Sin combustible y sin los insumos requeridos, productores y transportistas se esfuerzan para que podamos disponer en casa de los vegetales necesarios para nuestra alimentación
Por Humberto Contreras
Venezuela es el país con la mayor cantidad -y posibilidades- de recursos petroleros del mundo. Es, también, uno de los países cuyas tierras son de las más fértiles del planeta. Su producción agrícola es (era) de las más variadas, y suficiente, capaz de alimentar la población nacional e incluso, en algunos productos, exportar.
Los dos recursos más importantes -no los únicos, por supuesto-, para desarrollar una poderosa agricultura, cosa que el país estuvo haciendo hasta hace unos siete u ocho años, cuando la producción agrícola en general comenzó a decaer, debido a que las fallas, que lentamente se venían presentando, no tuvieron la atención gubernamental necesaria.
Y decayó, hasta tal punto de que hoy día la situación está al borde de convertirse en una crisis alimentaria. Sus causas: las fallas eléctricas en todo el país, la dificultad para acceder al combustible, la escasez crítica de insumos necesarios para sembrar y cultivar, aparte de los estragos de la inflación, en absolutamente todo.
De hecho, abreviando informaciones, Aquiles Hopkins, presidente de la Confederación de Asociaciones de Productores Agropecuarios de Venezuela (Fedeagro), declaró a finales de 2020 a los medios nacionales, que en 2020 cayó la producción de hortalizas en 20 %, se acentuó la crisis eléctrica, no tenemos insumos para sembrar, y se le suma la crisis de combustible, que acaba con la producción de hortalizas, al no tener cómo sacar la cosecha.
La caída de la producción nacional se ha traducido en la reducción de los niveles de consumo, desnutrición y empobrecimiento de la población. Aunque, también, la demanda de productos en el país ha decaído en proporciones elevadas, estimulada por la disminuida capacidad adquisitiva del venezolano, cada vez más golpeada.
En el Táchira es igual
Nuestro estado, agrícola por excelencia, no escapa a esta realidad nacional. Productores y transportistas responsables de producir y hacer llegar al mercado los distintos alimentos que se producen en nuestras tierras, tienen, todos, dos quejas, o dos dificultades fundamentales, que afectan su misión de vida: El combustible, y los insumos.
Conversamos con algunos productores de El Cobre, municipio José María Vargas, y de Santa Ana, municipio Córdoba. Y estuvimos en el Mercado Mayorista de Táriba, donde transportistas y productores se congregan para surtir las instalaciones del centro de ventas agrícolas más grande del estado. Y todos se quejan de lo mismo.
Combustible
Édgar Corzo es un mayorista que adquiere frutas, en especial naranjas, en el estado Mérida y la transporta hasta el Mercado de Táriba, donde las comercia. Hacía dos viajes a la semana, ahora solo uno, y siempre para ese mercado. Y su queja no se hace esperar: Tengo problema con el combustible, es muy difícil de conseguir.
Explica que el mismo solo se consigue aquí, en San Cristóbal, de modo que cuando va a Mérida, debe surtirse de gasoil para viajar allá, y en pimpinas lleva la del viaje de retorno, “porque allá, de donde somos nosotros, no se consigue”.
Los precios de la mercancía, señala, se afectan por el costo de combustible. “Uno lo paga en pesos, a mil 500 el litro en las bombas, pero a veces se compra más caro, y hay que hacerlo, porque si no, ¿cómo se viaja? Gastamos 220 litros, ida y vuelta, o sea son 330 mil pesos, comprado en las bombas, pero si hay que pagarlo afuera, saque la cuenta. Y ese costo hay que cargarlo al precio de la mercancía”.
Con respecto a la producción, Corzo dice que ahora la demanda ha bajado bastante. “Uno siempre trae la misma cantidad, porque no cargamos sobrepeso, pero antes, si salían en un corte unos mil sacos de naranja, ahora solo salen doscientos, máximo quinientos sacos, porque han bajado mucho las ventas”.
Inseguridad en la carretera
Leo Depablos es un mayorista de cebolla. Fleta un camión para traerla desde El Cobre, y, dependiendo de cómo esté el mercado, hace uno o dos viajes semanales. Aunque, dice, “la venta últimamente ha disminuido bastante, como en 60 %”.
