Reportajes y Especiales

Le faltaban seis meses para ser diácono, renunció y hoy es un influencer del agro

23 de julio de 2021

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Aunque no es artistas y político, esta semana vino como siempre a traer parte de lo cultivado en su comarca, a los centros de acopio del Táchira, y aprovechó para visitar los medios de comunicación.


Por Omaira Labrador M.

A Alfonso Morales Rosales le faltaban seis meses, para ponerse los hábitos formales, oficiar misa, confesar, dar la comunión y decidió que no se iba a ordenar como sacerdote. Renunció.

Luego de mucha meditación, hasta el punto de enfermarse, determinó que su destino era ser un joven laico y no ser un “padrecito”, como le decían quienes sabía que estaba en el seminario, aprendiendo bastante de teología y filosofía en el seminario San Buenaventura del estado Mérida, con miras a ingresar al presbiterio.

De Bailadores, estado Mérida, poblado dedicado al área agrícola, en la línea fronteriza con el Táchira, es Alfonso Morales Rosales, conocido en las redes sociales como Alfonso @AgroAndino, como se identifica en su perfil en Twitter donde ya suma casi los 27 mil seguidores.

Aunque no es artistas y político, esta semana vino como siempre a traer parte de lo cultivado en su comarca, a los centros de acopio del Táchira, y aprovechó para visitar los medios de comunicación.

Del campo a la ciudad

Jesús Alfonso Morales Carrero y Nancy Coromoto Rosales Omaña, personas dedicadas a cultivar legumbres y hortalizas en un terreno en su casa en Bailadores, son los padres de Alfonso. Al hablar de ellos los califica de humildes.

––Mi mamá tuvo problemas para tener hijos. Y después de varias pérdidas nací, pero amerité ir durante un mes a cuidados intensivos. Era muy pequeño. A mis padres no le daban muchas esperanzas de vida. De tal manera que desde que nací soy un guerrero––sostiene en entrevista en la sede de Diario La Nación.

Con su mamá, siendo un niño.

Al ser hijo de padres campesinos, desde pequeño estuvo vinculado al mundo del agro. Observa siendo muy pequeño las labores en el ambiente rural y luego al crecer ya le correspondía ayudar.

––Luego llegó el tiempo de estudiar y tuve la oportunidad de ingresar al seminario San Buenaventura, conocido también como la Casa de Formación Sacerdotal de la Arquidiócesis de Mérida –Venezuela. Estudió bastante para ser sacerdote –– comenta y  agrega que los estudios no son fáciles.

Aunque su vida en Mérida era llena de libros, lecturas, discusiones de filosofía y teología, cuando iba de vacaciones a la casa de sus padres, los ayudaba en los cultivos. Sabía muy bien que se hacía para sacar una buena cosecha de cebollín, pimentón, zanahoria… También conocía muy bien las dificultades de trabajar en el campo: escasez de combustibles, altos costos de fertilizantes, problemas con las vías agrícolas….

Sus vacaciones las trabajaba.

––Toda mi familia se dedica al área agrícola. Una prima al verme trabajar en el campo, decía: pero como Alfonso va a estar trabajando, fumigando, si él va a ser un padrecito––lo dice hoy entre risas––. Pero mi padre me enseñó que en la vida uno tiene que saber y hacer de todo y yo sabía desde pequeño cómo se cultiva el cebollín, cómo se cuida, cuándo es el tiempo de cosecha, así es la vida.

Ingresó en el 2008 al Seminario Menor a los 15 años de edad, para terminar de estudiar cuarto y quinto año y prosiguió en el Seminario Mayor. Cursó, sin problemas, los 8 años exigidos. Un año de introductorio, 2 de filosofía y 4 teología.  Llegó a la mitad del cuarto año de teología 2017.

En sus días cuando se preparaba para ser sacerdote.

Se retiró a la mitad del último año, es decir, le faltaban 6 meses para ser ordenado como diácono, para ser el padrecito, como le decía su familia y vecinos.

__ ¿Por qué faltándole poco tiempo para ordenarse como sacerdote, dejó el seminario de Mérida? –– es la pregunta que surge, cuando se sabe que este joven hoy debería estar oficiando misas y predicando la palabra de Dios y no sembrando cebollín y pimentón.

