Reportajes y Especiales

“Mi general, mataron a don Juancho”

24 de marzo de 2021

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Armando Hernández

Don Juancho, hermano del Benemérito Juan Vicente Gómez, ocupaba la primera vicepresidencia de los Estados Unidos de Venezuela y la gobernación de Caracas, cuando ocurre su muerte el 30 de junio de 1923, en su dormitorio del Palacio de Miraflores, donde fue encontrado semidesnudo, con 27 puñaladas que le fueron propinadas con saña y alevosía por personas de su entorno y entera confianza.

El crimen de Juan Crisóstomo Gómez da origen a una serie de intrigas de palacio, sexo, envidia, rencores, y rumores que en baja voz colocaban el crimen por motivos que iban desde la sucesión hasta la venganza.  Se dice que ser el preferido del general Gómez para reemplazarlo en el poder, lo convirtió en blanco ante las aspiraciones familiares.

El 30 de junio de 1923, Juan Crisóstomo Gómez (63), conocido como Juanchito o don Juancho, primer vicepresidente de los Estados Unidos de Venezuela, gobernador de Caracas, y hermano del presidente Juan Vicente Gómez, fue asesinado en el interior de su habitación en el Palacio de Miraflores, de 23 puñaladas, que le causaron la muerte en la cama donde dormía, hecho que dio origen a la persecución de los factores de oposición a la dictadura del Benemérito, que los responsabilizó del crimen, mientras que una cadena de especulaciones sobre diferentes móviles salpicaban a la familia presidencial, develando una serie de intrigas de palacio, sexo, envidia, rencores, y rumores que en baja voz colocaba el crimen por motivos que iban desde la sucesión, hasta la venganza.

Esa mañana, la servidumbre del Palacio de Miraflores manifestó su extrañeza porque don Juancho no se había levantado, como solía hacerlo a diario, a las cinco de la mañana. Tenía una hora de retraso y eso llamaba la atención, porque siempre era muy puntual. Mientras sonaban las campanas de la Catedral, llamando a misa, bañado y afeitado, llegaba a la cocina para tomar su primer café del día.

Algunos de los trabajadores se trasladaron a la habitación del segundo hombre fuerte de Venezuela, general Juan Crisóstomo Gómez, hombre de mayor confianza del presidente Juan Vicente Gómez, para despertarlo, y discretamente tocaron a la puerta, sin obtener respuesta.

Luego golpearon más fuerte y finalmente llamaron a voces, sin que nadie respondiera. Uno de los sirvientes dio vuelta al picaporte para tratar de abrir, pero no lo consiguió, pues estaba asegurada por dentro. Eso es raro, comentaron, porque don Juan siempre dormía con la puerta entreabierta. Un fornido sirviente logró forzar la entrada, para encontrarse con una macabra escena.

Sobre la cama, con múltiples puñaladas y una mueca de terror en su rostro, estaba el cadáver de don Juancho, en medio de una gran cantidad de sangre. Aterrorizados, los sirvientes corrieron para avisar al coronel Eloy Tarazona, conocido como el indio Tarazona, asistente del general Juan Vicente Gómez, quien asombrado por lo que acaba de oír, acude a la habitación, que estaba rodeada por un grupo de trabajadores y soldados que comentaban los acontecimientos. La sola presencia de Tarazona los intimida, por su fama de sanguinario, y le abren paso en la medida que el hombre avanza.  Desde la puerta observa la dantesca escena y de inmediato se percata que el hermano del benemérito está muerto. ¿Qué ha sucedido?, ¿Cómo fue?, preguntó, sin que nadie se atreviera a responder.

Tomó el revólver que llevaba al cinto y con algunos soldados ingresa a la recámara. Se estremece de horror por lo que ve. Sobre la cama está el cuerpo semidesnudo del gobernador de Caracas y primer vicepresidente de Venezuela, con múltiples heridas de arma blanca. Las almohadas, sábanas y cobijas están empapadas de sangre. El cadáver, con los ojos abiertos, conserva un rictus de terror.

