Reportajes y Especiales

Talibanes: de prohibir internet en 2001 a explotar las redes sociales en su regreso

5 de septiembre de 2021

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Varias piezas audiovisuales que circulan en las redes lo comprueban: en un video, un funcionario talibán intenta tranquilizar a las trabajadoras de la salud y asegura que pueden mantener sus trabajos. En otro, los militantes comunican a un grupo religioso minoritario que son libres y pueden sentirse protegidos. Además, las voces institucionales de los talibanes crecen cada vez más en Twitter.

¿Cómo se explica que los talibanes, que se encargaron de vedar la televisión y la conexión a internet la primera vez que tuvieron Afganistán bajo control, hagan uso de las redes sociales en estos meses para difundir sus mensajes? Ahora que el país está de nuevo en sus manos, los talibanes entendieron que ninguna dictadura, por más extremista que sea, puede sostenerse en el tiempo si no es con sustento en la propaganda.

La actitud de los talibanes hacia los medios tecnológicos está en las antípodas de la que tenían en la década de los 90 y principios de los 2000. Por aquel entonces, con el fundamento de “controlar todo aquello que es incorrecto, obsceno, inmoral y contrario al islam”, prohibieron la televisión y el todavía escaso acceso a internet.

Hoy, más de 20 años después, la estrategia cambió por completo, y no solo por una cuestión de formas. Si tenemos en cuenta que Afganistán, luego de la expulsión de los talibanes, comenzó a mirar a Occidente y recibió inversiones e infraestructura, y agregamos a eso la masificación de internet y las telecomunicaciones a nivel global, el panorama es otro: casi el 90 por ciento de los afganos tiene acceso a Internet desde su celular.

El uso de Internet, tanto por parte de portavoces del movimiento islámico como de los ciudadanos de a pie, cambia las reglas de juego para todos: ahora los talibanes tienen un frente más en el que recibir ataques. Dos palabras bastan para entenderlo: Primavera árabe. En aquel entonces, en diciembre de 2010, la inmolación del joven vendedor ambulante tunesino Mohamed Bouazizi, quien falleció 18 días más tarde como consecuencia de las quemaduras que se provocó a sí mismo, desencadenó un proceso impensado en el norte de África y el mundo árabe en general, donde los poderes establecidos parecían intocables. Uno a uno, como piezas de un dominó, los regímenes autoritarios fueron cayendo bajo la presión de las revueltas populares, forjadas al calor de las redes sociales:

Del mismo modo, los nuevos instrumentos de comunicación de Afganistán con el mundo dan pie a que la oposición publicite sus atropellos y consiga sumar adeptos a la resistencia. En este sentido, circulan hashtags como #DonotChangeNationalFlag, a través del que miles de usuarios de todas las nacionalidades se manifiestan en contra del régimen talibán.

Por supuesto, los talibanes, que además cuentan con influencers como Qari Saeed Khosty, responden con nuevas versiones y desmentidas a los informes que reportan represalias, asesinatos y sometimiento de mujeres. Sin embargo, todo parece indicar que las redes sociales, con prohibiciones o sin ellas, contribuirán más a la liberación de Kabul que a la promoción del régimen talibán.

DEF / NAD

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