Fue el presidente oriundo del Táchira, Isaías Medina Angarita, quien por medio de un decreto especial dispuso la celebración del 1 de mayo como el Día del Trabajador, en el año de 1945, cuando el país se debatía en la necesidad del voto popular directo y secreto.
El sindicalismo en Venezuela fue la herramienta más poderosa que esgrimiera el partido de la tolda blanca, Acción Democrática, y fue un movimiento que tuvo su origen en 1936, en donde se formara la primera central obrera, denominada Confederación de Trabajadores de Venezuela, que se expandió por todo el país y alcanzó niveles de influencia jamás sospechada por el movimiento sindical.
Esta organización, la CTV, convocaba cada año para conmemorar el 1 de mayo, no solo en homenaje a los Mártires de Chicago, sino en demanda de aumentos salariales, de firma de los contratos colectivos y en exigencias a un mejor estándar de vida social.
De su seno surgieron líderes de los distintos partidos políticos, siendo el principal y de más presencia en el formado por Rómulo Betancourt, que puso a Acción Democrática en el centro de la atención política y laboral en la nación.
Precisamente, fue uno de sus más connotados dirigentes, quien fuera por varios años presidente de la Federación de Trabajadores del Táchira, Fetratáchira y luego presidente de la Confederación, Federico Ramírez León, quien trabajaba en el departamento de cocina del recordado Hotel El Tamá, pero dueño de un ardoroso verbo y de una línea de defensa de sus dirigidos, como pocos lo han tenido en la historia de la clase obrera, quien ejerció el mayor impulso en democracia del movimiento que enfrentaba tanto a los jerarcas del gobierno como a los encumbrados empresarios reunidos en Fedecámaras.
Desde inicios del presente siglo, al arribar el llamado gobierno revolucionario que aún nos rige, la CTV fue disminuyendo su presencia pública, reduciendo su influencia política, hasta convertirse en un ente incapaz de superar sus propias deficiencias ante la renuencia del trabajador de formar parte de los sindicatos o pertenecientes a la organización y por la proliferación de otros grupos que se fueron con el oficialismo, perdiéndose así la libertad y la independencia en la lucha de sus reivindicaciones y que se arroparon desde el 2003 bajo la sombra del sindicalismo bolivariano, que hasta la fecha no ha llamado a un solo paro de protesta, a ninguna huelga por la situación caótica de sus afiliados, y siempre tratando de explicar la coyuntura gubernamental, que ha hecho que el movimiento obrero en la actualidad se haya ido a menos y que no aparezca en el mapa de las grandes decisiones como lo hiciera antes.
Ya hasta las convocatorias de los desfiles del 1 de mayo se han convertido en un desfile de pancartas y de eslóganes, pero nada de exigencias por el aumento de los ingresos, la lucha por un sueldo mínimo decente o por la entrega de una mejor calidad de vida.
De todas formas, tarto los centros sindicales bolivarianos como las organizaciones de la oposición, festejarán en la fecha consagrada internacionalmente en honor a quienes se inmolaron por la lucha de las 8 horas diarias de trabajo. (Víctor Matos)