Reportajes y Especiales

«Otra tierra, otro mar” la obra de Luz Marina Rivas se presenta este jueves

15 de diciembre de 2021

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El jueves 16 de diciembre, fue la fecha escogida para la presentación del libro «Otra tierra, otro mar”, obra que será la segunda del sello Ediciones Frontera Viva «Otra tierra, otro mar».

La presentación del libro de Luz Marina Rivas, docente investigadora del Instituto Caro y Cuervo de Bogotá, será en la capital colombiana a las 7 de la noche y todos los interesados en tan importante temática la podrán seguir a través de Zomm: https://us02web.zoom.us/j/5380462841  ID de reunión: 538 046 2841

A continuación anexamos una entrevista a la escritora Luz Marina Rivas sobre su obra «Otra tierra, otro mar”  que publicó el diario.com donde habla del libro que este jueves se presenta:

Las imágenes de los caminantes que diariamente huyen de Venezuela hacia destinos inciertos parecen haberse convertido en algo cotidiano. Un drama migratorio normalizado por la rápida caducidad de las noticias, hasta transformarse en una estadística publicada periódicamente por las autoridades. Sin embargo, existe también una cara del periodismo que busca trascender el hecho noticioso, y ve en la crónica una forma más humana de dejar un registro de este fenómeno.

“Creo que la crónica es lo que puede permitirnos construir la historia del mañana. No hay que perderle la pista”, sentencia en entrevista para El Diario Luz Marina Rivas, docente investigadora del Instituto Caro y Cuervo de Bogotá. Como parte de su trabajo buscando narrativas que abordan el tema de la migración venezolana hacia Colombia, recogió 22 crónicas periodísticas que dan testimonio de ello, y las compiló en la antología Otra tierra, otro mar, publicada por Ediciones Frontera Viva.

“Por sentir a Venezuela siempre muy cerquita, por estar en comunicación con los amigos y familia que dejé allá, pues mis hijas son venezolanas, sentí la necesidad de trabajar el tema de la migración, porque en Colombia la mayor migración venezolana está aquí”, acota.

De acuerdo con la Plataforma de Coordinación Interagencial para Migrantes y Refugiados de Venezuela (R4V), actualmente hay un estimado de 1.842.390 venezolanos en Colombia. Aunque varios organismos estiman que la cifra ya pudiera estar por encima de los 2 millones. De este total, más de la mitad no están regularizados ante las autoridades migratorias.

El libro será presentado el 16 de diciembre de 2021 en el Teatrino de Don Os, ubicado en el colegio Gimnasio Moderno de Bogotá. Contará con palabras de Tulio Hernández, sociólogo venezolano y director de Frontera Viva. También de la periodista venezolana Idania Chirinos y el escritor colombiano Mario Jursich.

Rivas nació en Colombia, aunque de niña su familia emigró a Caracas. Allí egresó como licenciada en Letras de la Universidad Central de Venezuela (UCV) en 1981. Ese mismo año comenzó a ejercer como profesora en esa casa de estudios. Durante 31 años se desempeñó en las cátedras de Literatura, así como en la maestría en Literatura comparada y el doctorado en Humanidades. Se jubiló de la UCV en 2012 y regresó a Bogotá, donde trabajó en la Universidad Javeriana. Desde 2016 es coordinadora de la maestría en Literatura y Cultura del Instituto Caro y Cuervo.

Señala que como parte de su proyecto de investigación anual, decidió apelar a su segunda nacionalidad y trabajar la literatura de la migración venezolana. Aunque consiguió mucho material procedente de la diáspora en países como España o Estados Unidos, le sorprendió la escasez de publicaciones ambientadas en el contexto colombiano. “No había mucho de ficción, pero entonces descubrí que sí había mucho de crónica. Es un género literario, pero a su vez es un género periodístico y es la manera también de contar todas estas historias que no quiero que se queden como en periódicos viejos”, acota.