Considera que “Juancho” Gómez fue sorprendido por alguien de confianza, que durante la noche ingresó a su dormitorio, y también cree que intentó defenderse, mientras era apuñalado de manera inmisericorde.

El ataque parecía reciente, porque había sangre fresca, y pensando que el asesino aún estaba en el lugar, con su inseparable revólver empuñado, revisó bajo la cama, detrás de un biombo y en la sala de baño, sin encontrar a nadie. Uno de los soldados contó 27 puñaladas, varias de ellas consideradas como mortales.

“Hay que avisar inmediatamente al general Gómez”, comentó Mientras Tarazona, sumido en sus pensamientos, echaba a andar. La experiencia le hacía suponer que no era obra de un solo hombre, porque don Juancho era una persona desconfiada, como su hermano Juan Vicente, alto y muy fornido, difícil de doblegar.

Tarazona detalló diferentes dimensiones en las heridas causadas en el pecho y abdomen, y dedujo que fueron por armas diferentes, lo que a su juicio daba razón a sus sospechas. No salía de su asombro y llegó a la conclusión que los asesinos eran gente de palacio, conocidos de la víctima. Solo así justificaba que las medidas de seguridad no funcionaran.

“¡Qué lo entierren!”…

Le comunicó al Benemérito, sin mayores protocolos, la muerte de su hermano. “Lo mataron anoche a puñaladas, en la cama, mientras dormía”. Sin inmutarse, el general Juan Vicente Gómez miró fijamente a Tarazona y respondió: “¡Qué lo entierren!”.  Inmediatamente acusó a la oposición y esto dio lugar a una persecución que llevó a la detención de algunos adversarios del régimen, entre ellos el poeta Francisco Pimentel, “Job Pim”, y el caricaturista Leoncio Martínez, “Leo”. Pronto son exculpados, pues se sabía que los responsables del crimen estaban en el Palacio de Miraflores.

A causa del sangriento hecho salieron a la luz pública numerosas conjeturas. Se especulada sobre razones políticas de orden dinástico, la venganza de una mujer que había sido cuñada de la víctima y cuya hija mayor se suicidó luego de un incidente con “Juancho” Gómez, y hasta problemas por razones de tipo sentimental entre hombres.

Juan Crisóstomo Gómez, nacido en La Mulera y criado en San Antonio del Táchira, era más dado al comercio y labores agrícolas, que a la política y cosas de la milicia. Sin embargo, su escenario cambia cuando su hermano mayor, Juan Vicente, lo lleva a Caracas, donde le encarga cumplir funciones de gobierno, primero como gobernador del estado Miranda y luego, un año después, como gobernador de Caracas, cargo que asumió en 1915. Al mismo tiempo era el primer vicepresidente de Venezuela, designado en 1922, lo cual le colocaba en el primer lugar de sucesión, tal y como lo había expresado su propio hermano. La segunda vicepresidencia es ocupada por José Vicente Gómez Bello, hijo del dictador, quien ostentaba el grado de general y al mismo tiempo fue ratificado como inspector general del Ejército.

Tres detenidos

Se desarrollaron varias investigaciones que permiten llegar hasta el capitán Isidro Barrientos, miembro de la Guardia presidencial y ecónomo de Miraflores, colaborador inmediato del fallecido, quien es acusado de ser el autor del crimen.  Fue detenido junto a su primo, quien se desempeñaba como inspector de jardines en la gobernación de Caracas, y el sirviente de mayor confianza de “Juancho Gómez”, de nombre Encarnación Gómez. Los tres hombres niegan tener alguna relación con la muerte de Juan Crisóstomo, pero ante el peso de la evidencia y las confesiones, arrancadas bajo las más fuertes torturas, terminan por admitir su participación en el crimen. Fueron condenados a 20 años de prisión y poco tiempo después, sin explicación alguna, son sacados de la cárcel “La Rotunda” por una comisión de la policía conocida como “La Sagrada” y asesinados, con el evidente propósito de silenciarlos.

