Víctor Matos
“Os anunciamos, hermanos y hermanas, una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo. Escuchadlo con corazón gozoso: Habían pasado miles y miles de años desde que, al principio, Dios creó el cielo y la tierra e hizo al hombre y a la mujer a su imagen y semejanza. Miles y miles de años habían transcurrido desde que cesó el diluvio y el Altísimo hizo resplandecer el arco iris, signo de alianza y de paz”.
En el año 752 de la fundación de Roma, en el año 42 del imperio de Octavo Augusto, mientras sobre toda la tierra reinaba la paz, en la sexta edad del mundo, hace 2023 años, en Belén de Judá, pueblo humilde de Israel, ocupado entonces por los romanos, en un pesebre, porque no tenían sitio en posada alguna, de María, esposa virgen de José, de la casa y familia de David, nació Jesús, llamado Mesías y Cristo, que es el Salvador que el pueblo esperaba. Luego de tantos siglos de espera anhelante, se cumplía el prodigio, el hecho más grandioso de toda la historia de la humanidad.
Tal y como habían anunciado los profetas de Israel, el Mesías Salvador viene al mundo para arrancar a los hombres del pecado, hacerlos hijos de Dios y conducirlos por el verdadero camino hacia el cielo.
Tal hecho sublime sucede en un pequeño pueblo de Judea, llamado Belén, tal como lo había profetizado Miqueas 700 años antes.
En aquellos tiempos salió un edicto de César Augusto para que se empadrone a toda la población y cada uno se dirigió a su ciudad. José subió a Galilea de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, por ser él de la casa de la familia de David, para empadronarse con María, su esposa, que esperaba un hijo.
Estando allí se cumplieron los días y dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales, y le acostó en un pesebre por no haber sitio para ellos en el mesón.
Sin embargo, a pesar de nacer de forma tan humilde, la venida del Mesías al mundo no pasó desapercibida. Los ángeles, en número incontable, anunciaron a un grupo de hombres sencillos la Buena Nueva.
“No temáis, os anuncio una gran alegría que lo es para todo el pueblo: Os ha nacido un Salvador, que es el Mesías Señor, en la ciudad de David. Esto tendréis por señal: Encontrareis al Niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre”, dijo el Ángel a quien se le sumó una multitud que alababa a Dios diciendo: “Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad”.
Fueron luego con presteza y encontraron a María, a José y al Niño, acostado en un pesebre. Después los pastores se volvieron glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían visto y oído.
Entonces el rey Herodes mandó a los doctores de la Ley que buscasen en las Escrituras dónde había de nacer el Mesías. Ellos le respondieron que en Belén de Judá, y hacia allí dirigió a Los Reyes Magos mientras tramaba en su interior planes malvados.
Los Reyes Magos llegaron a Belén y entraron y vieron al Niño con María, su madre, y poniéndose de rodillas le adoraron; y abrieron sus alforjas, le ofrecieron dones: Oro, incienso y mirra. Así se hizo Hombre la segunda persona de la Santísima Trinidad, que es el Hijo, Jesús.
Los regalos de Papá Noel
Con la Nochebuena del 24 de diciembre, vienen los sueños de los pequeños por saber qué les ha traído San Nicolás, de acuerdo a su comportamiento durante el año que fenece para hacer más feliz la Navidad que recuerda el nacimiento del Niño Dios.
Este personaje, conocido también como Papá Noel, Santa Claus o el Viejito Pascuero, pertenece al folclor europeo y a la imaginación infantil que pleno de inocencia, incluso hasta le escribe para que después de las doce de la noche del 24, tras las doce campanadas, abran sus paquetes de obsequios para pasar una noche feliz en medio del cariño y tradición de la familia.
Juguetes, caramelos, golosinas, forman su cargamento que la ilusión imaginaria de los niños ha traído en su trineo halado por los renos hasta lograr su propósito: Colmar de alegría al mundo infantil que cada año espera su especial regalo de Navidad. (Víctor Matos)