Reportajes y Especiales

“Sin gasolina ni electricidad se pierde otra semana”

12 de septiembre de 2020

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Los beneficios de la llamada semana de flexibilización, como estrategia implementada por el gobierno Nacional para frenar la covid-19 y, al tiempo, reactivar algunos rubros económicos, representan para la mayoría de habitantes del sur del Táchira, una quimera.

Se supone que durante estos siete días se activa el transporte público, se abastece de combustible a los sectores priorizados, los horarios para salir a la calle se prolongan. Además, los bancos funcionan, así como las peluquerías, talleres y otros sectores de la economía.

Sales a la calle y conversas con los vecinos sobre cómo viven estos días de flexibilización y apenas escuchan la palabrita dibujan en su rostro una mueca que va de la frustración a la rabia.

—Tanto la semana de flexibilización como la semana de cuarentena rígida, para muchas personas es lo mismo. Por una parte, un sector de la población no se cuida: juegan voleibol en las calles, circulan hasta tres personas en moto, sin medidas de bioseguridad; e incluso manifiestan que no creen en el virus. Pero está la otra parte, los que buscan cuidarse, cumplir las normas a cabalidad; no obstante, la realidad de los servicios públicos y el hecho de que viven del día a día, los sitúa en una posición frustrante—, apunta una vendedora informal que cada mañana despliega su sombrilla en la calle principal de San Rafael de El Piñal, para ofrecer productos colombianos y alquiler de minutos, cuando hay señal.

Unos metros más allá, un mototaxista observa la calle aún encharcada, tras la lluvia de las últimas horas. Para él no existe ninguna diferencia entre una semana y otra, haciendo referencia al 7×7.

—Igual debo comprar gasolina para trabajar. No sale la misma cantidad de carreras que antes, pero ahí se resuelve uno. El problema es que las comunicaciones están fallando mucho y, a menudo, los clientes habituales no se pueden comunicar con uno para cuadrar alguna carrerita—, relata Jean Carlos.

Para Antonio Contreras, un electricista de 45 años, lo que se plantea desde el gobierno central, no solo para frenar el coronavirus, sino en cuanto a servicios públicos y economía en general, no tiene asidero en la realidad de estas poblaciones.

—El gobierno plantea una realidad muy diferente a la que vivimos en el sur del Táchira, en donde nos quitan la luz hasta 12 horas diarias, y, por lo tanto, no podemos cumplir con nuestros clientes—, puntualiza, con seriedad.

Las fallas del agua potable es otra problemática recurrente, a la que a pesar de la situación económica, agudizada con la pandemia, la misma población hace frente, buscando soluciones efectivas. 

—Llevamos un mes tratando de solucionar el problema del agua. Además de la mano de obra, debemos colocar los recursos para comprar lo que haga falta. De hecho, tenemos una deuda de más de un millón de pesos con una ferretería. Para mí la semana de flexibilización no se puede cumplir a cabalidad mientras tengamos que lidiar con las fallas cada vez más fuertes de servicios como el agua, la electricidad, la falta de combustible y, por ende, de transporte—, acota Robert Delgado.   

Raúl Márquez

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