Para Depablos, además del combustible -gasoil o gasolina, da igual-, otro problema que experimenta el transporte agrícola es la inseguridad en las carreteras. “Hace como ocho días, dijo, a un camionero que venía con parchita y naranja le bajaron la carga, se la tiraron al piso y se llevaron el camión, que todavía no ha aparecido. Por eso, pedimos seguridad, vigilancia, a las autoridades”.
Explica que, en cuanto al gasoil, es una tortura para poder surtir. —Si no se puede en las bombas, hay que comprarlo en pesos y a especuladores. Y por supuesto, hay que cargárselo al precio de la mercancía. Me queda decirles a los organismos del gobierno que, por favor, den facilidad para el combustible, porque uno no entiende cuál es el problema que genera tantas dificultades.
Ahorita que hay bastante cebolla, señala, los precios tienden a bajar. Claro, el productor pone los precios, porque él tiene que pagar obreros, la comida, los sacos, todos los insumos, que están caros y escasos, etc. Porque, de donde viene esta cebolla, hay que bajarla en bestia desde el cerro, y eso cuesta.
Semillas malas y baja demanda
— En estos momentos, la situación que vive el país ha hecho que conseguir los insumos, las semillas, los abonos, fungicidas, herbicidas, y demás insumos necesarios para la producción, nos hagan muy difícil el trabajo, porque están escaseando mucho. Así lo refiere Jhon Labrador, productor agropecuario de El Cobre.
—Dependemos de la producción colombiana, agrega, porque tiene más credibilidad, ya que muchas semillas de origen nacional o importadas desde Venezuela, han sido falsificadas. O como se dice popularmente aquí, han sido “puyadas”, y pues por esta situación no solo se pierde gran cantidad de material, sino también se pierde el dinero, tiempo y trabajo. Y la producción es muy baja, en términos de decir que nulas.
El problema con el combustible también ha hecho que la situación sea muy complicada para el transporte de hortalizas, verduras, legumbres, que se producen en las diferentes aldeas, en lugares remotos de esta zona de nuestro municipio donde también hay una fuerte actividad agrícola.
Explica el productor que antes un productor sembraba cien sacos de papa, y hoy día solo siembra 20, por la carestía de los insumos, por la falta de oferta y demanda, y por la falla en la calidad de las semillas. Ya es muy difícil conseguir semilla registrada, de calidad. Solo es fácil de lograr la semilla colombiana, que, aunque es buena, es de un solo tipo, y mientras que acá en el país, sembrábamos muchas variedades.
Por ejemplo, añade Labrador, la granola, ahora es muy difícil de cultivar, porque son semillas que ya tienen mucho tiempo almacenadas, y así se van deteriorando. “En nuestro municipio se cultiva toda variedad de verduras, hortalizas y legumbres, pero se han perdido muchas cosechas por la falta de todo”.
Solo confiar en Dios
¿Cómo ves el futuro?, le preguntamos a Énder Villamizar, productor que desde Mérida (Tucanizón) trae sus productos al Mercado de Táriba.
—Solo confiar en Dios, responde. Que esto mejore, porque esto está cada día más desolado, ya no hay aquella afluencia de personas que vengan a comprar, por todas las razones que sabemos.
Para Villamizar, también sus problemas van desde el costo de los insumos, fertilizantes, herbicidas, semillas, etc., para trabajar, el transporte también está muy costoso. Necesitamos que nos distribuyan gasoil, porque no se consigue, y el que lo tiene, lo quiere vender cada día más caro, a precios exorbitantes, y como eso hay que cargarlo a la mercancía, pues ya el costo no está dando para hacer llegar el producto al mercado y para distribuirle al pueblo para su alimentación.
Villamizar produce todo lo que trae: aguacate, jojoto, cebolla. Allá, dice, lo producimos todos, y también nos ayudamos uno al otro, para distribuir la producción. Normalmente estaba haciendo dos o tres viajes a la semana, pero ahora hacemos solo un viaje, cuando se puede, si se consigue el combustible. Pero uno llega aquí, y dura tres o cuatro días para vender todo, y eso ocasiona también gastos, por la comida y la estadía de nosotros.
—Lo que pedimos, dice, es que por favor el Gobierno se aboque a solucionar lo del combustible y lo relacionado con los suministros del campo. Todo, porque eso está muy costoso, y lo poquito que uno consigue para la siembra, tiene que ir a traerlo del vecino país. Los costos afectan mucho lo que es la ganancia de nuestro trabajo.
