que iban a recibir a Jesús Eucaristía. Una mujer que hacía novenas por los difuntos y proclamaba la fe de la Iglesia católica como bandera y estandarte. Su amor a Jesús y a la Virgen María hizo que Dios la mirara con misericordia y la eligiera como guardiana de una pequeñísima imagen en este rincón del Táchira que es Llanitos, del municipio Cárdenas.
Edita era, en boca de muchos testigos, un ejemplo del verdadero amor de Dios. Fuerza en el dolor, inquebrantable, consejera espiritual de tantos que, llorando, acudían a su lado para oír su consejo.
“Estando con Dios no nos hace falta nada. Vaya y póngalo a los pies de Jesús. Rece y pídale al Niño, Él le va a ayudar. No llore, hable con Él (con el niño Jesús). Confíe. Ofrezca la santa misa. Vaya con su familia al templo”. Esas eran las frases y palabras que a menudo usaba la guardiana de la pequeña figura, que mide alrededor de seis centímetros de alto por cuatro de ancho.
Basta saber que la devoción del Divino Niño Jesús arrancó en una cárcel, mientras la abuela visitaba a una privada de libertad. Había otra detenida que se encontraba poseída por un espíritu demoníaco. Edita, alzando la voz y hablando en el nombre del Niño Jesús, expulsó el mal que atormentaba a aquella mujer. Desde allí, el boca a boca se convirtió en la forma en que se propagó la fe en esta venerable figurilla de Jesús infante.
¿Cómo llegó el Niño Jesús a las manos de Edita?
1968. Año en el que la salud de Edita no era óptima y parecía estar destinada a la muerte. Una de sus hijas viajó de Valencia, estado Carabobo, hasta la casa materna ubicada en la aldea Padre Lamus, camino a Cordero. Los hijos de Edita dispondrían de un terreno para venderlo y comprar la parcela en el cementerio, donde enterrarían a su madre al ocurrir el inminente deceso. Esto no pasó y la abuela dio muestras de mejorar su deteriorada salud.
Así pues, su hija decide llevarla a Valencia, donde había un médico que podría dar con un buen diagnóstico y, por tanto, recobrar su salud a plenitud. Estando en Valencia, un día, al pasar por un parque que quedaba cerca del Colegio María Auxiliadora, decide quedarse allí, mientras su hija se encargaba de algunas diligencias.
En el parque, Edita consigue un cajoncito de madera y dentro de este, una cajita de fósforos. Al abrirla, encuentra “un muñequito mochito, al que le faltaban una mano y un pie”, según su relato histórico. Lo tomó y empezó a juguetear con él. Lo conservó y llevó de regreso al Táchira, donde continuó enferma, hasta caer dormida aquel junio del 71.
Cinco décadas
Este jueves, 16 de septiembre de 2021 se cumplieron 50 años. Cinco décadas. Edita ya no está en la Capilla del Divino Niño Jesús de Llanitos, pues partió a la Casa del Padre en julio de 2015.
Sin embargo, su recuerdo y legado se mantienen vigentes en aquella edificación que ella misma visualizó una mañana en el terreno que quedaba frente a su casa y donde ella tenía la adobería. Ahí construyó la capilla con el dinero que los fieles dejaban al Divino Niño.
Hablar de milagros no tendría sentido si no se ha visitado este lugar. Miles de testimonios recogidos en cada plaquita que se puede leer en las paredes del pequeño templo católico, aunado a los cientos y cientos de pequeños favores que cuelgan del techo, son muestras irreprochables de que en ese espacio actúa una fuerza sobrenatural que, sin duda, emana de la fe en los méritos de la infancia de Jesús.
Hoy son 50 años de fe que se conmemoran en medio de una situación de pandemia por la covid-19, que merma un poco la planeación de la celebración. Prima la vida de los fieles y, por supuesto, las recomendaciones de las autoridades de la Iglesia local, en las que se invita a evitar aglomeraciones para disminuir los contagios del coronavirus.
Por esta razón, se decidió hacer un recorrido con la imagen sagrada por todos los sectores de la comunidad para pedir al Señor su bendición sobre Llanitos, el Táchira, Venezuela y el mundo, además del cese de la pandemia.
Se celebró la santa misa en honor al Divino Niño Jesús, en su aniversario número 50, en el templo parroquial de San Rafael Arcángel y Santa Teresa de Calcuta, en San Rafael, municipio Cárdenas, a las cinco de la tarde. Allí, el párroco Leonidas Camargo recordó la importancia de la venerada imagen para el Táchira y cómo la fe, entendida de manera correcta, logra que las devociones populares no se conviertan en focos de idolatría y, más bien, contribuyan a acercar a los fieles a la fe de la Iglesia.
Finalmente, al volver a la capilla se cantó el cumpleaños del aniversario número 50 del Niño Jesús, se compartieron unas tortas preparadas para la ocasión y se realizó una actividad para departir con los niños y jóvenes de la catequesis y la comunidad.
