Reportajes y Especiales

San Cristóbal recorta su horario productivo

18 de febrero de 2018

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La crisis tiende a desdibujar el clásico “de 8 a 12 y de 2 a 6”. La falta de transporte público, la inseguridad permanente y el deficiente alumbrado de la ciudad han obligado a instituciones educativas, comercios y empresas a reorganizar sus jornadas

Cuando alguien se pregunta cómo afectan los recortes de horas laborales a la economía y a la sociedad, seguramente piensa en términos como desempleo, paro, paro coyuntural y cierre de empresas. La nube de palabras la esboza Homero Maldonado, economista  y profesor universitario. “No podemos ver de manera fácil un problema de tal dimensión, que nos puede inducir al cierre de empresas como consecuencia de la penuria económica. Ya muchas familias en Venezuela lo están viviendo”, advierte.

Mientras un paro de transporte urbano en San Cristóbal forzó a muchos a caminar o no trabajar durante la semana que termina, la administración pública regional mantiene todo el mes un horario de contingencia hasta las 2:00 de la tarde. Pero la tijera de la crisis no solo recorta horas productivas en el Táchira, sino en distintos sectores de la vida nacional. En Maracaibo, la Universidad del Zulia aprobó el jueves establecer jornadas para que su personal labore tres días a la semana. En Barquisimeto, el diario El Informador notificó que no circulará más los viernes y sábados hasta nuevo aviso. Y así, tantos ejemplos.

Casos que reflejan en la sociedad un efecto multiplicador de incremento en el desempleo pero, como analiza Maldonado, no por razones propias del trabajador y del empresario, “sino por razones inducidas por el mal manejo de políticas económicas que conllevan a generar este ‘paro coyuntural’, el cual es difícil de solucionar en el corto plazo”.

¿Hay soluciones? El académico considera que se debe lograr un acuerdo nacional alrededor del cual aplicar políticas económicas (monetarias, fiscales y comerciales) que logren crear un ambiente de confianza. “El gobierno no ha aplicado el coctel de políticas necesarias para incentivar la producción (PIB); al contrario, se denota un interés de desincentivar a los sectores productivos”.

Las tres siguientes son crónicas de las mutaciones de horario y productividad en los sectores educación, transporte, industria y comercio.

Educación: turno nocturno, “¿qué es eso?”

clases hasta las 4 de la tarde en algunas casas del saber. (Archivo/Carlos Eduardo Ramírez)

Al sol todavía le queda tiempo para ocultarse, pero un grupo de muchachos camina con prisa desde el bulevar hacia la avenida Carabobo. Los afana cómo regresar a casa. Son prácticamente los últimos en abandonar un miércoles a las 4:15 de la tarde el campus de una Universidad Católica donde, a esa hora, reina el silencio. En las demás casas de educación superior, el paisaje de la soledad tiende a parecerse.

En la ULA-Táchira el presidente de su Asociación de Profesores, Douglas Barboza, recuerda cuando la jornada académica empezaba a las 7:00 de la mañana y finalizaba a las 9:45 de la noche. Ahora, por razones de transporte, la primera clase suele iniciar luego de las 7:30 de la mañana y la última, cerrar antes de las 4:00 de la tarde, diferencia. “Esto significa que, productivamente, el horario académico se redujo alrededor de seis horas”.

Para hacer frente a esta realidad, los docentes están estableciendo la estrategia pedagógica de trabajar con los jóvenes mediante plataformas digitales hasta el 50% de los contenidos programáticos, apunta el coordinador académico del núcleo, Omar Pérez Díaz. “La actividad nocturna ha sido eliminada, sobre todo, por la falta de alumbrado público en las avenidas de acceso”.

Los servicios también variaron. En el comedor ahora se sirve almuerzo de 11:00 de la mañana a 1:30 de la tarde y la cena de 4:00 a 5:30 de la tarde, mientras que la jornada del personal administrativo, técnico y obrero se reconfiguró hasta las 4:00 de la tarde.

