Reportajes y Especiales

Un altar para Goyito

28 de abril de 2021

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Norma Pérez


La rubiense Yasmín Mercedes Hernández escogió el mejor lugar de su casa para elaborar un altar con el cual rinde homenaje al Médico de los Pobres, por quien desde hace más de cuatro décadas siente especial devoción


En la casa de Yasmín Hernández, la puerta de entrada permanece abierta, resguardada por una reja azul. Lo que capta la atención de quienes se asoman hacia el interior no es el amplio salón, ni los techos altos sostenidos por vigas, tampoco las fotografías antiguas usadas como decoración. Atrae las miradas el entrepaño adosado en la pared de la sala, donde destaca, en variedad de formas y tamaños, la imagen del doctor José Gregorio Hernández.

En medio de candelabros de cristal, con velas dispuestas para ser encendidas y un ramito de flores dentro de un jarrón, se hace presente la devoción de esta mujer que hace más de cuatro décadas escogió el mejor lugar de su hogar para honrar al Médico de los Pobres y allí elaboró un altar para Goyito, como lo llama cariñosamente, cuando conversa con él o pide sanación ante un quebranto de salud.

“En todas partes de mi residencia está el doctor José Gregorio. Algunas imágenes las traje de Isnotú; otras han sido obsequios. Él es mi compañía, está en la sala, en mi habitación, en mi área de trabajo y en mi carro; él me escucha y consuela”.

“Ayuda divina”

Yasmín Mercedes Hernández Ramírez nació en Rubio, municipio Junín, y siempre ha vivido allí. Es docente jubilada; a sus 63 años de edad se desempeña como vendedora de seguros de responsabilidad civil de vehículos e instructora de yoga. Se siente orgullosa de llevar el mismo apellido del venerable.

Su devoción comenzó hace 43 años, cuando estaba embarazada y fue a pasar una temporada en Valera. Un día decidió visitar Isnotú y se acercó hasta el santuario. En el lugar, sintió una profunda emoción, que regresa cuando recuerda el momento con un particular brillo en su mirada: “Cuando llegué, sentí ganas de llorar y una mezcla de sentimientos, una gran emoción que me llegó hasta el alma”.

Cumplía ocho meses de gestación cuando se adelantó el parto y su condición de asmática puso en riesgo su vida y la del bebé: “El niño no estaba en la posición correcta, venía de pie, y al asomar la cabeza me dio un ataque de asma, me faltaba el aire; mi pequeño se estaba ahogando porque no podía salir. En ese momento vino a mi mente la imagen del doctor José Gregorio Hernández y comencé a pedirle, sin parar, que salvara a mi hijo. Con la ayuda de una enfermera pudo salir; se salvó gracias a la intercesión divina. Desde ese momento se fortaleció mi devoción y así será hasta que me vaya de este mundo”.

Elaboró un altar para rendirle homenaje y agradecerle. En una repisa se acumulan imágenes, representadas en yeso, cristal y madera. También un pequeño y gastado librillo con la novena y hasta un envase de mentol con su nombre y su rostro. Ella los muestra con cuidado, mientras recuerda cómo llegaron a sus manos todas y cada una de estas figuras y demás objetos.

Durante muchos años fue asidua visitante de Isnotú, algunas veces iba sola, conduciendo su vehículo, para elevar una oración, poner flores y encender una vela a los pies de quien posee toda su fe. Debido a la crisis económica, y después con la pandemia, no pudo regresar.

Testimonios

El fervor de Yasmín Hernández es férreo y está convencida de que en los percances de salud siempre está su salvador, y de ello da testimonio.

“Padezco de hernias en la columna y una noche sentí un dolor terrible que me dejó inmovilizada; estaba sola, comencé a pedir a mi Goyito; me quedé adormecida, boca abajo; cuando desperté, vi su silueta que salía de mi cuarto. Me pude levantar, no tenía ningún dolor”.

Actualmente sufre de un tic nervioso en un ojo a causa de un golpe, el cual se acentuó producto de una depresión ocasionada por la muerte de su mascota, que estuvo junto a ella veinte años. Aun cuando ya la revisaron varios médicos, espera confiada en que la sanación llegue por una acción bendita.

“Siempre le rezo. Mi hijo se contagió de covid-19 en noviembre del año pasado y gracias a mi médico celestial se recuperó”, dice mientras aprieta entre sus dedos un diminuto prendedor con la figura de José Gregorio Hernández que adorna su blusa y solo se lo pone en ocasiones especiales. Lo luce con orgullo en el mes de su beatificación.

“Para mí es una alegría enorme la noticia de la beatificación. Siempre lo esperé como reconocimiento a su vida de milagros, de ayudar a los pobres. Cuando lo anunciaron lloré de felicidad. También espero su canonización”.

Desde ya se prepara para el viernes 30 de abril; con esmero, arregla el altar, colocó velas en los candelabros de cristal y espera llenarlo de flores y oraciones. Su corazón desborda de fe. Su rostro no disimula el gozo enorme que siente por este momento que durante años esperó. Es un día de júbilo.

“Las últimas semanas recibí mensajes de personas que aprecian mi devoción; me envían estampitas, información y oraciones. Conozco muchos detalles porque tengo su biografía y la leo siempre, casi la aprendo de memoria. Él fue un científico destacado que trajo conocimientos a Venezuela; bueno, noble, humilde y amigo de los necesitados. Más que beato, merece ser santo. Para mí ya lo es”.

También hace la novena que lleva su nombre, recita oraciones especialmente escritas para él, y eleva solicitudes por el bienestar de su hijo, su nieto y los demás miembros de la familia. No olvida incluir a su país y a todos los venezolanos: “Hoy le pido al doctor José Gregorio Hernández por mi bienestar, el de mi familia y por Venezuela, porque esta situación cada día está peor; por eso, encomiendo nuestra nación a su noble corazón”.

Su convicción le hace sentir que Dios lo puso en su camino. “Sé que la recuperación de mi salud se la debo a él; presencia divina e imprescindible que ilumina mi vida”.

Así lo cree firmemente Yasmín Hernández. Fervor y fe arraigados en su existencia por el científico eminente, el médico excepcional, generoso con los pobres y necesario en los momentos de angustia y enfermedad. El homenaje, que desde hace más de cuarenta años rinde en su hogar, con afecto, respeto y devoción, es el altar para su Goyito.

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