También la naturaleza
Joaquín Chía es un productor radicado en Río Negro, cerca de Santa Ana del Táchira. Afronta otro gran problema para traer su producción al mercado: En estos tiempos está muy difícil, porque las lluvias han causado muchos daños a la carretera: derrumbes. Las quebradas se abundan y dañan las vías.
—Ahora, dice, gracias a Dios, hay buena producción, pero el detalle es la dificultad para el transporte, que nos tiene agobiados. Necesitamos que manden una máquina para limpiar la vía. Agrega que también el problema es el combustible, eso es muy difícil. Yo tengo también un trapiche pequeño, para producir panela, y a veces le saco el gasoil para poder viajar.
Ya uno no sabe a quién dirigirse para que le ayuden a buscar la manera de cómo solucionar, dice angustiado. De los pocos que quedamos allá, estamos luchando con todo, y como podemos, para poder producir. Pedimos a Dios que ilumine a toda esa gente que está en los cargos, para que ayuden al productor, y que puedan fiscalizar quién es el que está produciendo y que puede
en verdad producir, para que tengamos posibilidades de comprar insumos y todo eso, que se necesita para el campo.
Para comprar lo que necesita, por ahora va a El Piñal, donde se consigue más o menos, aunque todo en pesos, “porque ya el bolívar prácticamente se nos está olvidando cómo era. Ahora nos toca en puros pesos, y hasta en dólares, que casi ni los conocemos; pero bueno, ya nos ha tocado duro, ir aprendiendo para poder sobrevivir y sobrellevar esta situación”.
Chía trae en su camión, primordialmente, guineo, porque allá es una zona donde se produce mucho. También hay buena producción de panela, hay varios trapiches pequeños, y buenos cultivos de caña de azúcar. Es una zona muy productora, que se estancó un poco porque fue decretada Parque Nacional, por lo que todo el mundo levantó vuelo y se fue.
—Ahora, añade, cada quien que tenía su finquita y le gusta trabajar, ha vuelto, y estamos en eso, le estamos dando parejo, como podemos. Estamos en esa lucha, pero necesitamos la ayuda del Gobierno, de la gente de buena conciencia, de buenos sentimientos, de buenas ideas.
Las alcabalas: otro problema
Todos los transportistas que mueven las cargas de alimentos por carretera, refieren la, ya costumbre, actuación de las autoridades en los muchos puestos de control, fijos o “armados”, en las distintas carreteras del país, donde les exigen, sin más ni más, “una colaboración”, que puede ser en dinero –la mayoría de las veces, y en pesos-, o en especies.
Un productor, que debe viajar con pimpinas de gasoil para su vehículo, por la dificultad para surtirse en carretera, dijo que “el problema es que, a veces, cuando los guardias quieren molestar por eso, lo hacen. Y piden según la cantidad de litros que lleve uno en la pimpina. Sobre todo, si lleva más de dos pimpinas. Ahí ya uno sabe que es seguro que tiene que atenerse a las consecuencias”.
Otro transportista cuenta que muchas veces los funcionarios se ponen problemáticos. —Así uno venga con los papeles en regla, los funcionarios le montan a uno, “una de terror”, y eso hace que uno se restrinja para volver a cargar. Si uno no paga, agrega, le retienen el carro y amenazan con que se lo van a mandar para el Seniat, para el Indecu o a la Fiscalía. Toda una de terror, pues uno se ve obligado a pagar para que no le quiten el carro. Porque se agarran de cualquier detalle”.
Y un tercer comentario señala que a las autoridades “uno les da lo poquito que se les pueda dar; por ejemplo, si trae mazorcas, se les dan unas diez o quince mazorquitas, cada vez que uno pasa por cada punto de control en carretera, que son unos diez. O piden plata, como colaboración, cuando no quieren recibir verduras. A veces le buscan a uno cualquier fallita, para agarrarse de eso”.
Finalmente, un productor de papa tachirense nos dijo que siempre trae varias bolsitas con uno o dos kilos, para dárselos a los funcionarios en los puntos de control. (HC)
Producción agrícola en decadencia
Alimento Consumo Producción
Maíz 4.000.000 1.026.000
Arroz 1.205.000 405.000
Papa 472.030 52.560
Tomate 390.000 94.500
Cebolla 322.050 74.900
(Cifras en toneladas, para 2017, según datos recogidos por la organización www.redagroalimentaria.org )