“Él fue quien me sanó”
Alix Delgado Sánchez es una de las colaboradoras más fervientes de la capilla. La mano derecha de quienes, en la actualidad, se encargan del cuidado, mantenimiento y sostenimiento de este recinto sagrado.
En el 2020 empezó a sentirse enferma. “Sufría constantes diarreas. Todo lo que comía me sentaba mal. Fui a un gastroenterólogo y de allí me remitieron a la Asociación Tachirense de Lucha Contra el Cáncer (Ataca). En este centro médico me hicieron un eco abdominal y detectaron un tumor pequeño en uno de los intestinos”, relató.
Alix debía hacerse una endoscopia y una colonoscopia de emergencia para determinar la gravedad del tumor. Perdió peso y el constante dolor en la boca del estómago no la dejaba dormir, según su testimonio.
Le practicaron la endoscopia y le dieron cita para la colonoscopia, pero justó coincidió su examen con el inicio de la pandemia y todo entró en una etapa de receso mientras se normalizaba la emergencia mundial a raíz del covid-19. No se pudo practicar el estudio médico.
Hoy por hoy, Alix se encuentra sana y atribuye su mejoría a la intervención divina del Niño Jesús, para quien trabaja incansablemente en la capilla. aunado a los tratamientos médicos enviados por la doctora que la atendía en Ataca. Utiliza una frase de san Benito, “ora y labora”, arguyendo que es importante tener fe, pero “Dios dijo: ayúdate, que Yo te ayudaré”, señala para justificar que fe y razón son totalmente compatibles.
¿Quién cuida del Niño Jesús?
A la muerte de la abuela Edita, como conocían a la guardiana de la milagrosa imagen, uno de sus hijos, Jesús Colmenares, junto a su esposa, Ilse Pernía, asume el cuidado y el sostenimiento del pequeño santuario.
Concho, así conocen a Colmenares, un hombre trabajador que toda su vida se ha dedicado a la conducción del transporte público y a la mecánica, e Ilse, una mujer que se dedicó a la peluquería y las manualidades. Desde el 2013, dos años antes de la muerte de Edita, el Divino Niño Jesús los fue preparando, sin que ellos lo supieran, para asumir el reto de continuar el legado de su señora madre y suegra, respectivamente.
Y es que, desde ese año, la comunidad de Llanitos fue anexada a la recién creada Rectoría de San Rafael Arcángel, hoy parroquia de San Rafael Arcángel y Santa Teresa de Calcuta, y por orden del señor obispo de la Diócesis de San Cristóbal, monseñor Moronta, el nuevo padre enviado a estas tierras debía celebrar la santa misa en este lugar de devoción y educar a los fieles en la fe y en la observancia del culto católico sin distorsiones.
Así pues, los nuevos cuidadores del Divino Niño continúan la obra de Edita, abriendo la capilla en la mañana y cerrando por la tarde. Celebrando cada tercer sábado de enero la fiesta en honor al patrono de la comunidad. Ayudando a su parroquia en la organización de la catequesis del sector y en todo lo que se necesite con respecto a las celebraciones religiosas de la zona.
En la actualidad, por la pandemia, las misas que se celebraban cada domingo, a las 7:30 de la mañana, están suspendidas, hasta tanto se haya superado la emergencia sanitaria. Es un ruego constante al Divino Niño que pasen estos tiempos aciagos y retorne la normalidad al mundo, pero sobre todo que el Señor Jesús, por los méritos de su infancia, ayud e a Venezuela a ser un país donde todos puedan estar.
“Cuéntenos su milagro y escribamos un libro”
Al cumplirse 50 años de la manifestación milagrosa del Divino Niño Jesús de Llanitos, se empezará la redacción de un libro para inmortalizar la historia de la pequeña imagen y dejar constancia del testimonio de vida de quien fuera la guardiana de este santuario por 44 años, la abuela Edita Sánchez.
En ese sentido, se invita a los lectores de Diario La Nación, que sean devotos de la sagrada imagen y tengan un testimonio que contar, a que lo envíen al correo electrónico [email protected] o a través de la cuenta en Instagram @mfscolmenares. Allí, el periodista Moisés Sánchez les contactará para recoger la historia que usted, querido lector, quiere contar al mundo sobre el favor que recibió.
Sabemos que son cientos las historias de milagros que el Niño Jesús ha obrado en medio de este pueblo tachirense. Que es inmenso el amor que los fieles profesan a este lugar y que es merecido el cariño con el que recuerdan a quien en vida dedicó sus fuerzas y energías a orar por las personas y a profesar la fe en aquel que hace posible lo imposible: Jesús.
Hágase partícipe de esta obra que recogerá la historia de uno de los íconos más significativos de la región: el Divino Niño Jesús, y celebre así los 50 años de la manifestación milagrosa acaecida aquel 16 de septiembre de 1971.
Moisés Sánchez