Reportajes y Especiales

Mauro Urrú: el párroco de los migrantes

20 de septiembre de 2021

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Neiyer Angarita y Manuela Reyes


(Especial) En sus sencillas instalaciones, los cansados viajeros son recibidos con calidez y bondad por el padre Mauro, quien les ofrece la oportunidad de bañarse, alimentarse y pasar la noche en un anexo de la casa parroquial que está siendo acondicionado con el apoyo de los vecinos del sector

Su pasión por el servicio al prójimo lo llevó de ser párroco en una iglesia en Cerdeña, Italia, a ser misionero en Venezuela. La inquietud por ayudar en las zonas más vulnerables del mundo lo impulsó a dejar su vida atrás para atender a los más necesitados, en un país que se convertiría en su segundo hogar.

El padre Mauro Urrú, rector de Santa Lucía – San Mario, El Corozo, llegó al Táchira en octubre de 2019, justo a tiempo para atender a la gran cantidad de migrantes que salían a pie de Venezuela, a través de los pasos fronterizos con Colombia.

A su llegada a El Corozo solo existía la pequeña capilla, pero con la ayuda de los miembros de la comunidad fue ampliando, hasta construir la casa parroquial, donde ahora vive y que se ha transformado en un refugio improvisado para caminantes, pues desde abril de 2021 comenzó a atender a aquellos que llegaban y salían del país, convirtiéndose en punto de referencia para quienes emprenden la huida a pie.

Un santuario para migrantes

 

En sus sencillas instalaciones, los cansados viajeros son recibidos con calidez y bondad por el padre Mauro, quien les ofrece la oportunidad de bañarse, alimentarse y pasar la noche en un anexo de la casa parroquial que está siendo acondicionado con el apoyo de los vecinos del sector.

Una de las habitaciones de su humilde morada está repleta de sábanas, cobijas y toallas para la atención de los caminantes, mientras que en su alacena guarda los alimentos que son recolectados en la misa dominical o donados por quienes colaboran en esta labor que ha llegado a unificar todas las denominaciones cristianas de la localidad.

 

Feliz de ver cómo el amor ha superado las diferencias doctrinales, el padre Mauro narra cómo pastores y líderes cristianos, junto con creyentes en todo el sector, se han unido para responder a las necesidades de quienes se movilizan por El Corozo, en su viaje a la frontera.

 

Un promedio de 120 a 130 personas, cada mes, son las que llegan al albergue que atiende el sacerdote italiano. Los grupos son variados, tanto en sexo como en edad, siendo un bebé de dos meses el niño más pequeño que ha atendido.

Además de los problemas físicos producidos por el incomodo recorrido, el religioso ve en las personas que se movilizan mucha tristeza, desilusión y poca esperanza, pues muchas no tienen un sitio al cual llegar, ni nadie que les reciba en el país de acogida. Mientras que los venezolanos que deciden regresar lo hacen porque tuvieron una mala experiencia, marcada por abusos, humillaciones, malas condiciones de vida y pérdidas económicas.

Ni siquiera la peor experiencia vivida por el padre Urrú, donde un terremoto en Italia destruyó todo lo que tenía, se compara con lo que ve día a día en Venezuela: “Yo mismo perdí todo lo que tenía, pero ni siquiera en una situación tan trágica como esta yo pude ver lo que estoy viendo acá todos los días”.

Secreto a voces

Con calma y transparencia, el religioso comenta acerca de los tristes relatos de abusos que ha conocido de boca de los migrantes y retornados, que pasan la noche bajo su cobijo y en la mañana continúan el recorrido.

Abusos sexuales, sobre todo en los pasos ilegales que conectan a Venezuela y Colombia, son las principales denuncias que escucha de las caminantes venezolanas, quienes muchas veces revelan que sus atacantes son funcionarios de seguridad del Estado que, en lugar de garantizar protección, las violentan.

Las anécdotas de quienes en su viaje de retorno al país son asaltados en las trochas fronterizas o por funcionarios de seguridad que aprovechan las revisiones de rutina para despojarlos de las pocas pertenencias que llevan consigo, también son relatadas por el sacerdote.

 

Ahora los ponen dentro de los cuarticos y hasta les sacan todo lo que tienen en costales, porque no vienen ni siquiera con maletas, y les quitan todo lo que pueden quitarles”, denuncia el padre Mauro.

Al recordar las declaraciones de representantes del Gobierno venezolano acerca del viaje de regreso de quienes retornan al país, con agudeza señala:

me da risa cuando comentan que los venezolanos regresan al país en avión; deberían ver las llagas que tienen en los pies o cómo tienen los zapatos”.

Durante el largo camino que recorren estas personas, no solo son ultrajadas y robadas, sino que también les son arrebatados los sueños e ilusiones con los que iniciaron su travesía.

Las victimas más resaltantes de este fenómeno migratorio son los niños, quienes son expuestos a situaciones extremas que llevan sus cuerpos al límite del desgaste y, muchas veces, a la enfermedad.

Infantes desnutridos y con malestar se han convertido en huéspedes usuales que no dejan de afectarle. Ante esta realidad, comenta que se encuentra pidiendo “champú para piojos y crema para escabiosis, porque muchos niños presentan ese tipo de problemas”.

Frente a estas situaciones, sus labores no cesan. Sin juzgar y con gran empatía, el religioso se ha entregado por completo a brindar una mano amiga a los cientos de migrantes y retornados que pasan por el Táchira.

A pesar de la grave crisis que padece el país, regresar a Italia no está en sus planes, pues, como él mismo asegura, se siente venezolano.

Las puertas del templo que dirige están abiertas, tanto a la solidaridad como para prestar ayuda. Sin importar lo grande o sencillo de las donaciones, recibe todas las colaboraciones con igual alegría. “Nada es poco cuando el corazón está empeñado en ayudar”. 

Quienes deseen apoyar la misión que adelanta el padre Mauro Urrú pueden acercarse a la casa parroquial de El Corozo, en el municipio Torbes, estado Táchira, o contactarlo a través del 0412-5084045.

 

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