Reportajes y Especiales

Sobreviviente en un país que visitó la muerte

29 de agosto de 2020

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En menos de cuatro meses, la odontóloga caraqueña Nathalia García Mora fue víctima de dos robos. Primero la atracaron y le quitaron sus pertenencias; después  desvalijaron su carro, le robaron los cauchos, la batería, prácticamente todo. Ya sufría de insomnio por la situación del país y su salud se vio afectada.

Esta profesional, egresada de la Universidad Central de Venezuela, tenía un consultorio propio en la capital de la República y numerosos pacientes, los cuales vio disminuir considerablemente, pues acudían a una revisión dental y a despedirse de su doctora porque se iban de Venezuela.

Los acontecimientos suscitados pesaron en su decisión de emigrar. Se fue a España  en marzo de 2018, con ganas de dejar atrás el estrés e incertidumbre. En Venezuela quedaron sus padres, una tía y sus primos. Su hermana ya había tomado otros rumbos.

Llegó a Madrid, al apartamento de una amiga. Allí, en el sofá que le sirvió de improvisada cama, por primera vez en meses durmió profundamente, ocho horas seguidas. El primer año fuera de casa fue muy duro, pero ya tiene cierta estabilidad que le permite ayudar a sus seres queridos, especialmente a su mamá y a su tía, que son pacientes oncológicos.

Aún se encuentra en los trámites para homologar su título universitario, ya que ante la avalancha de venezolanos que emigraron, el sistema colapsó y los procesos se tornaron muy lentos. Después vino la pandemia.

Recuerda que en diciembre del año pasado le comenzó una tos seca que le hacía sangrar la garganta, fiebre y dificultad para respirar, esta última tan acentuada que debió acudir al médico en cuatro ocasiones para que la nebulizaran. Para ese momento, el covid-19 era prácticamente desconocido.

Nathalia García padece de una mutación genética denominada deficiencia de alfa uno antitripsina, generada por la carencia de una proteína encargada de proteger de daños a los pulmones, condición que la hace una persona vulnerable a las afecciones respiratorias. Esta enfermedad, poco conocida, se la detectaron en España, a sus 38 años de edad.

Consiguió trabajo como auxiliar administrativo en una empresa vinculada al ramo de la construcción; en la segunda semana de marzo se incrementaron los contagios y para llegar hasta su oficina debía tomar un autobús y el metro. Presume que allí se contagió.

El día que enviaron a los empleados a sus casas, Nathalia sufría de un intenso dolor de cabeza. Se llevó sus cosas para hacer teletrabajo, pero apareció el malestar de cuerpo, dolor de garganta y una intensa tos seca. Después la fiebre y una sensación de calentura muy fuerte, que se prolongó durante cinco días.

No la pudieron atender debido al número de personas contagiadas, lo que la hizo temer por su salud, pues la fiebre no cedía y su malestar se intensificó. Llamó al centro de salud y le indicaron un tratamiento y reposo.

A los síntomas se sumó la pérdida de olfato y gusto, diarrea y malestar estomacal. Nunca le realizaron la prueba rápida, ante la imposibilidad de salir de su casa. No fue sino hasta el mes de junio que le llegó un mensaje a su celular para que acudiera al hospital a hacerse la prueba del PCR.

Cuando vio las noticias se asustó mucho, porque la gente ya no cabía en los hospitales y el número de fallecidos se incrementaba vertiginosamente. Su temor aumentó cuando empezaron a alojar a los enfermos en un centro de exposiciones de grandes dimensiones y pensó que si empeoraba la iban a llevar a ese lugar.

“Era muy triste porque la gente moría sola. Por un momento pasó por mi cabeza que me iban a hospitalizar, a intubar y que iba a morir sola, lejos de un rostro conocido”, y agrega que aún le queda una especie de paranoia.

También le afectó el aislamiento, cuando salía solo veía una o dos personas, no se podían saludar, ni siquiera acercarse. Le daba miedo ir al supermercado porque pensaba que se iba a volver a contagiar.

En estos momentos, por ser paciente sensible, sigue en teletrabajo y la van a reincorporar a la oficina a finales de septiembre. Dice que al inicio de la cuarentena parecía el fin del mundo. Ella vive en una de las zonas más turísticas de Madrid, La Puerta del Sol; caminar en plena mañana y no ver a nadie en la calle, en un lugar donde antes había cientos de personas, era un panorama sobrecogedor.

Esta venezolana padeció de covid-19 muy lejos de su nación y de sus querencias. En un país como España, donde la pandemia a la fecha ha cobrado más de 28 mil vidas. Más que una estadística, Nathalia García Mora es una sobreviviente que pudo vivir para contarlo.

Norma Pérez

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