Reportajes y Especiales
Los venezolanos vuelven a las estufas de leña por la escasez de gas
14 de octubre de 2020
El retorno de estufas a leña en Venezuela no ocurre por moda, sino por necesidad. Según la Agencia Internacional de Energía (AIE), este es el octavo país del mundo en reservas de gas licuado de petróleo (GLP). Sin embargo, los problemas en la distribución de gas doméstico han dejado a la población sin otra alternativa que la de quemar madera.
Esta práctica se ha observado en el interior del país durante varios meses y ahora se ha convertido en una realidad en la capital, Caracas. En la búsqueda de madera para cocinar, ni los parques nacionales se salvan.
Según Antero Alvarado, profesor del Instituto de Estudios Superiores de Administración (IESA), alrededor del 84% del consumo doméstico de gas en toda Venezuela se realiza a través de bombonas (garrafas), y sólo el 7% de la población recibe gas (metano) directamente en sus hogares.
Petróleos de Venezuela produce más gas doméstico del que la población puede consumir. Sin embargo, hay fallas en los sistemas de extracción, embotellamiento y distribución de fluidos. La escasez de bombonas ha convertido el patio trasero de las casas o de los edificios en cocinas abiertas. Es en estos espacios que la gente prepara la comida a la antigua y trata de evitar los daños a la salud causados por el humo.
A fuego lento
En 2007, durante la época de las expropiaciones del gobierno de Hugo Chávez (1999-2013), el Estado nacionalizó dos de las empresas de GLP más importantes del país. Se creó entonces PDVSA Gas Comunal, una empresa que tiene el control total del almacenamiento y distribución de GLP. Algunos pequeños proveedores, ubicados en tres estados venezolanos, distribuyen gas doméstico.
Venezuela fabricaba 160.000 barriles de gas metano diariamente en un momento en que Pdvsa producía tres millones de barriles de petróleo por día. El gas era extraído junto con el petróleo. Pero la lenta caída en la crisis económica tras la muerte de Chávez y la gestión caótica de Maduro, además de las sanciones internacionales, hacen que el país tenga ahora una sola planta productora de GLP destartalada.
A pesar de la demanda interna del producto, no hay forma de almacenar y despachar el gas extraído.
Venezuela incluso ha exportado gas propano, a partir del cual se produce GLP. Pero entre 2009 y 2010, el combustible comenzó a ser importado. Más tarde, con la imposición de sanciones del Departamento del Tesoro de los Estados Unidos, estas operaciones se volvieron complejas.
En este momento, la escasez de GLP alcanza el 60% de la demanda, lo que lleva a Venezuela a una situación muy crítica. El país se acerca al riesgo de quedarse sin gas para el consumo doméstico. Sin mencionar que alrededor del 50% de la flota que transporta el gas, ya sea crudo o ya embotellado, se detiene por falta de mantenimiento o de piezas básicas para los vehículos. Actualmente, sólo un barco transporta el gas por mar.
Bombonas de contrabando
Con la cuarentena provocada por la epidemia de covid-19, la venta de las bombonas de gas comenzó a ser articulada por los Consejos Comunales, una especie de organización comunitaria creada desde el gobierno de Chávez. Esta estructura implica más burocracia para el comprador. Algunas comunidades denuncian la existencia de mafias que controlan el acceso al producto.
Además, en todo el país hay un déficit de 12 millones de bombonas de gas. Sólo tres millones de unidades están en buen estado, considerando que la vida útil de un cilindro es de unos diez años.
Al comprar el recambio, el consumidor es tomado por una cierta aprensión. Si tu bombona desaparece, conseguir otro cilindro es bastante complicado. El precio por unidad varía entre 0,14 y 0,46 dólares de los EEUU, según la cantidad del producto. Sin embargo, este valor es sólo teórico.
En la práctica, es necesario pagar más por las pocas bombonas. En el mercado ilegal, el valor de una botella oscila entre los 8 y los 15 dólares. Si se compara con los 800.000 bolívares del salario mínimo venezolano, que equivalen a unos 1,40 dólares, el precio es exorbitante.
Una de las razones de la escasez de cilindros, según la ONG Transparencia Internacional, es el contrabando de estas piezas en Colombia. En el país vecino, una bombona vale mucho más. Hace años, el Estado importó cilindros de Portugal y Ucrania, pero no pudo satisfacer la demanda interna.
Leña o estufa eléctrica
La madera que los venezolanos han utilizado para cocinar se vende en los supermercados, en pequeñas tiendas e incluso a través de vendedores ambulantes, que tratan de ganar algo de dinero para comprar comida.
En el interior del país, se ven camiones de la empresa estatal Petróleos de Venezuela Gas Comunal, que se suponía que iban a vender las bombonas de gas, llevando leña. Aquellos que pueden, compran estufas portátiles alimentadas por electricidad.
Isabel Contreras usaba una estufa eléctrica portátil para cocinar. Prefiere hacer sopa para la familia de cinco personas. Pero también tiene que adaptarse a los cortes o racionamientos de energía en Maracay, capital del estado de Aragua y la segunda ciudad más grande del país.
“Preferimos cocinar todo temprano. La comida ya está lista en caso de falta de energía”, explica.
Los vecinos de este ingeniera, que no pueden permitirse comprar una estufa eléctrica, utilizan un terreno baldío en el vecindario para conseguir leña o incluso arbustos secos para encender la estufa adaptada.
Otros ignoran las normativas legales y buscan la madera en lugares protegidos. Esta situación ha estado ocurriendo en el Parque Nacional Henri Pittier, creado en 1937 y con árboles centenarios.
Para algunos, la práctica de la cocina a leña significa un regreso a la década de 1930, una situación inesperada para este país que una vez fue considerado el más próspero de América del Sur.
Radio France Interntionale