Reportajes y Especiales
Malandros y rateros desvalijaron y robaron tumba de Cabeza de Hacha
17 de octubre de 2019
** Ligado por años a los bajos fondos, Luis Alberto Méndez terminó sus días en un enfrentamiento con una comisión de inteligencia militar, en la Cuesta del Trapiche, y a partir de ese momento se inició una leyenda que le atribuía características de ladrón bueno, una especie de Robin Hood que repartía entre los pobres parte de lo robado
** Sus restos fueron sepultados en el Cementerio Municipal de San Cristóbal, a donde decenas de personas acudían a elevar una plegaria por su alma y solicitarle favores. Su tumba se llenó de placas de agradecimiento y testimonios, que ya no están porque fueron robados por delincuentes y malandros, que antes lo veneraban y que no le respetaron, a pesar de ser de la “Corte Calé”.
Armando Hernández
Luis Alberto Méndez, conocido con el alias de Cabeza de Hacha, es otra de las ánimas que en el Cementerio Municipal de San Cristóbal es venerada por numerosas personas, debido a que se le atribuyen poderes para ayudar a la gente en problemas. Pertenece a la denominada “Corte Calé” o de malandros, y su tumba está a un costado del nicho de Anunciación Orduz de Ochoa. A pesar de ello y de su pasado tormentoso, vinculado al delito, no ha escapado a las acciones vandálicas de grupos delincuenciales que operan en nuestro camposanto.
Como personaje central de una leyenda popular, forma parte de las historias fantasiosas y tanto de su vida, como de su muerte, se han contado numerosas versiones, muchas de ellas alejadas de la realidad, pero evidentemente todas con el propósito de acrecentar sus virtudes y convertirlo en centro de la devoción popular.
Sin negar la vinculación de Méndez al mundo del delito, ha sido presentado como un ser que se caracterizó por su bondad y que era una especie de Robin Hood, que se ocupaba de repartir entre los pobres y necesitados parte del botín que obtenía durante su incursión al margen de la ley.
También existen imprecisiones sobre las circunstancias que rodearon su trágica muerte, ocurrida la noche del 29 de marzo de 1982, cuando resultó baleado durante un enfrentamiento con funcionarios policiales en un sector del barrio Andrés Eloy Blanco, en el sector Cuesta del Trapiche, parroquia La Concordia, suceso que fue ampliamente reseñado, con importante despliegue fotográfico, por Diario La Nación.
*Largo recorrido por la senda del delito
Cabeza de Hacha fue considerado como uno de los delincuentes de mayor peligrosidad que para ese entonces operaba en la ciudad de San Cristóbal, a quien se le atribuía una cadena de delitos contra la propiedad, entre los cuales figuraba el robo a mano armada, que según las autoridades policiales cometía en compañía de otros sujetos que integraban la banda que dirigía.
Los rastros y detalles que las autoridades conseguían en cada investigación, implicaban a Méndez en numerosos hechos al margen de la ley, pero este se había convertido en un ser escurridizo y difícil de atrapar.
No obstante, las cosas se complicaron para él, en el mes de diciembre de 1981, cuando ingresa a una venta de hallacas en el barrio Guzmán Blanco de San Cristóbal para cometer un robo y se encuentra, entre los clientes, con un sargento técnico del Ejército, que opuso resistencia y durante el incidente recibe una herida de bala en una pierna. La lesión de una arteria le causa la muerte, poco después de ingresado al Hospital Central.
A partir de ese momento el interés policial por ubicarlo y darle captura aumentó y es declarado como “Enemigo Publico No. 1”. Operativos, labores de inteligencia, investigaciones de campo y hasta el pago y soborno a sus colaboradores para que aportaran información, resultaron insuficientes para darles captura. Siempre lograba escapar, muchas veces en medio de nutridos intercambios de disparos, generalmente por la zona de La Concordia o parte baja de la ciudad, que eran los sitios que frecuentaba.
Vendido por un amigo
La muerte de Luis Alberto Méndez también está rodeada de imprecisiones y hasta se dice que fue vendido a través de un anuncio que se radió en clave, transmitido por una emisora de la ciudad. Eso en realidad no ocurrió de esa manera.
Ante el evidente fracaso de las autoridades policiales de la capital tachirense por capturar a Cabeza de Hacha, se hizo venir a San Cristóbal una comisión del Servicio de Inteligencia de la Marina de Guerra, a la cual le fue asignado el caso. Rápidamente, estos funcionarios fueron a la sede de la entonces PTJ, a los fines de conocer sobre los sitios que el sospechoso frecuentaba y los nombres de sus cómplices y amigos.
Este grupo no inició su tarea buscando a Méndez, sino tratando de dar con el paradero de sus colaboradores más inmediatos, particularmente de uno que era considerado como el hombre de confianza, quien es aprehendido en la zona de la Cuesta del Trapiche. Se dijo, en el momento, que el sujeto fue sobornado por los funcionarios de inteligencia, que le ofrecieron el pago de una fuerte suma de dinero para que entregara a su jefe. Este confiesa que está oculto en una vivienda ubicada en la parte alta del sector conocido como “El Hoyo”, pasando el río Torbes, en una invasión al pie de montaña, y se compromete a entregarlo.
El lugarteniente de Cabeza de Hacha decide hacerlo en horas de la noche de ese día, 29 de marzo, cuando tenían previsto salir para cambiar de escondite. Recibe de manos de los funcionarios una chaqueta y de alguna manera debía convencer al “enemigo público No. 1” para que se la pusiera. Esa era la clave, porque los investigadores no le conocían y habían planificado ir contra la persona que portara la chaqueta al momento de ejecutar la operación.
Cabeza de Hacha y su cómplice caminan por una solitaria vereda, rumbo al barrio Andrés Eloy Blanco, cuando de entre el monte salen los efectivos de inteligencia militar y le ordenan detenerse, pero este, según dicen, sacó una pistola y los enfrentó. En el lugar quedó el cadáver de Luis Alberto Méndez. Traía puesta la chaqueta que su amigo y hombre de confianza le había obsequiado minutos antes.
“Venía mucho malandro a pedir favores”
Gladys Gómez, cuidadora de la tumba de Anunciación Orduz de Ochoa, sabe de algunos episodios sobre la leyenda que se ha formado tras la muerte de Méndez. —No es mucho -aclara con cierta desconfianza-. Antes venía mucha gente, mucho malandro, para pedirle favores, pero eso ha cambiado. La mamá de Cabeza de Hacha se encargaba de mantener el lugar limpio y cuidado.
Esa tumba fue saqueada por malandros y rateritos que operan en este cementerio. Había muchísimas placas, testimonio de agradecimiento, pero ya no están. Se las robaron, como se robaron las placas que pertenecen a Anunciación y a otras almas que conceden favores -acotó-.
“Ahora casi nadie viene y esa tumba está muy sola. Una que otra persona se acerca, esporádicamente, para hacer una petición o dejar una oración por el eterno descanso de su alma”, acota Gladys Gómez.
—Esa ánima tuvo su época y era venerada por decenas de personas, pero ahora no ocurre lo mismo, y esto se ve con todos los espacios del camposanto, donde la gente acudía con fe a implorar ayuda para resolver sus problemas.
José, un enterrador de vieja data, comenta que todo pasa y con el transcurrir de los años, la gente se olvida. —Cabeza de Hacha tenía mucha fama, porque ayuda a las personas, particularmente a las humildes y gente realmente necesitada, pero ya no es como antes –aclaró el viejo José-, al tiempo que se lamentaba por el estado de deterioro en que se encuentra el principal camposanto de la capital tachirense.