Reportajes y Especiales
Navidad en San Cristóbal: todo ha cambiado pero la solidaridad continúa presente
martes 23 diciembre, 2025
El iniciador de la tradición en el mundo fue el papa Telésforo, pronto, la Navidad se esparció por todos los pueblos y ciudades, hasta ser adoptada por Castilla y viajar a la Villa de San Cristóbal.
Mariangel Suarez
Un relato de redención nació en un humilde pesebre de Belén, iluminado por una estrella profética. Aquella historia, que viajó entre siglos y geografías, hasta extenderse por los imperios de Oriente y Occidente, encontró en San Cristóbal un rincón acogedor. Cada diciembre, su gente se une para revivir la tradición entre luces, pólvora, villancicos y platos sacados de viejos recetarios.
El frío característico de las épocas decembrinas cede ante la calidez y el aroma a papel viejo del Archivo Histórico de la Ciudad. En el interior del Concejo Municipal, detrás de unas puertas de vidrio, se encuentran varios textos en estanterías. El cronista, Luis Hernández Contreras, conoce de memoria cada libro y acontecimiento. En su voz, la historia de la Navidad cobra vida.

— Probablemente, llegó a San Cristóbal porque alguna familia hispana celebró el 24 y 25 de diciembre —señaló el cronista, con una voz pausada como quien relata un cuento —Hasta ahora, uno de los documentos más antiguos sobre la festividad, son unas reseñas de El Monitor de 1877, según ese escrito la peculiar costumbre de ayunar el 24 de diciembre comenzaba a desaparecer.
No obstante, la Navidad es de origen inmemorial, casi tan antigua como la Iglesia Católica. Todo inició una sublime noche del año 749 de la fundación de Roma, durante el mandato de César Augusto, cuando entre el regazo amoroso de María y los brazos protectores de José, nació Jesús, Dios y Salvador. En aquel pesebre sencillo se reveló el verdadero sentido de las fiestas.
Primeros templos, primeras navidades
El cronista emérito J.J. Villamizar, en su libro Instantes del Camino, describió una pintoresca Noche Buena de la ciudad: el sacerdote de La Catedral colocaba dos grandes imágenes de José y María en la grama de la plaza. Los feligreses salían de la iglesia en procesión ante el pesebre y quemaban pólvora y voladores, bajo las miradas curiosas de Encarnación Rivera y Edelmira Prato.
A partir de 1923, el interior del imponente templo religioso se llenaba de devotos para celebrar la Misa de Noche Buena. Cerca de las doce de la noche del 24 y 31 de diciembre, el Obispo de la Diócesis daba su bendición en una solemne ceremonia pontifical.
—Aquella costumbre se mantenía incluso para los años cuarenta— destacó el cronista Luis Hernández —Después, la festividad se hizo más pueblerina, alrededor del templo San Juan Bautista —río y negó con la cabeza.
Mejor conocida como La Ermita, se convirtió en el lugar más propicio para las festividades navideñas: en su interior se elaboraron los pesebres más famosos y a las afueras de sus puertas se organizaban templetes llenos de luces y decoraciones de papel.
Noche Buena: devoción y esplendor social
En diciembre las casas se llenaban de aromas exquisitos: una mezcla de dulce de lechosa, musgo y flores traídas del páramo inundaban los pasillos de las antiguas casonas. Las señoritas elaboraban hacendosamente su pesebre con todo tipo de materiales y abrían las ventanas de sus salas para que los transeúntes pudieran admirarlos.
—Esa costumbre todavía la vi en 1980, en la casa de doña Josefina Torre de Olivares —apuntó el cronista con una sonrisa, se acomodó sus lentes y entrelazó sus manos en una postura pensativa —Los pesebres estaban confeccionados con todo tipo de elementos, todos los contrastes estaban allí.