Al ver la calidad de las crónicas escritas tanto por autores venezolanos como colombianos, e inspirada por el libro Cuando éramos felices y no lo sabíamos, de la escritora Melba Escobar, decidió dar un giro a su investigación. Afirma que su intención fue, a través de estos trabajos más reposados, mantener el tema del éxodo venezolano fresco ante una población de memoria corta.

Me preguntaba cuánta gente lo habría leído, sobre todo en Colombia y por ahí fue que pensé que aparte de los artículos académicos que podía hacer en torno al tema, valía la pena hacer una antología que estuviera al alcance de un público mucho más amplio, que pudiera contribuir a luchar contra la xenofobia que comienza a presentarse”, recuerda.

Los testigos del desplazamiento

Otra tierra, otro mar compila 22 crónicas escritas por 16 autores de ambas nacionalidades. En la mayoría de los casos son testimonios de los migrantes venezolanos y las múltiples aristas de su estadía en Colombia, pero también hay otros enfocados en colombianos que han ayudado a los caminantes desinteresadamente, o incluso textos escritos en primera persona. Incluso Luz Marina Rivas, así como Tulio Hérnandez, aportan historias con su firma a la antología.

Rivas destaca que la gran mayoría de las crónicas fueron extraídas del portal venezolano La Vida de Nos, con el permiso y autorización de sus fundadores, Héctor Torres y Albor Rodríguez. “Se mostraron muy abiertos y contentos de que circularan estas historias en otros medios”, dijo. Los escritores seleccionados fueron Erick Lezama, Lizandro Samuel, Raylí Luján, Marcela Madrid, Luis Rivero, Zandy Aliendres, Paula Ardila, Gerardo Guarache y María Gabriela Méndez.

Igualmente se escogieron trabajos de periodistas y escritores como Dulce María Ramos, Leo Felipe Campos, Tania Tapia Jáuregui, Ginna Morelo y Luis Guillermo Franquiz.

Diferentes historias
La variedad de historias escogidas para Otra tierra, otro mar va más allá de la clásica historia de los caminantes que atraviesan el páramo de Berlín, entre Cúcuta y Bucaramanga, en su ruta hacia Bogotá. Las crónicas van desde el testimonio de una joven universitaria que debió aplazar sus estudios para migrar y ayudar a su familia, hasta el viaje de un autobús lleno de venezolanos que se dirige a Perú.

También hay relatos cruentos, como el recorrido de la periodista Dulce María Ramos por los burdeles de Cúcuta en los que acaban muchas mujeres venezolanas, o anécdotas personales como la de Luis Guillermo Franquiz, quien caminó 554 kilómetros y cruzó por una trocha para regresar a Venezuela en plena pandemia.

—Como compiladora, ¿qué criterios de selección para elegir qué crónicas entraban y cuáles no?

—Eso fue difícil, pero lo que hice fue un poco pensar en una especie de cartografía. Es decir, hacerlo como por grandes temas. Un tema que vi que se repetía era el de la frontera en tensión. A todo esto que ha estado pasando en la frontera en Cúcuta, porque en un principio fue un lugar de migración pendular. También fue el sitio del famoso concierto que acompañaba el ingreso de medicinas o ayuda humanitaria a Venezuela. El otro gran tema son los caminantes y qué sucede con la gente que llega a Colombia y no logra asimilarse del todo, no logra todavía la integración, y están como se dice en venezolano, pasando trabajo.

Otra parte es la de los sueños postergados y después hay un tema importantísimo que es la pandemia. Implicó que quienes ya estaban comenzando a sentir que habían logrado instalarse tuvieran que pensar en regresar, o que estuvieran en una situación terrible, porque evidentemente la pandemia implicó para todos los países un retroceso económico grave. La necesidad de que el Estado tuviera que dar ayudas, pero evidentemente los migrantes quedan en la cola. Hay otra parte que tiene que ver con solidaridades de lado y lado, cosas importantes que están haciendo venezolanos en Colombia, y otras que han hecho también colombianos por los venezolanos. Había otras crónicas muy buenas, pero el espacio no daba para tanto

—¿Y qué otras aristas de la migración venezolana siente que se pudieron haber abordado en el libro, o que se pudieran abordar en el futuro en otro tomo?

