Reportajes y Especiales
Concafé apuesta al futuro de la caficultura en el Táchira
12 de marzo de 2022
José Ignacio Perozo, presidente de Concafé, cree además en la diversificación para superarlos tiempos difíciles, produciendo también abonos, semillas, alimentos para mascotas, fertilizantes, en alianza con otra empresa regional.
Por Humberto Contreras
Nació en Lagunillas del Zulia, en sus tiempos, el campo de mayor producción de petróleo en el mundo. Hijo de un trabajador petrolero y de una “gocha trujillana”, según su mismo decir, se fue de joven a Maracaibo, egresó como abogado de la Universidad del Zulia, y durante algún tiempo ejerció la profesión, en las normales actividades tribunalicias, que no terminaban de agradarle.
—Me di cuenta, dice, en ese camino de mi profesión. que yo no era un abogado nato, por lo que decidí cambiar de ambiente. Pensé entonces en irme al centro del país, pero finalmente, escogí venirme al Táchira. Quien habla, es José Ignacio Perozo, empresario tachirense (“importado”, dice, pero tachirense) quien recibió recientemente de parte de Fedecámaras Táchira, el Botón al Mérito Empresarial “Francisco Gutiérrez”, por la labor que desarrolla con su empresa, Concafé, en beneficio de la caficultura y los caficultores en el Táchira.
—Tengo 78 años, confiesa, y hace unos 40, aproximadamente, tuve la suerte de elegir y venirme para el Táchira. Y qué satisfacción he tenido. En esos días, un primo me dijo que él sabía bastante de café. Nunca había trabajado en el campo, pero de ahí, se fundó Concafé, nombre que es un derivado de Café Continental.
El nombre, continúa, se me ocurrió en un vuelo de Canadá a Japón, que dura 17 horas. Ese nombre, Continental, ya lo había utilizado para otras cosas, como una constructora de mi propiedad, con sede en Maracaibo, con la cual trabajé en Aruba construyendo parte importante del Hotel Hyatt.
El 5 de febrero de 1985, se registró la compañía. Ya son 37 años, y aquí estamos trabajando. Yo le compré al socio, tengo 100 por ciento de las acciones, y con un profundo orgullo de hacer lo que estamos haciendo
— “Voy a sembrar café”
Dice Perozo que Concafé, como procesadora, compraba el grano a productores. “Una vez, uno de ellos me dijo: ‘Ese es el precio del café verde. Lo pagas, o se lo vendo a otro’. Era una persona que debía estar agradecida de Concafé, porque durante diez años le habíamos comprado la materia prima. Pensé que, por esa respuesta poco adecuada, no era tachirense. Y no lo era.
Entonces me dije, voy a sembrar café.
Nos decidimos, y compramos una finca en Junín, en Río Chiquito. Una finca famosa, que por mucho tiempo ha producido café. Y así fue como nosotros llegamos a incursionar en esta área, en el campo.
Ya habíamos instalado la planta, estábamos procesando cien mil kilos de café mensual, y ya comprábamos la materia prima, café verde, que siempre ha sido “lavados superiores”, un tipo de café, de mejor calidad. Estábamos procesando puro café lavado superior, que se produce en el Táchira, pues esta tierra da con facilidad esos cafés superiores, que no se dan en otras partes. Eso obligó a que Concafé se dedicara a hacer café de primera.
Llega un momento en que los japoneses, los hindúes y los chinos (casi 4 mil millones de habitantes entre los tres), empezaron a consumir café, por lo que el número de tazas de café consumidas mundialmente, se quintuplicó. De 500 mil tazas diarias, pasó a dos millones y medio de tazas. Eso cambió el precio de la materia prima, y favoreció muchísimo al caficultor.
Pero nosotros -los venezolanos-, que abandonamos la caficultura en 1930, cuando vino la época petrolera del país, nos habíamos olvidado de la caficultura, desafortunadamente. Ahora, con el andar de los años, nos hemos dado cuenta del error que cometimos, y hemos empezado de nuevo a sembrar café, que es uno de los propósitos de Concafé.
Con ese hecho del aumento del precio, ya Concafé no era el único comprador de los cafés superiores, sino que ya había un sinnúmero de torrefactoras en el país, que entonces éramos 50, y ahora somos más de 300 en toda Venezuela, de las cuales solo diez en el Táchira, pero por una razón: la mayor parte del café nuestro es ´lavados superiores´, que no se procesa en todas partes, porque no se produce. Es un café especial para exportar.
Nosotros, los tachirenses, hemos hecho un aporte muy grande a lo que significa el café de exportación. Qué bonito es decir, a manera de anécdota, que, en 1930, nos llamaban el café ´Tachíra´ (acentuando la i), porque los norteamericanos no acentúan. Fue el mejor café del mundo. Y los colombianos decían, para darse bomba, que ese café era de ellos, porque ´Tachíra´ era parte de Colombia. Por eso, hoy día, ellos son número uno en el marketing del Café, le ponen el precio al café en el mundo, porque los compradores, cuando les ofrecen un café que no es colombiano, preguntan “¿cuánto se parece en calidad al colombiano?.