Es el mismo general Juan Vicente quien prácticamente logra aclarar el crimen de su hermano. Una semana después de ocurrido el hecho, el capitán Barrientos, compadre de mentiras de Eloy Tarazona, le pide el favor que hablara con el presidente y le ofrezca en venta una casita que tenía cerca de Miraflores. La dejaba por 25 mil bolívares. Tarazona le hace el comentario al general y este, astuto y desconfiado, entra en sospechas y ordena que se lleven a Barrientos a la policía. Le resultaba extraño que de pronto el hombre necesitara tanto dinero y estuviera dispuesto a salir de la casa, que hasta hacía poco no quería vender.

Los primeros interrogatorios no obtienen resultado alguno. Pronto el método cambia y es sometido a fuertes torturas, pero de igual manera se niega a hablar. Dice que solo lo hará en presencia del mismo general Gómez, pero este se niega a ir y le contesta a Tarazona; “Dile que confiese si le da la gana, y si no se le da, que no lo diga. De todas formas, ya Barrientos se murió”.

Problemas de familia

Para algunos historiadores, los problemas graves para Juancho se iniciaron cuando su hermano Juan Vicente solicita al Congreso reformar la Constitución, con el fin de restablecer la primera y segunda vicepresidencias de la República. Tras su aprobación, el solicitante es designado presidente para el periodo 1922 -1929, mientras que su hermano Juan Crisóstomo asume la primera vicepresidencia y su hijo, Jose Vicente Gómez Bello, como segundo vicepresidente.

Juanchito vivía en Miraflores, con su hermana Regina, sin pareja conocida, y era una especie de protegido de su hermano, que con algún propósito lo ha convertido en el segundo hombre fuerte del país. El presidente incluso le había pedido se mudara a su residencia, a lo cual Juan no había respondido. El nombramiento de primer vicepresidente causa reacción entre las personas cercanas al Benemérito. Juan Vicente Gómez tenía problemas de salud, y una vez más, en reunión familiar, solicitó a Juancho que se fuera a vivir a su casa. Le dijo: “No puedes seguir con esas juntas y jugando cartas hasta el amanecer, porque esas personas te pueden hacer daño”, a lo que este respondió: “Quién me puede hacer daño, si no me meto con nadie”.

Seguidamente soltó la decisión, que se cree causó una verdadera tormenta en el núcleo familiar. El general Juan Vicente Gómez tenía graves problemas de próstata y le dijo a su hermano: “Necesito ir a Suiza para operarme, y quiero que sea usted quien me supla en la presidencia mientras dura mi ausencia”.  El anunció cayó como un balde de agua fría entre los asistentes, la mayoría hijos del mandatario, que mantuvieron absoluto silencio, incluyendo a Vicentico, cuyo rostro palideció notablemente.

Juancho está feliz de la vida que llevaba en Caracas. La ausencia del presidente, que tenía residencia en Maracay, lo convertía en genuino representante del gobierno y centro de atención. Es adulado por los sectores más poderosos, que constantemente lo invitan a fiestas y banquetes. En ningún momento había hecho referencia pública sobre aspiraciones de asumir el poder ante la muerte de Gómez, y se cree que era manipulado por su primo Eustoquio Gómez, presidente del estado Táchira, que sí lo estaba, y veía próximo el fin del Benemérito a causa de su enfermedad.  No sabemos qué ocurrirá y es mejor ir sobre seguro, le dijo una vez. “Si el general muere, vos lo reemplazas y yo te apoyo”, le comentó. Es Eustoquio, en 1922, cuando el general Gómez solicita la reforma constitucional para designar dos vicepresidentes, quien recomienda a Juan Crisóstomo para la primera vicepresidencia y a José Vicente para la segunda.