Antes de Noche Buena, las explosiones de los morteros despertaban, a las cuatro de la madrugada, a niños y adultos, para acudir a Misa de Aguinaldos. Las calles de San Cristóbal se colmaban de regocijo y las acostumbradas apuestas daban una sensación de riesgo dada por el azar.
En el Club Táchira se llevaban a cabo las fiestas de Villancicos y buñuelos, reconocidos conjuntos musicales alegraban la temporada y el aroma dulce del anís impregnaba cada rincón. El 24 de diciembre, tras la Misa de Media Noche, las personalidades más notables de la época se reunían en el club, para celebrar en familia con los bailes de La Cuadrilla y los Lanceros.

La solidad: máxima expresión de la navidad
Para diciembre de 1931 se conocían las cifras de cuántas familias se encontraban desasistidas, varios padres no tenían el dinero suficiente para comprarle a sus niños un regalo o un estreno. Ante esta situación, alumnos del Liceo Simón Bolívar fundaron la Junta del Árbol de Navidad del Niño Pobre, la cual fue integrada por jóvenes como Antonio Pérez Vivas y Ramón J. Velázquez.
— ¡Eran unos muchachos, unos adolescentes de dieciséis y diecisiete años! — sonrío el profesor Luis Hernández, se acomodó los lentes y con voz llena de calidez añadió —ellos lograron reunir hasta 9.000 bolívares, en el año 1931 y 1934. El 25 de diciembre de 1931 repartieron más de 2.500 paquetes con cobijas, metros de tela para la confección de vestidos y alpargatas para los niños.
La solidaridad se convirtió en costumbre y se expresó, años después, en las damas de la sociedad de San Cristóbal, quienes extendían una mano amiga y entregaban cestas de navidad con la ayuda del Club de Leones, la iglesia e instituciones benéficas.

La Nación nace al ritmo de la gaita y la Navidad
Diario La Nación se fundó el 23 de diciembre de 1968. En fotografías del año 1971, quedaron registrados los conjuntos navideños que visitaron las instalaciones del diario, para celebrar su fundación.
—Diario La Nación nació también con la Navidad de la época y sus costumbres. Siempre ha sido epicentro de las fiestas decembrinas tachirenses —agregó el profesor Luis Hernández.
Las costumbres cambian, pero la esencia perdura
Después de la Segunda Guerra Mundial, las costumbres norteamericanas se acentuaron poco a poco a través del cine y la publicidad en todo el mundo, apareció un refresco universal de color negro, cuya imagen era un Santa Claus.
—En los años cincuenta, andar en patines se convirtió en lo más popular de la Navidad, gracias a la construcción de la avenida 19 de Abril, el templo de la Unidad Vecinal y la avenida Libertador.
A medida que la Villa de San Cristóbal se convertía en ciudad, las tradiciones de la época se transformaban. Hubo un tiempo en el cual urbanizaciones enteras decoraban con gran cantidad de luces y adornos. Todavía se ve en algunas viviendas el esmero por adornar sus hogares, pero lo distintivo de la Navidad actual es la quema excesiva de pólvora.
—Yo extraño las navidades de mi niñez, cuando las hallacas y el dulce de lechosa de mi casa se llevaban a la casa de las vecinas, y las de ellas a la mía. Todas las puertas estaban abiertas para celebrar juntos — Recordó el profesor Luis Hernández con mirada pensativa —Debemos preservar las tradiciones, en especial la solidaridad con el desasistido, aún hay gente que lo hace como en aquellas antañonas fiestas de Navidad.
Las risas y la alegría de los trabajadores del Archivo Histórico de la Ciudad se cuelan por la puerta de la oficina del cronista. Aquellas personas cuya vida transcurre entre páginas de historia, se reúnen alrededor de una mesa de madera, decorada con un mantel de color rojo y verde. Allí esperan al profesor Luis Hernández para iniciar su almuerzo de Navidad. Aunque algunas tradiciones han cambiado, el amor, la fraternidad y la solidaridad aún iluminan cada rincón de la ciudad.








