Reportajes y Especiales
Quién es Miguel Díaz-Canel, sucesor de la hegemonía Castro en Cuba
19 de abril de 2018
Este funcionario joven, delgado de pelo largo que andaba en bicicleta de joven saludando a los vecinos y por su personal estilo de dirigir su provincia tenía la popularidad de una estrella de rock local.
Pasó una década desde entonces y Miguel Díaz-Canel -que ahora posiblemente sucederá al mandatario Raúl Castro en la presidencia de Cuba- parece otra persona: canoso, serio, de muy pocas palabras y con escasa visibilidad pública.
Díaz-Canel, quien es actualmente el primer vicepresidente, tiene una biografía oficial escueta de detalles personales y profesionales, y aunque nadie sabe a ciencia cierta cómo se proyectará en su gobierno, algunos indicios dan cuenta de lo que posiblemente sea un nuevo estilo.
En un país en el que no existe la figura de la primera dama y los dirigentes, que suelen moverse en medio de importantes operativos de seguridad, ocultan con celo su vida privada, Díaz-Canel llegó casi sin custodia en marzo pasado hasta un centro de votación en Santa Clara, a unos 300 kilómetros al este de la capital, donde varios medios extranjeros aguardaban.
El funcionario caminó a lo largo de una cuadra, de la mano de su esposa, mientras saludaba a las personas que se le acercaban.
«Aquí estamos construyendo una relación de gobierno y pueblo», dijo durante esa inusual aparición pública ante las cámaras para votar por el parlamento. Luego del sufragio regresó a La Habana, pero dejando un mensaje: un nuevo tipo de liderazgo podría llegar, con una continuidad al proceso revolucionario, pero con una renovación de las formas.
Díaz-Canel, de 57 años, sería la primera persona en tomar la máxima dirección que no se apellide Castro desde que triunfó la revolución en 1959 y deberá enfrentarse a una economía estancada, una infraestructura en decadencia, la hostilidad de Estados Unidos que no levantó el embargo, ni las sanciones contra la isla y las críticas a un modelo de control estatal con salarios bajos en el marco de un congelamiento de la iniciativa privada.
Muchos cubanos a lo largo y ancho de la isla apenas lo conocen. Los últimos años de su ascenso político han transcurrido lento pero sin pausa, escalón por escalón, y asumió un perfil tan bajo que pasaban meses sin que se supiera de sus actividades.
Pasó su infancia en la provincia de Villa Cura y ahí fue primer secretario del Partido Comunista de Cuba (PCC) durante nueve años, un cargo que en la práctica es más importante que el de jefe de gobierno local.
Graduado como ingeniero electrónico de la Universidad de Villa Clara en 1982, realizó su servicio militar obligatorio hasta 1985. En 1987 se incorporó a la Unión de Jóvenes Comunistas y empezó a trabajar como profesor mientras viajaba a Nicaragua como parte de una delegación de apoyo al sandinismo.
En 1994 fue designado como primer secretario del PCC en Villa Clara y rápidamente se ganó una reputación de funcionario trabajador con un estilo modesto y que los vecinos recuerdan como el primero de su rango en no mudarse a una vivienda más grande.
Para 1996, en medio de una dura crisis económica derivada de la caída de la Unión Soviética, que estremeció a las familias cubanas y las agobió con carencias, Díaz-Canel ya era padre de dos hijos del matrimonio con la estomatóloga Marta Villanueva, su novia de años.
En mayo de 2009, Díaz-Canel llegó por primera vez a un puesto en el ámbito nacional cuando Raúl Castro lo convocó como ministro de Educación Superior.
Bajo su gestión, se ajustaron los planes de estudio, se modernizaron sus contenidos, se modificaron los reglamentos de posgrado y se impulsó el uso de la tecnología de las casas de altos estudios con laboratorios de computación y digitalización de contenidos.
También fue de los primeros funcionarios en aparecer con una laptop en reuniones en un país donde el internet en los hogares está restringido y los precios son elevados.
Para 2012 se convirtió en vicepresidente y meses después con las elecciones en primer vicepresidente, pero en paralelo se volvió renuente a la prensa, su agenda se hizo protocolar y no se lo vio más en las calles o en los medios de comunicación.
Según diplomáticos y analistas, la transformación de su estilo obedeció a la lógica de la historia reciente en el liderazgo del país, en la que la generación revolucionaria sacó de carrera a los más jóvenes acusándolos de no ser lo suficientemente leales al proceso.