También en la UNET la productividad académica se ha visto afectada: los estudiantes avanzan en un minisemestre con dos bloques, uno desde las 8:00 de la mañana y otro hasta las 5:20 de la tarde, cuando lo habitual en pregrado ha sido impartir docencia hasta las 7:00. Como desahogo, las 11 rutas universitarias activas -de un total de 23- han ayudado al desplazamiento de los muchachos, sopesa el vicerrector académico, Alexander Contreras.

Para los trabajadores unetenses, el horario es flexible. Y atrás quedaron aquellos cursos de extensión de noche y entre semana: han tenido que reubicarlos, más hacia los fines de semana y en el día.

En dos institutos universitarios privados de San Cristóbal confirman que nadie está inscrito en el turno de la noche, a diferencia de años anteriores cuando cientos de trabajadores aprovechaban el final del día para formarse como técnicos superiores en distintas áreas. “Horario nocturno, ¿qué es eso”, ironiza Marcos, un estudiante, al salir de una de estas clases.

Una trabajadora con 14 años en uno de estos institutos, que pidió no ser identificada, comenta que ni siquiera el horario vespertino se está cumpliendo hasta las 6:00 de la tarde. “Estamos saliendo a más tardar a las 5:00, dependiendo del día, por el transporte y la inseguridad. Buscamos dar todo en las mañanas, pero a muchos les choca con sus trabajos. Entonces se retiran de aquí”.

Transporte público: la cita de los plantados

Antes, por la fluidez del transporte, no se hacían colas de espera de la quinta avenida hacia el terminal; ahora son frecuentes. (Foto/Jorge Castellanos)

La cola es espesa en la carrera 8 del centro. El cajero de la banca pública, el estudiante de Medicina con su bata al hombro, el pensionado canoso… casi una cuadra de peregrinos esperan una buseta que los movilice hasta Pueblo Nuevo o Palo Gordo.
“Apártenme el puesto”, espeta al aire una señora morena de cabello recogido. Se va, pero a los cinco minutos, cuando el reloj marca las 5:40 de la tarde, vuelve. “Me regresé. La cola en la séptima (avenida) para agarrar el bus, está peor que esta”, reporta a sus pares.

Cuando después de las 6:00 ni siquiera pasan taxis que sirvan como plan b, el grupo se empieza a disolver. Una mujer llama a su marido: “Búsqueme”. Otra joven alza las manos para que un motorizado conocido la “rescate”. La mayoría solo camina. Y rápido, porque la hora (6:25 de la tarde) así lo aconseja. Y la cola se dispersa ese viernes 9 de febrero. “Así es siempre”, dice el estudiante de Medicina mientras enrolla la bata en un maletín.

El transporte urbano de San Cristóbal se está acostando a dormir cada semana más temprano. Y la gente ha debido adaptarse. Hasta las 3:00 de la tarde, tres horas de descuento en relación con el año pasado, llega ahora la jornada laboral de Jesús Castillo. Y ni por eso tiene suerte con las busetas: haciendo memoria, el empleado del sector publicidad concluye que son más los días de la semana que baja caminando de Barrio Sucre -donde labora- al centro, en comparación con los que encuentra un autobús con por lo menos un espacio en la última escalera de la puerta.

Mary Araque prefiere llegar a la 1:00 de la tarde a la parada de la línea que usa. En promedio, desgasta una hora y media antes de abordar. “Pierdo mucho tiempo esperando”, dice la madre de dos hijos que estudian en el turno de la tarde en San Josecito y que, el día del relato, debido a tanta espera, ya no alcanzaban a llegar. “A los niños también les subieron una hora la salida, porque a los profesores se les dificulta encontrar cómo regresar a casa. Están viendo menos clase”.

Esa preocupación compartida por cómo regresar a casa motiva a Blanca Cordero a empezar sus diligencias a primerísima hora del día. Es jueves y a mediodía ya ha cumplido con una cola de banco y dos colas de registro civil. “Si el transporte trabaja menos tiempo, el día también le rinde menos a uno”, rechaza la ama de casa.