—Hay algo que no abordé porque ya fue abordado en un libro anterior que publicó también Frontera Viva, fue el primer libro, y es lo que podemos llamar el contexto expulsor. Todo el problema político, eso se recogió en un libro de Leonor Peña, una tachirense, titulado La muerte es una maestra que vino de La Habana. Ella está viviendo en Pamplona y está ayudando a los caminantes y algunas personas a salir de Venezuela cuando son perseguidos políticos. Entonces ella ya lo hizo en una crónica más bien ficcionalizada, pero que hablaba en particular de toda esta época de represión que hubo en el año 2017.

Combatir la xenofobia

La investigadora reconoce que Colombia nunca fue un país acostumbrado a recibir migrantes. Al menos no en comparación con Venezuela, que durante la mayor parte del siglo XX acogió a extranjeros de todos los rincones. Esto gracias a la bonanza de la renta petrolera que había modernazado el país. Tras estallar el conflicto armado en Colombia y con el auge del narcotráfico, también se convirtieron en uno de los mayores flujos migratorios de Venezuela. Ahora, luego de 23 años de revolución bolivariana y una crisis humanitaria compleja, se invirtió el rumbo de los desplazados.

“Mientras otros países del mundo no entendían la situación que estaba pasando Venezuela, sí la comprendían los colombianos. Principalmente porque todos tenían algún familiar viviendo allí, algún amigo, algún colega. Los venezolanos eran muy bien recibidos, pero en estos momentos en los que ya hay alrededor de dos millones, para algunas personas comienza a verse como una amenaza”, explica.

Resalta que de todos los países de América del Sur a los que llegó la ola migratoria, Colombia fue uno de los que tuvo mejor respuesta a la crisis. Esto queda demostrado por las políticas del gobierno del presidente Iván Duque para brindar servicios de atención de los venezolanos indocumentados o el Permiso Temporal de Permanencia (PTP). Sin embargo, los problemas estructurales del Estados y la crisis económica derivada de la pandemia hacen cada vez más difícil para las autoridades ayudar a los caminantes.

“Llegan también a un país que tiene problemas. Que viene de una guerra de más de 50 años, con bandas criminales que pueden reclutar a los migrantes más pobres que llegan sin nada. Y es una situación bien compleja”, advierte.

Rivas reconoce que si bien su familia se adaptó bien a Venezuela, su vida no estuvo exenta de episodios de xenofobia. Principalmente debido a la percepción que había de los colombianos como delincuentes o vendedores de droga. Ahora pasa lo mismo con los venezolanos, creándose corrientes de rechazo donde los culpan por el aumento de la inseguridad, o de acaparar trabajos. La profesora cree que más que xenofobia, está presente un elemento de aporofobia (repudio hacia la gente pobre), pues solo se ve con los venezolanos de los estratos bajos. También que, a diferencia de la migración colombiana que fue graneada, los venezolanos llegan masivamente, con registros de hasta 400 entradas al país por día.

Por eso creo que es muy importante contribuir a la compresión de lo que está pasando en Venezuela, las motivaciones que tienen los migrantes y las grandes luchas que tienen no solo para venir, sino para instalarse y poder tener un mínimo de vida digna”, destaca.
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Periodismo humano

De acuerdo con el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), se estima que6.039.000 venezolanos habían migrado para noviembre de 2021. De ellos, 186.832 están bajo condición de refugiados y 952.246 con solicitud de refugio pendiente. Más que números en un reporte, cada dígito representa la historia de un venezolano que por diferentes razones debió abandonar su hogar.