Así, nosotros abandonamos el café más suave del mundo, el café ‘Tachíra’. No entendimos eso, y nos retiramos. Hoy en día, Concafé, y particularmente la Corporación Venezolana del Café, está interesada en relanzar la caficultura en el país. Se están dando hechos que muestran ese propósito. Dentro de tantos eventos que han ocurrido en ese sentido, llama muchísimo la atención, que, creo es para 5,6 y 7 de mayo, hay un evento en Caracas, con los mejores catadores y baristas (especialistas en la comprobación de la calidad del café) del mundo, al que van a asistir las muestras de los cafés más importantes.
Ayer recibimos una llamada de Café Geisha, de Panamá, el más importante del mundo, pues en subastas llego a venderse en dos mil dólares el kilo. Una libra se cotizó en 1010 dólares. En la última subasta, vendió un kilo en 5 mil. Para entenderlo, un kilo de café normal, en la bolsa de Nueva York, como pagan el café venezolano, por ejemplo, está en 6 dólares. Ellos están interesados en asistir a ese evento, y que nos llamen para saber si vamos a estar allí, es un orgullo para nosotros”.
—Nosotros comenzamos hace como tres o cuatro años a sembrar. Tenemos el plan Concafé Siembra, y ya tenemos sembradas 250 mil plantas. Creíamos que era más fácil. No tenemos experiencia de caficultores, de campo, pero hoy en día hemos logrado allí avances importantes.
-Cómo les ha afectado la situación?
—Puedo decir con mucha satisfacción que la situación causada por el covid y la hiperinflación nos ha llevado a nosotros, a entender algo: debemos reinventarnos. Estamos incursionando en el campo de los fertilizantes. Tenemos en el Táchira la fosforita. Cerros de fosforita. Esta tiene alto porcentaje de flúor, que debemos reducir y llevarlo a 0,20 %, para que no sea tóxico o dañino para los animales. Y a 0.40 %, cuando se va a usar para las plantas.
La combinamos con urea y con cloruro de potasio, y estamos fabricando el Triple 15, que es el fertilizante más efectivo que hay para todo tipo de planta. Esto ya lo estamos haciendo en sociedad económica y científica, con la empresa Mecaliment, de Capacho Viejo, que produce alimento para animales, y abono para las plantas.
Estamos produciendo 300 sacos de 50 kilos cada uno, y lo distribuimos en todo el país, porque hay una demanda fuerte. Este era un producto que nosotros importábamos, y con el que muchas veces nos engañaban en Colombia, que lo llábana Triple 15, pero era pura arcilla.
De modo que ahora, nosotros estamos haciendo abono, fórmulas cafetaleras especiales para el café, para cuando está naciendo, en desarrollo y cuando está produciendo. Nos hemos adaptado bastante. Y no hemos abandonado el campo.
Un cambio radical en la caficultura
El caficultor con su señora, en promedio cuarenta años de edad, con tres hijos de 15, 18 y hasta de 20 años, se levantan a las cinco de la mañana, se toman un café y se van a trabajar en su parcelita, hasta las seis de la tarde. 12 horas de trabajo diario, y cuando recogen la cosecha, cuentan diez quintales por hectárea, de un café de segunda.
—Lo que estamos proponiendo, relanzando la caficultura, es que esa misma familia, en el mismo tiempo, recoja 70 quintales, en vez de diez.
Obviamente, tendrán mejor paga, porque ahora producirían café lavado superior. Hoy, para tener una idea, reciben 0.80 dólares por un kilo de café canéfora, o de robusta o de los llamados naturales. Mientras que los cafés naturales de primera, cuestan 2,50; y el lavado superior 3,50 o 4 dólares, cuatro veces más que el natural que producen ahora.
O sea, para mejorar su vida, se debe saber esto: Que nosotros lo estamos haciendo ya. Que es posible hacerlo. Y que el tachirense principalmente, aprendió esa lección: hay que sembrar café lavado, cafés especiales,
Nosotros producimos semilla de nuestro café, del plan de siembra. Nacido y hecho aquí en el Táchira. La vendemos en 35 dólares el kilo, 30 dólares a la gente que compra al mayor y en 20 a los productores acá en el estado. La bolsa contiene de 3500 a 4000 granos de 92 % de fertilidad.
En la sociedad con Mecaliment, entre las cosas que estamos haciendo por reinventarnos, también producimos Perrarina, Gatarina, alimento para cachama, todo elaborado en Capacho Viejo. Esos productos ya se venden en el Táchira. Estamos comenzando, por eso es que no se conocen mucho, pero ahí estamos.
