Reportajes y Especiales
“Nos tiene la quebrada con el corazón en la boca”
21 de noviembre de 2020
Allanado ha quedado el camino para que la próxima crecida de La Zorquera ya no perdone la humilde vivienda de Tania Hernández, en la que vive ella junto a su pareja y dos hijos, en el cerro Molinero, entre Zorca-San Isidro y Zorca-Providencia.
—Aquí –dice Hernández señalando su alrededor- había árboles, y desde arriba (de una elevación de tierra que aplanó la abundada) se veía que el agua corría para allá, y estaba más canalizada; ahora se vino mucho más cerca de nosotros. Cuando abundaba agarraba para el otro lado, ahora ya no. Está bajito el terreno, y estamos desprotegidos.
Para ella, han sido 8 días de zozobra y muy poco ha podido dormir, e incluso muy taimadamente las aguas se le han ido filtrando. Totalmente desguarecidos, solo les resta encomendarse a Dios y a quienes puedan, en el futuro, desviar artificialmente el cauce o construir un gavión en las márgenes del caudal.
—Este miércoles, la quebrada se nos metió otra vez… y ¡ay Dios mío!, con el corazón en la boca! ¡Qué va a dormir uno!, “psicoseado” ya uno anda. Y medio llueve y hay que pararse para mirar. Yo lo que perdí fue la cocina, la lavadora, los escaparates, y otras cosas las rescaté, como los colchones, porque se levantaron. Nos salvamos porque nos encerramos bien en la casa, faltaron cuatro bloques para que la quebrada se viniera por el techo, y si se pasa por ahí, esto hubiese sido una pecera, con nosotros adentro. Abro la puerta y nos mata la quebrada. Lo que pasa es que podíamos agarrar potes y lanzar el agua por la ventana. Pero, aun así, el agua pudo voltear la nevera y la cocina, por la fuerza que llevaba.
El sitio de su vivienda se ubica en el extremo bajo de una escalinata y, aunque escuchaban a los vecinos gritarles para que se salvaran, ellos, encerrados, no tenían idea de la gravedad de la embestida fluvial. Un vecino de al lado perdió mucho más; pero afortunadamente se encontraban en San Cristóbal al momento de la inundación, para encontrarse luego con la desagradable sorpresa al día siguiente.
Sus escasos recursos económicos no les han permitido mudarse a otra parte. Están en lista de espera para una solución habitacional, que ahora, con su condición de damnificados, confían en que se dé, pues como ha ocurrido en estos últimos años, tiene que ocurrir una tragedia para lograr la reubicación de las familias en situación de riesgo.
—Desde hace 15 años han declarado mi casa inhabitable, y me han censado, y me han dicho que me van a sacar, que no sé qué, pero esta es la fecha y ni casa, ni acomodo ni arreglo, ni nada. Claro, hace 20 años canalizaban, metían máquina. Mi esposo sale a la calle a vender verduras en una carretilla, ahora dejó de hacerlo por estar pendiente de que no vuelva a pasar algo. Necesitamos, por lo menos, urgente, el embaulamiento de la quebrada.
Freddy Omar Durán