Reportajes y Especiales

Servir a los demás pese a sus dificultades físicas

4 de enero de 2024

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Belisario Cárdenas, conocido como “Caliche”, a pesar de su condición física que le impide caminar y la pobreza en que vive, mantiene limpios y sin maleza la plaza de la Unidad Vecinal y el espacio Divino Niño, en el sector Ruiz Pineda. Sin recibir nada a cambio, cumple su labor social con sus propias manos y la ayuda de una machetilla


Bleima Márquez


La plaza de la Unidad Vecinal es bonita. Luce limpia, atractiva. La grama es muy verde. Hay flores de diversas especies, árboles, plantas ornamentales, algunas sembradas en el centro de unos cauchos pintados con llamativos colores que dan un toque de alegría al lugar.

Es cerca de la iglesia El Divino Redentor. También hay un bonito parque infantil, y hasta una cancha techada que, según dicen los vecinos, fue recuperada por el famoso jugador de fútbol Tomás Rincón, ilustre deportista tachirense que creció y vivió en esta zona de San Cristóbal.

El sitio es ideal para la recreación por el hermoso ambiente que le rodea, pero no siempre fue así. Antes su imagen irradiaba tristeza, abandono y olvido. En lugar de grama y bellas flores, había monte, lodo y basura. Todo lucía sucio y descuidado.

La actual imagen es producto del trabajo ad honorem de las manos de Belisario Cárdenas Joya, conocido popularmente como “Caliche”, porque, aunque se siente venezolano, nació en Colombia pero desde pequeño llegó a estas tierras andinas para quedarse. Él, a pesar de tener una limitación física en sus piernas, hace una labor social al mantener, con mucho cariño y sin ningún interés personal o económico, la plaza bonita para que todas las personas la puedan disfrutar, especialmente los niños.

Belisario sufrió, hace unos siete años, quemaduras en gran parte de su cuerpo. Estuvo durante un año recluido en el Hospital Central de San Cristóbal. Los tendones de sus piernas sufrieron daños irreversibles que lo condenaron a una silla de ruedas.

Fueron momentos muy duros y difíciles, más aún por la condición de pobreza en la que vive. Muchas veces pensó que lo mejor era morir. Al principio no quería ver ni hablar con nadie. Los días iban pasando y con ellos el dolor de saber que luego de ser un hombre totalmente normal, pasó a tener una condición que le cambió la vida. Aun así, trabaja.

Constancia

Para Belisario, trabajar es sagrado. Aunque no recibe ningún pago monetario por esta noble labor de mantener este espacio público. En ocasiones los vecinos le dan un plato de comida, una arepa o un pan.

“A veces, dos o tres vecinos me dan unos pesitos. En estos días me dieron 10 mil pesos”, afirmó. Hay días que solo ingiere agua desde que llega en la mañana, hasta las 7:00 o 8:00 de la noche cuando retorna a la casa de sus primos, en el barrio Alianza, donde vive.

Antes del accidente, Belisario pintaba e impermeabilizaba casas, edificios y techos de teja, trabajo que a pesar de su condición sigue efectuando. “Todavía, así como estoy, le echo pierna para pintar y así ganarme la platica”.

“Cuando veo que tengo todo limpiecito me pongo a rebuscarme, porque aquí de vez en cuando es que me llega comidita. En diciembre me buscan para pintar, para arreglar casas”.

A pesar del arduo trabajo y la constancia, Belisario pasa hambre muchas veces. Sin embargo, está seguro que, al llegar a su hogar le darán, aunque sea una sopa, y con eso se conforma.

Los niños su motivación

Un domingo, hace seis años, mientras tomaba café y conversaba con amigos en una bodega frente a la plaza, llegó un camión, de esos que trasladan ganado, con unos 15 niños que se fueron hacia el área donde está el parque infantil. “Traían dos torticas”, recordó “Caliche”.

Belisario se quedó mirando a los pequeños y pensó: “Uy mire, a donde metieron a esos niños. Parece un rastrojo”, siguió tomando su cafecito y observando cómo los chiquillos se metieron en un matorral como de metro y medio de alto.  Entonces una idea llegó a su mente y habló para sí mismo: “Bueno, mañana lunes voy a madrugar para limpiarles a los niños ese lugar”.

Al día siguiente llegó muy temprano para desmalezar la zona. La faena fue intensa, duró 12 horas y media hasta que quedó limpio.

Una vez culminada la misión propuesta por él mismo para que los chicos tuviesen un lugar digno donde jugar, se subió a su silla de ruedas y contempló la plaza. Notó que “todo estaba enmontado” y decidió continuar la tarea un poco más allá. “Cuando me di cuenta, tenía todo limpiecito”

Desde ese instante no ha dejado de ir, ni un solo día. En un principio la intención estaba limitada al área infantil, pero poco a poco fue abarcando más y más espacios hasta que sin darse cuenta había rescatado de la desidia y el olvido a este sitio público que hoy se ha convertido en la plaza más limpia y bonita de San Cristóbal.

— ¿Qué siente cuando los niños juegan en esta plaza a la que usted le ha dedicado tanto tiempo?

— Pues bueno, siento alegría. Los niños pasan, me saludan y me felicitan. Me dicen: “Gracias por tener el parque bonito”. Hoy un niño me llamó y me dijo: “Venga, venga, abuelito, mire, le traje una torta tres leches”. Ellos son mi motivación y recompensa.

Con las manos

Belisario se levanta todos los días a las cinco de la madrugada. Luego de esa hora no logra conciliar el sueño. Se levanta, se arregla, y si puede toma café, y se come una arepita.

Sin ayuda de nadie, sale desde el barrio Alianza hasta la plaza de la Unidad Vecinal, unos 2.5 kilómetros aproximadamente. Siempre está dispuesto a dar lo mejor de sí por los niños del sector, quienes se han convertido en sus amigos.

Belisario cumple esa noble labor con sus manos, prácticamente no cuenta con herramientas. “Con este charapo –machete para cortar monte- hago el trabajo aquí en la plaza. Hasta que me muera, a este parque no lo abandono”.

Varios gobiernos

Desde que comenzó su labor social para beneficio de los niños, hace seis años, han pasado varios gobiernos municipales y regionales, pero nunca ha recibido apoyo de ninguno, tan solo una silla de ruedas que le donaron y que está desgastada, tiene los cauchos malos y los rines torcidos. Tuvo que volver a su antigua silla rota y deteriorada. “Ni en la cuarta República ni en la quinta, ningún gobierno me ha ayudado”.

Recuperó otro lugar público

La labor de este humilde hombre continúa, la plaza luce impecable y hermosa. No da tregua al monte ni a la suciedad. La mantiene al día. Esta misma obra la está efectuando en otro sector cercano llamado Ruiz Pineda, entre las comunidades del barrio Alianza y la Unidad Vecinal, es un espacio público hecho por la Alcaldía de San Cristóbal, le llaman Divino Niño.

Estaba convertido en un basurero y una vecina le comentó y le pidió ayuda para recuperarlo, y ahora está limpio y bonito. Él le denomina el vivero del Divino Niño. Belisario también hace mantenimiento a los alrededores de la iglesia y por detrás del liceo Elba Beatriz Ramírez de Ortega (EBRO), donde también parecería un botadero de basura.

 

 

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