A futuro cercano
—Pandemia e inflación nos han obligado a diversificar, a buscar soluciones. A no cerrar. Más bien vamos a empezar a crecer, pues después de esta etapa, vamos a empezar a explotar la fosforita, como una industria, y a sembrar, con un norte. Creamos una organización, la Cámara Tachirense del Café, que es la propietaria de este edificio, la cual va a tener si Dios quiere, unos mil asociados, porque la inscripción es gratis, y solo se necesita demostrar que se siembra café, sin importar el tamaño de su parcelita, o de la finca. Vamos a empezar a traer artículos para suplir las necesidades del caficultor: charapos, botas, uniformes. Todo lo que necesite, incluso fertilizantes, químicos, a precios módicos,
—¿Proyectos de formación para la caficultura?
—Sí. La incultura, o la no cultura, ha hecho que nosotros invirtamos diez horas del día, sembrando lo que no debemos sembrar. Si tuviéramos cultura cafetalera, sería distinto. Estamos enseñando al caficultor y al productor, a que en ese mismo tiempo que invierte hoy, se siembra un café para diez años, que le produce siete veces más. En vez de diez quíntales, produce setenta. Y damos las facilidades para que eso sea así.
Una aliada fundamental
Se incorpora a la entrevista, casi al final, la esposa del doctor Perozo. Ella es Karla Irene Zambrano Méndez, licenciada en Contaduría, integrante de la junta directiva y gerente de Comercialización. Es una pieza importante, sin duda, en el funcionamiento de Concafé.
—Estamos trabajando todos de la mano, dice, para salir adelante, para que nuestro producto este presente no solo en el Táchira, sino nacionalmente e internacional, cuando las condiciones lo permitan. Pero tengan la certeza -les dice a los consumidores- que siempre van a conseguir de Concafé la misma calidad, o calidad superior, pues nosotros mismos somos nuestra competencia.
Nosotros tenemos varias presentaciones: Concafé Intenso, Gourmet, Premium y en grano. Le garantizamos al público consumidor que todas son de altísima calidad, pues nos esforzamos en eso, y cuando no se ven nuestros productos en los puntos de venta, es porque no nos ha llegado la materia prima que nosotros estamos acostumbrados a torrefactar. Eso es importante, porque tenemos que cuidar la marca, cuidar la calidad y preferimos parar la planta y no sacar productos de calidad inferior.
Siempre nos esmeramos por ser mejores, agrega. Cada vez más, tanto en la materia prima, como en la calidad del producto, y en el personal que labora. En nuestra planta, todos los cargos de gerencia están en manos de mujeres. El doctor Perozo, que es el presidente, es el único caballero, pero en la parte de producción, de operaciones de supervisión, de seguimiento y control, son mujeres. Eso tiene una lectura: Que nuestro producto tiene que ser el mejor, porque nosotras somos muy exigentes.
A esto hay que agregar, dijo Ignacio, que en 99 % de los trabajadores de Concafé, no solamente se tiene preferencia por las mujeres, sino que, además, son tachirenses. “Porque sabemos de café”, agrega Karla.
Por eso me refería, dice Ignacio, al factor humano en nuestra empresa. Qué importante es que la gente sepa lo que está haciendo. Nuestros trabajadores, interviene Karla de nuevo, son los primeros preocupados por la calidad del café, de que todo ese producto que sale sea de primerísima calidad, porque ellos también son consumidores.
La empresa
Concafé, en su mejor momento, llegó a tener 150 trabajadores. Y el Plan de Siembra llegó a tener 80, para un total de 230. Todos dependían de la misma nómina, que se pagaba con la venta de café. “Estábamos haciendo un trabajo en el campo, que necesitaba esperar que la planta creciera, que produjera, en año y medio, porque antes era a los tres años. Esto con la famosa variedad Castillo, colombiana, que estamos sembrando.
Pasados dos años de pandemia y de inflación, que tiene un poquito más, quedamos 30 trabajador es en total. ¿Por qué? porque la nómina no aguanta. La situación me permite decir que no hay ingresos para pagar lo que se merecen los trabajadores. Y tengo que decir, además, que no hay un banco, uno solo, en este país, que esté prestando dinero.
El primero de diciembre, hace tres meses, aquí, en esa mesa, estuvo reunida la directiva del banco equis, que nos ofreció un crédito de 40 mil dólares. Nunca nos dieron nada. Una tomadera de pelo y no nos dieron ni un centavo.
Esa es la Venezuela que estamos viviendo ahora. Cada lunes empezamos a pensar en el viernes, porque hay que pagar la nómina. Y empezamos a luchar, y a esperar que el dólar esté a cuatro mil pesos, para que nos rindan los pesos, pues les pagamos en pesos. Y luego, a ver cómo conseguimos bolívares para pagar los impuestos. Bueno, este ratico, es la parte de la lloradera, pero nosotros estamos muy satisfechos de esto”.