––-Estudié diez años. Todo iba bien. Recibí los ministerios: Ya estaba en la recta final. Pero entré en un proceso de meditación. Al principio fue muy duro. Caí en una respuesta somática en el cuerpo que afectó mis pulmones. No fue fácil, ya que estaba terminando el estudio. Fui a muchos neumólogos, hasta que uno muy bueno, me dijo que yo no tenía nada, no estaba enfermo, pero que, si quería respirar bien, me saliera del seminario y así lo hice y efectivamente el mal se me quitó––. Lo cuenta con la seriedad y responsabilidad de quien dejó la que era su vocación, cuando ya estaba a punto de culminar los años de seminario para tomar los hábitos.

El proceso no fue fácil, responde al tiempo que niega que su retiro haya sido por amor a otra persona.

Hoy dice que fue la mejor decisión. Sigue siendo un hombre de fe. Lo aprendido lo pone en práctica desde su vida laica.

Volver al campo

De “padrecito” a influencer del agro en Venezuela. Aquí con los niños del páramo.

Alfonso Morales Rosales, decidió aprovechar parte de lo estudiado y aprendido durante su época de seminarista y obtuvo una especialidad en psicoanálisis, carrera que le permitió ser docente de psicología en la Universidad de Los Andes en Mérida y trabajar en el hospital con los niños con cáncer. A los pequeños los enfrentaba con las herramientas sicológicas, pero también con la palabra de Dios, que pese a salirse del seminario no la olvida.

Llegó con el año 2020 la pandemia. La Universidad cerró como lo hicieron todos los centros educativos.  El joven Morales Rosales miró nuevamente a Bailadores y al campo.

Decidió que debía ponerse a trabajar con sus padres, en una actividad que no le era ajena ni difícil: cultivar la tierra. Sembrar y luego vender la cosecha.

Como hombre de estudio, además inquieto, el exseminarista o el expadrecito como muchos lo llamaba, se dio cuenta que con la pandemia todos los trabajos y metas se iban a lo digital.

––Me dije: ya no tengo trabajo, aquí hay mucho que hacer en el campo, voy a ayudar a mi papá y comencé a cultivar el cebollín –– explica Alfonso Morales Rosales, quien es bajo de estatura y bastante locuaz––. Pero a un lado de esta parte laboral, seguí viendo y analizando que hasta la iglesia había pasado a lo digital, y me dije: por qué no mostrar el campo en lo digital.

En el seminario él ayudaba a llevar las rede sociales. Como joven tenía inclinación por todo lo digital. Ya en Bailadores se compró un cuaderno, el cual lleva consigo a todas partes y muestra las anotaciones hechas, Comenzó a ver tutoriales por Youtube de cómo hacer crecer las redes como Twitter, Instagram y Facebook.

Él, como recomiendan los estudiosos del tema de redes, hizo que su espacio local, su producción de Bailadores, tuviera atractivo para un público global y empezó a hablar de lo que hacía: cultivar. Inició por  mostrar su producción… su trabajo, sus siembras y también los problemas que enfrentan en Bailadores, que son los mismos de todo el campo venezolano.

Alfonso Morales en La Nación Radio hablando de lo que sabe: el campo.

Él éxito en redes llegó y hoy en día, por lo menos en Venezuela, es conocido como el merideño agricultor.

––¿Cuál cree ha sido su gancho, para que hoy sea catalogado como uno de los influencer, en Twitter?

––Hacerlo con humildad. El gancho en mis redes es mantener humildad. Y representar a todos los agricultores de Mérida y de la región andina que se levantan a las 5 am con frío a trabajar, a producir alimentos para este país.

Un mensaje de Alfonso Morales tiene la efectividad esperada: penetración.

Alfonso Morales además ingresó al mundial radial. Actualmente tiene un programa en Bailadores y también en La Nación Radio los días martes.

Ronda los 28 años, aunque pareciera tener unos dos más. Es jovial, hablador y se ha convertido en uno de los influencer del área agrícola del país, gracias a que cuando inició la pandemia decidió dos cosas: dedicarse a la agricultura y presentar su trabajo en las rede sociales.

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