Dionisia Bello, primera concubina de Gómez y madre de Vicentico, segundo vicepresidente, ve a su hijo como legítimo heredero del poder y no dejará que le sea arrebatado. Además, la mujer mantenía serios resentimientos contra Juanchito, a quien consideraba su enemigo, no solo porque lo veía como un serio obstáculo para su hijo en la ruta de sucesión, sino que además lo hacía responsable del suicidio de su hija, Margarita Torres Bello, quien mantenía relación amorosa con Santos Matute Gómez, gobernador de Zulia y primo de Juan Vicente. Pese a que había fecha para la boda, esta no se concretó como estaba planificada, debido a que Juancho aconseja a su primo que no se case, porque “esa mujer es una perdida”, logrando romper el compromiso. La joven se quita la vida y Dionisia se presenta en Miraflores, donde insulta y amenaza a Juan, diciéndole: “Esto me la vas a pagar, te lo juro”.

Se dice que Dionisia, para cumplir su venganza, logró la colaboración del capitán Isidro Barrientos, quien estaba molesto a su vez con su amigo y jefe, ya que por culpa de este había llegado a su fin la relación sentimental que mantenía con un joven cadete. Por ese motivo, acepta formar parte de la conjura propuesta por Dionisia y cumplir su venganza. Estos dos personajes sellan el compromiso con la promesa mutua de no delatarse.

Otra versión del crimen deja entrever que José Vicente, el hijo mayor de Juan Vicente, odiaba a su tío por la clara preferencia que recibía. No podía ser gobernador porque su tío ocupaba ese cargo, y a pesar de ser segundo vicepresidente e inspector general del Ejército, estaba por debajo de Juancho, que era su superior, con la anuencia de su padre. También su esposa, Josefina Revenga Sosa, quien sentía gran ambición por el poder, le reclamaba y exigía estar alerta para no dejarse arrebatar “lo que legítimamente le correspondía”.

El capitán Isidro Barrientos era un asesino nato que en San Cristóbal había matado a un hombre por una deuda de tres mil bolívares. Estaba en Caracas gracias a un favor que el mismo Juancho le había hecho. La rabia y el rencor le hicieron olvidar pronto esos favores y por eso toma parte en el plan para asesinarlo. Juancho lo llevó a Miraflores después del crimen, lo hizo militar y ecónomo de Miraflores, encargado de todas las compras. Era el encargado de conseguir compañías para el gobernador, que a cambio lo protegía. Pronto Barrientos olvidó todos esos favores y le pagó, asesinándolo de la manera más cruel.

Atroz crimen

La noche del crimen. el primer vicepresidente regresó a Miraflores, tras haber asistido a la ópera. Encarnación Mujica, su criado de confianza, le ofreció, como era costumbre, su guarapo de panela (aguamiel), solo que en esta oportunidad le había colocado un fuerte somnífero que le indujo un profundo sueño, durante el cual es atacado. Se cree que Juancho logró reaccionar e intentó defenderse, pero pronto sucumbió ante la furia de su atacante. Dicen que el capitán Barrientos, totalmente fuera de sí, le propinó 27 puñaladas.

El crimen fue cometido a sangre fría y con gran saña, con ventaja, contra una víctima indefensa que se encontraba bajo los efectos de somníferos y no pudo reaccionar debidamente.

Barrientos exoneró de toda responsabilidad a Vicentico y cuando Juan Vicente se entera de la implicación de Dionisia Bello, la destierra, la saca del país con destino a Francia, donde le compra una vivienda, con el compromiso de que no regrese jamás a Venezuela.  Luego ve con desconfianza que su hijo, en reuniones con sus amigos y colaboradores, lo llamaba “viejo”. En el año 1928 le despoja del uniforme y edecanes, para enviarlo como agregado militar a la embajada en París, donde se reúne con su desterrada madre. Dos años después, el 3 de febrero de 1930, Vicentico muere a causa de malaria en el Antituberculoso de Leysin, en Suiza.

Transcurrido casi un siglo, 98 años de aquel suceso en el Palacio de Miraflores, el asesinato de “Juancho” Gómez aún causa sobresaltos y hasta se dice que a veces, por las noches, se escuchan ruidos extraños, quejidos y lamentos en el área cercana a los aposentos donde ocurrió el atroz crimen.  La verdad aún no se conoce y existen dudas razonables sobre las diferentes versiones que sobre el caso existen.

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