Reportajes y Especiales

“Me salvó de los males del covid-19 el doctor José Gregorio Hernández”

1 de mayo de 2021

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Freddy Omar Durán


Dos meses antes de la devastadora vaguada que afectó a Zorca-Buenos Aires y una amplia zona circunvecina, y durante un brote de covid-19 asentado en esa comunidad, Amanda de Useche, mujer que ha transitado buena parte de las siete décadas, recibió en su cuarto, en la madrugada, una visita que salvaría su vida.

De su testimonio dan fe sus hijos, quienes la vieron en la peor de las condiciones a causa del virus que actualmente azota a la humanidad, a tal punto que tuvo que ser conectada a un tanque de oxígeno y, por si fuera poco, presentó un cuadro preocupante de hipertensión arterial.

De su evolución, dos nieto,s Nuslen y José, estudiantes de Medicina, estuvieron pendientes y la asistieron cuando ya por sus propios medios le era difícil respirar

Nancy Useche, quien dormía en una habitación aledaña en ese entonces, junto a su hermana Eglé, contó que todo sucedió a principios de septiembre, en horas de la madrugada, como al tercer día de ser diagnosticada y sometida a tratamiento, en lo más crítico de la enfermedad.

Al ser despertadas por los continuos quejidos de la madre, solo se imaginaban lo peor y de un salto, una de ellas irrumpió en el cuarto.

—Ella estaba mala, mala. Cuando mi hermana prendió la luz, vio a mi mamá como asustada y entonces le preguntó qué le había pasado. Ella dijo que se le apareció un señor, de paltó negro,  maletín y  sombrero, y luego cayó en cuenta que se trataba del doctor José Gregorio Hernández, el cual se le sentó en la cama. Mi hermana insistió en quedarse a dormir con mi mamá, porque no la iba a dejar así, asustadita— narra.

— Fuimos a buscar una estampita que tiene en la mesa de noche, y dijo que sí, que él era. En la mañana le dimos su desayuno, la bañamos y le dimos algo de sol, por recomendación de la doctora, y sentada vio hacia la capilla –consagrada precisamente al beato-, donde tenemos un busto grande de José Gregorio, pero con traje de médico, y confirmó que era el mismo que se le había aparecido en la noche, aunque vestido de negro— expresa.

Haya sido en sueño, una visión desde la convalecencia, o una presencia real, lo cierto es que desde entonces los cambios positivos en su salud fueron evidentes.

—Como a los tres días, la vimos muy bien, ella se paró para agarrar la escoba y limpió. Incluso la hipertensión que tenía se le pasó, y ya no está tomando las pastillas que le habían recetado para eso. Y hasta los momentos está bien, gracias a Dios. Mi hermana también se complicó algo con la enfermedad y mi sobrino, pero ya se recuperaron.

Se le insistió a doña Amanda, por aquellas palabras, que la aparición le dirigió, hasta que por fin recordaría las siguientes: “no te preocupes, que yo te voy a alentar”.

Fe inquebrantable

Esa bella gruta que adorna el porche de su casa se construyó en pago de una promesa, luego de una exitosa operación del hijo ante una fractura en el fémur. Posteriormente se embarcaría con todos sus hijos y nietos a Isnotú para terminar la cancelación de su deuda personal. En el nacimiento de cada uno de sus nietos ha prendido en ese santuario hogareño una vela.

Vecina de la Casa Hogar María Madre de los Pobres, su hogar sufrió los embates de la vaguada, contrario a lo que sí sucedería con la institución asistencial de adultos mayores, ya en la actualidad rehabilitada; no obstante, presenció los apuros y las graves pérdidas por las que pasaron sus vecinos debido a este desastre natural. Conociendo en carne propia las consecuencias de la pandemia, su hija solo tiene una sola cosa por pedirle al beato y su intermediación divina.

—Que se entierre la pandemia, yo sé que Dios nos va a hacer el milagrito y nos va a sacar de este laberinto.

Otro caso

Hasta el año pasado, Óscar Useche era estudiante de Medicina, y con relación a lo de su abuela, no le parece tan sorpresivo, pues el año pasado conoció del caso de su compañera de estudios, Wendy Ortiz, oriunda de La Fría, quien ingresó al hospital Dr. Patrocinio Peñuela del Seguro Social, aquejada de una aguda obstrucción intestinal.

—Ella estuvo varios días en el Hospital del Seguro -afirmó Useche- por una obstrucción intestinal, y la tuvieron que dejar con el estómago abierto y una bolsa para sostener las vísceras. La tuvieron que dejar así por una infección que no se había curado. Duró más de diez días en la Unidad de Cuidados Intensivos.

En julio del año pasado, en plena pandemia, la madre de la paciente no tuvo más que encomendarse al celestial galeno.

—La mamá rezó con mucho fervor. Mi amiga, entre dormida, pudo ver a un hombre vestido de negro, quien se le acercó y dijo: “el milagro ya está hecho”. Al día siguiente, los doctores consideraron cerrar la herida, pues la infección se había ido.

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