Víctor Matos
Fueron suficientes los escasos minutos de la escena en donde la actriz Ursula Andrews emergía de la playa con un bikini blanco de tamaño tentador en 1962 para encontrarse con el actor Sean Connery, el James Bond del primer filme de la después saga: “Dr. No contra el agente 007”, para que el mundo se estremeciera ante tan cautivante atuendo.
La pequeña pieza ya había sido creada por el francés Louis Réard el 5 de julio de 1946, que fuera lucida por la modelo Micheline Bernardine y que encendió las alarmas de la moralidad imperante, que incluso fuera anatematizado por la Iglesia, que la motejó de “escandalosa y pecaminosa por su diseño” por el mismo papa Pío XII y que tras haber sido utilizado por el concurso londinense Miss Mundo de 1951, fuera prohibido su uso para los siguientes episodios.
El diminuto bañador llegó al cine para ser exhibido por las estrellas Brigitte Bardot, Raquel Welch, Sophia Loren, Gina Lollobrigida, convertidas en sex symbol, aunque la prenda considerada un atentado a la moral para la época fue abriéndose camino de manera oronda por todo el mundo.
Este bikini se impuso a raíz de la fuerza de las mujeres y no de la fuerza de la moda, pues estas emprendían los movimientos de libertad dentro de una lucha feminista por sus derechos y que tuviera su momento estelar a partir de los años sesenta, cuando fuera aceptada por la liberación sexual que rompió tabúes y que incluso encumbró a la gran Marilyn Monroe.
Empezó pues así la era de la locura debido al impulso de la lycra y que dio espacio a otras innovaciones como el solo una pieza, para las más atrevidas o la tanga, que no dejaban nada para la imaginación.
Han transcurrido casi ochenta años de aquella feliz creación que encandiló al mundo y que se llamó bikini en homenaje a la explosión francesa de la prueba de la bomba atómica en la isla del Atolón Bikini que estremeció al planeta y que por ello tomó el nombre la pieza, que no solo fue una revolución de ese tiempo, sino la explosión de la belleza femenina que ha durado, y para las nuevas generaciones durará, hasta el día que tengamos vista para encantarnos por la belleza femenina.
Superado el monokini, la exageración de la década de los setenta, rotos todos los tabúes en nuestros días, la moda no vacila en recurrir nuevamente al traje de baño de una sola pieza o enterizo, mientras las grandes innovaciones permanecen aunque más elásticos y cómodos, con este bikini de nuestros días.
Prohibido en San Cristóbal en el concurso ferial
Hace 50 años, el ayuntamiento de la ciudad capitalina, a través de su más alto vocero, el presidente del Concejo Municipal, Gerson Rodríguez Durán, decretó la prohibición de exhibir el bikini a las aspirantes a la corona de la Feria de San Sebastián 1975, tras la publicación en primera página de este diario de una de las aspirantes, Nancy Torres, de una fotografía en la que lucía esta vestimenta de baño.
Consideró la máxima autoridad edil que este tipo de fotografías no eran un buen ejemplo para la juventud de entonces y conminó a las candidatas a no usarlas, pues de lo contrario serían expulsadas del certamen.
Para reafirmar esta postura que consideraba en bien de la moral y las buenas costumbres, Rodríguez Durán invitó a los periodistas de los medios impresos de la urbe a comprometerse a no publicar este tipo de gráficas, pues la intención del certamen era presentar a las chicas sin ningún estímulo adicional que permitiera admirar su cuerpo y no sus cualidades.
La afectada se disculpó por haber lucido el atrevido atuendo, pero fue quien resultara elegida Reina de nuestro máximo festival, en enero de 1975.
Superado este episodio, años más tarde las muchachas lucieron el bikini sin restricción alguna.
Víctor Matos