Más que las cifras, el interés de Rivas es que perdure en la memoria colectiva el lado humano de la migración. Comenta que el propósito del libro es que los colombianos puedan leer lo que significa para muchos venezolanos cruzar la frontera en busca de una mejor calidad de vida. Y a partir de allí generar un vínculo bien sea que lo identifiquen o no a sus propias experiencias.

Eso es lo que hace la literatura, es decir, la literatura busca la empatía, que el lector pueda ponerse en la situación del otro desde allí, y eso lo han hecho muy bien los cronistas que están incluidos en este libro”, comenta.
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Asegura que en los últimos años los periodistas colombianos han intentado dar la vuelta al tema migratorio para salir de la información fría y cruda. Por ese motivo se han asociado con colegas en Venezuela para dar coberturas libres de estigmatizaciones, y donde sea fácilmente comprensible la crisis que atraviesa su país vecino. “Tenemos cronistas que han salido a darle nombre y apellido a esta situación”, rescata.

Un solo pueblo
Con el reciente lanzamiento de la cinta de Disney Encanto, la cual está ambientada en Colombia, en redes sociales surgieron muchos comentarios, positivos y negativos, acerca de la cantidad de elementos venezolanos que aparecen en ella. Rivas toma el caso con humor y asevera que la migración ha permitido descubrir las similitudes culturales que poseen ambos pueblos, a veces sin darse cuenta.

Pone como ejemplo la música. Colombia y Venezuela comparten la extensa región llanera, cuya música es exactamente la misma en ambas riberas del fronterizo río Arauca. “Hay canciones venezolanas que muchos creen que son colombianas. En una librería de la Universidad Javeriana había en cierto momento una exhibición de discos de música colombiana. Allí estaba ‘Moliendo café’”, cuenta entre risas. También añade que en el estado Táchira la mezcla de familias de ambas nacionalidades hace que allí se celebren muchas festividades colombianas. Una de ellas es la Noche de las velitas, realizada cada 7 de diciembre en honor a la Inmaculada Concepción de la Virgen María.

Son muchos los ejemplos de intercambio cultural que ambos países han tenido incluso desde antes de la llegada de Nicolás Maduro al poder. “Hay muchas cosas que se comparten porque el Caribe es más o menos el mismo. Por otra parte tenemos los llanos, que son un espacio común, y la parte andina tiene muchas cosas culturales bastante parecidas. La gente de Norte de Santander se siente bastante venezolana y consume productos venezolanos desde hace muchísimas décadas”, agrega.

De un lado al otro

Rivas también aclara que la migración actual de los venezolanos no es la única que ha habido en la historia de ambos países. Procesos similares ocurrieron durante las dictaduras de Marcos Pérez Jiménez (1952-1958) y Juan Vicente Gómez (1908-1935). También ocurrió lo mismo del otro lado despúes de el Bogotazo, durante el gobierno militar de Gustavo Rojas Pinilla (1953-1957).

Por eso la investigadora ve tan importante la construcción de una memoria colectiva. Durante sus años en la UCV, vio con preocupación a estudiantes que no sabían quién era Pérez Jiménez. Eso pocos años antes de la elección de Hugo Chávez como presidente en 1998. “Algo que hemos tenido en Venezuela, y yo creo que es bastante grave desde que se cambiaron los programas escolares y la historia quedó subsumida a esa cosa llamada ciencias sociales, es que la gente olvida el pasado. Ya sabemos que es mejor conocer la historia para no repetirla”, advierte.

En este sentido, para ella la crónica es una manera perfecta para dejar desde el presente, un registro de todo lo que ocurre para el futuro. Actualmente Rivas trabaja en una investigación sobre la literatura venezolana en varios países aparte de Colombia. “Porque ahora la situación es que tenemos una Venezuela regada por el mundo”, agrega. No descarta que más adelante se edite un segundo tomo de Otra tierra, otro mar, en la medida que aparezcan nuevas crónicas con historias que merezcan ser preservadas. (Cortesía de eldiario.com)

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