Son tiempos difíciles para todos. Pero para los ancianos sin familia y sin hogar, en medio de una pandemia, donde son los más vulnerables, las circunstancias se tornan complejas.
Afortunadamente, en la capital del municipio Junín existe un refugio donde, además de un techo, les brindan cuidados y alimentos, en la medida de las posibilidades, y lo más importante: una palabra de aliento cuando decae el ánimo y el tan necesario afecto para quien lo ha perdido todo en la vida. Se trata de la Casa Hogar “San Martín de Porres”.
Allí, bajo la atención de las Hermanas Dominicas de Santa Rosa de Lima, residen 49 adultos mayores, hombres y mujeres que dejaron atrás su etapa productiva y ahora son parte de una tercera edad, con fuerzas, capacidad y salud disminuidas. Ellos encontraron un buen resguardo en el ocaso de su existencia.
Medidas ante el covid-19
Como coordinadora de la Casa Hogar “San Martín de Porres”, la hermana Margarita Amaya está al frente del equipo de ocho religiosas que la acompañan en la laboriosa tarea de cuidar a los ancianos.
Estas abnegadas mujeres en su mayoría superan los ochenta años de edad y aunque algunas mantienen sus energías casi intactas, otras enfrentan problemas de salud que les impiden incorporarse a las tareas diarias.
Explicó que desde que se inició el periodo de cuarentena a causa del covid-19, y por ser población vulnerable, dentro de la Casa Hogar se adoptaron las medidas de bioseguridad necesarias para preservar la salud de sus habitantes.
“Para hacer énfasis en el distanciamiento social, se suspendió el acceso al lugar por parte de visitantes. En caso de que acudan voluntarios o a traer algún donativo, primero hay que cumplir con la debida desinfección del calzado, portar mascarilla, lavarse las manos previamente, usar guantes o utilizar alcohol y gel antibacterial”, señaló.
La reja que colinda con la acera permanece cerrada, al igual que la que da paso a las instalaciones después de atravesar un pequeño estacionamiento. Las puertas de la capilla tampoco se abren al público desde marzo.
Por su parte, las religiosas hacen uso de tapaboca y guantes para cumplir con sus funciones e interactuar con personas ajenas a la institución. Los abuelos también portan su mascarilla cuando el momento lo amerita.
A pesar de las limitaciones, las instalaciones de la Casa Hogar se mantienen limpias y desinfectadas; esto producto de la constante dedicación de las hermanas por tener los espacios impecables.
Un aspecto que considera muy importante sor Margarita Amaya es que, después de siete meses de haberse desatado la pandemia, ninguno de los ancianos ni de las religiosas han contraído el virus; a su juicio, esto es gracias a las medidas que se tomaron como protección, las cuales se cumplen a cabalidad.
Lamentablemente, algunos se encuentran enfermos de otras patologías, propias del deterioro de su salud por los años de vida acumulados.
Solidaridad y buen corazón
Dentro y fuera del recinto existen personas que ofrecen su respaldo a los adultos mayores de diferentes maneras. Están Alfonso, Yadelsi, Karine, Jorge y Carmen, quienes trabajan en la cocina, ayudan a bañarlos y vestirlos, hacen reparaciones y otros menesteres.
Como la Casa Hogar no cuenta con ayuda oficial ni ingresos fijos, ocasionalmente obtienen una remuneración en efectivo o algunas veces reciben un producto de mercado.
También hacen presencia quienes acuden a apoyar con asistencia médica o simplemente a brindar su brazo para caminar por las instalaciones. Este es el caso de un grupo de jóvenes de la Iglesia adventista, quienes van algún domingo a preparar el almuerzo, contribuir con el aseo personal y recreación de los abuelitos.
Junto a ellos, los integrantes de la Brigada de Auxilio, Comunicación y Emergencia, paramédicos voluntarios Miguel Hernández y Edilia Quintero, realizan junto a otros compañeros jornadas para medir la presión arterial.
Katy Lugo, representante de la Iglesia adventista, expresó que esta es una manera de demostrar el amor de Cristo para con los adultos mayores, y que es muy importante reforzar con acciones el afecto y la bondad.
Todos a ayudar
La Casa Hogar “San Martín de Porres” no escapa a la crisis por la que atraviesa el país. Por lo tanto, es indispensable el aporte que pueda llegar hasta esta institución.
Entre las necesidades urgentes por cubrir, que enumeró sor Margarita Amaya, se encuentran colchones, sillas de ruedas y camas clínicas, pues solo hay dos y sumamente desvencijadas; alimentos de todo tipo, sobre todo alguna proteína, que muy difícilmente pueden consumir.
También requieren medicamentos, especialmente antibióticos y analgésicos; así como implementos de limpieza: cloro, jabón y desinfectantes. Pañales desechables, ya que los que utilizan los elaboran las Hermanas Dominicas con bolsas de plástico y tela de ropa usada.
Por lo tanto, cualquier aporte es valioso para estos seres desposeídos y que por la gracia de Dios consiguieron un lugar donde resguardarse de la indiferencia. Cobijo, amor y cuidados persisten y mantienen seguros a estos ancianos, a pesar de una amenaza tan grave como el covid-19. Como dicen las religiosas: “todo es obra de la Divina Providencia”.
Norma Pérez