Trabajador independiente, Alberto Angulo opina que la crisis del transporte público le ocasiona retraso al país. “Yo todavía me acuerdo cuando las busetas eran hasta las 10 de la noche, pero ya nadie cumple horario completo. ¿Cómo podemos ser más productivos si las busetas no llegan a la hora? La puntualidad como que se acabó”.

En las colas de espera los usuarios saben y repiten que la escasez y los altos costos de repuestos y cauchos mantienen paralizada la mayoría de la flota; pero también son muchos quienes visiblemente molestos reclaman a la prensa el hecho de que desvíen las rutas establecidas hacia destinos más lucrativos. “Son más los que echan gasolina que los que trabajan aquí, ¿cómo es eso?”, se escucha en las paradas.

Comercio e industria: tijera a la producción

El “toque de queda” en el centro ahora empieza alrededor de las 4:30. (Foto/Gustavo Delgado)

Esa empresa con atención al público de La Concordia donde el cartel de “cerrado” cuelga en la puerta desde las 4:00. Ese local de centro comercial en Barrio Obrero que apaga las luces de neón a las 5:00. Esa panadería-café de Pueblo Nuevo que baja la santamaría a las 6:00. Ellos y otros en San Cristóbal han tenido que recortar horarios en las últimas semanas.

En la panadería que administra Fany Fortuna adelantaron el cierre de las 7:00 de la noche a las 4:00 de la tarde. Esta, aproximadamente, es la nueva hora en la que el comercio en general del centro de San Cristóbal empieza a cerrar sus puertas. “Ya a las 5:00 esto es como un ‘toque de queda’”, compara el propietario de una venta de ropa íntima. En el caso de Fortuna, a veces ha recibido a uno solo de sus cuatro empleados por las deficiencias en la prestación del transporte público.
La falta de busetas operativas afecta al comercio, ratifica el presidente de la Asociación de Comerciantes y Empresarios del estado Táchira (Aceta), Pietro Ceniccola.

Las cuentas no cuadran a comerciantes como José Duque: menos horas abiertos se traducen en menos posibilidades de venta y, en consecuencia, en menores ingresos; sin embargo, con los empleados deben mantener los mismos compromisos salariales establecidos por ley. “En esta situación vivimos en un dilema: si abro, pierdo; y si cierro, pierdo también”, confiesa Duque, encargado de una zapatería de la ciudad.

Lo lógico es que un país no esté perdiendo tanto tiempo, recomienda el presidente de Fedecámaras-Táchira, Daniel Aguilar. Consciente de que Venezuela sale adelante con mayor productividad y más horas-hombre de trabajo, el vocero empresarial lamenta que “todo ese tiempo será irrecuperable”.

Sobre los horarios, Aguilar engloba que la industria escasamente está cumpliendo con las ocho horas de jornada laboral. A escala nacional, no llegan al 20% las empresas que hacen dos turnos. Recuerda que tiempo atrás fueron promulgadas leyes unilaterales que “arrinconaron” a las empresas y afectaron la generación de empleo y una producción que, a la fecha, se aproxima al 30% de lo que deberían generar.

El pronóstico, de acuerdo con el representante de Fedecámaras, no parece alentador: “Algunas empresas lamentablemente no pueden seguir contratando y tendrán que prescindir de algunos trabajadores valiosos, porque no van a tener cómo pagar sueldos y salarios al contar con menos producción”.

Pero, antes de prescindir, a lo interno de algunas empresas del Táchira se viven estampidas de trabajadores para quienes prácticamente todo el ingreso mensual se gasta en concepto de movilización, comentan fuentes ligadas al sector. Economistas como Aldo Contreras recomiendan ofrecer paquetes salariales atractivos y nuevos incentivos para retener al talento humano.

Daniel Pabón

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