Nancy Porras
“Eso sí, la mano izquierda no debe saber qué hace la derecha”. Es sagrado llevar todos los días entre 120 y 130 panes españoles a la casa Hogar San Pablo. Satisface a su ser ayudar a quienes dieron lo mejor de sí durante su ciclo de vida más productivo. Es un honor servirles.
A veces lleva el pan él mismo, en ocasiones lo hace uno de los empleados de la panadería o llama al ancianato para que lo busquen porque esta ayuda no puede fallar. Es una obra de su padre, Manuel Rodríguez, quien en su época mandaba 70 panes y los días de diciembre para la cena navideña regalaba el pan de jamón.
En estos momentos sí está cuesta arriba regalar este tipo de pan, pero los pancitos sí se envían diariamente. Se hace con todo el amor del mundo.
Los abuelos necesitan amor, paz, compañía, en medio de un cuerpo agotado por el transcurrir de los años y quienes muchas veces son mirados con indiferencia e indolencia, y así lo entendió desde adolescente el doctor Luis Manuel Guerreiro Geada, guiado por la voz de su padre, quien también ayudaba a los abuelos.
Él nació en Portugal. Sus padres lo traen a Venezuela cuando tenía un año y varios meses. Su papá fue un hombre luchador. Tuvo varios negocios en Barquisimeto, Táchira y Maracaibo.
En una oportunidad, cuando el joven profesional de la medicina iba a presentar una prueba en Mérida, su padre le propuso una iniciativa familiar:
— Si te vienes, abro la panadería en San Cristóbal
— Vamos a ver- le respondió.
Siguió trabajando en Barcelona como médico. Sin embargo al poco tiempo accedió a la propuesta. Comenzó a trabajar en una panadería.
Médico de los abuelos
Se graduó como profesional de la Medicina en La Universidad del Zulia (LUZ) en 1990. Comenzó en las especialidades de ginecología y obstetricia, en la parte de residencia asistencial programada quería seguir; sin embargo no pudo, porque el trabajo de la panadería es muy absorbente.
Para no deprenderse de la parte del ejercicio de la medicina estableció contacto con la madre Sor Luz Villa y empezó a tratar a los abuelos del Hogar San Pablo a fin de darle la mejor salud posible.
Le impresionaba e indignaba que llegaba gente diciendo: “Aquí le traigo esto” y no puede ser que los traten como un objeto. “Ellos son personas”, dijo.
—Otros dicen: No, porque el viejo tal y no es el viejo, es su papá, su abuelo, es quien lo crió, con estas frases me choqué en los primeros años, eso sí, aún hay personas que responden de esa manera–.
Vino a su memoria la historia de un señor que llegó con una piel de cordero, hablaba suavecito, parecía una oveja, a los tres meses de tener al padre en la casa hogar no quería ver de él, se había posesionado de su cuenta, no pagaba lo que tenía que pagar, el abuelo se enferma y para que viniera a traer los medicamentos, tuvo el coordinador de los ancianatos que buscarlo en la casa para que respondiera.
El doctor Luis Manuel es fiel creyente de la caridad. Defiende con alma y corazón a los abuelos a tal punto que a sus 67 años quisiera tener más tiempo para atenderlos: “Ellos se merecen dedicación, tiempo, mucho amor, porque la soledad a veces aprieta”.
Entrega los panes con la mejor intención del mundo. No espera nada a cambio. Solo interesa que los abuelos estén bien, que puedan acompañar el pan con un café o cualquier alimento, como suele suceder para agrandar el plato de comida.
Muchos abuelos saben que no falla la llegada de este alimento, que tocarán la puerta del ancianato y de inmediato entrará el olor de ese pan andino, recién hecho.
Páginas oscuras por el covid-19
Tuvo días aciagos, cuando llegó el covid-19 al ancianato. Fue terrible. Quedaron al frente de la casa hogar, cuatro personas. Comenzó a atender a las monjas a quienes se les hicieron los exámenes. La primera que cayó fue una doctora.
Se contagió allí el doctor Luis Manuel y quedó con secuelas, pero ahí está trabajando y no desampara a los abuelos. Está claro que de los 92 ancianos que atienden en el hogar San Pablo, apenas se recibe una ayuda económica mínima de solo 20 de ellos.
Médico de los abuelos las 24 horas
Si en el ancianato alguno de los abuelos se enferma, a la que hora que sea, si lo necesitan, lo llaman. Luis Manuel no tiene horario de nada. Su número telefónico siempre está disponible las 24 horas del día. Si puede resolverlo por teléfono lo hace, porque las monjas se desenvuelven bien, no obstante, si tiene que moverse a la casa hogar, lo hace para bien del enfermo.
Enfrentó el bloqueo de las vías
Recuerda que en tiempos de la pandemia entraba a la casa de sus padres, de repente lo llamaron por su teléfono celular porque un abuelo estaba enfermo. Pidió que lo esperaran media hora porque tenía que irse a pie. Las vías estaban bloqueadas por las protestas. Cuando llegó, cinco minutos antes, había muerto el abuelo. La tristeza se apoderó de su ser.
Expresa que las casas hogares no son centros asistenciales ni almacén de cuerpos y muchos lo ven así, es por ello que llegan al ancianato diciendo que no pueden tener en sus casas a los abuelos.
Lucha para que no los maltraten, no los humillen, Él no lo acepta. Exige que los respeten y valoren porque dieron mucho por la humanidad y hay que hacer caridad con los ancianos.
Duele la muerte
Luis Manuel se afecta mucho con la muerte de una persona, pero cuando fallece alguien que está tratando siente un vacío por no poder hacer más nada: “Es la sensibilidad humana que se ha perdido mucho, ahora todo es monetario. Hay que ser realista, hoy se está aquí y mañana no se sabe.
Hacer caridad no es por la recompensa divina, es por la satisfacción que se siente como persona, así de sencillo. Lo más importante es hacer el bien y no mirar a quien”.